viernes, 13 de septiembre de 2024

Primitivo americano. William Jay Smith (1918-2015)

Miradlo con su chistera,
sus botas hasta las rodillas, y su elegante cuello;
sólo mi papá pudo lucir así,
y quiero a mi papá como él amó su dólar.

La cancel golpea, y el ruido es muy extraño,
helo allí, bajo una lluvia de oro;
sus bolsillos están llenos de billetes doblados,
sus labios son azules, y sus manos sienten frío.

En el salón, cuelga de su corbata negra,
las damas se desvanecen, y los niños gritan:
sólo mi papá pudo lucir así,
y quiero a mi papá como él amó su dólar.


Cae la lluvia aún. Edith Sitwell (1887-1964)

Cae la lluvia aún,
oscura como el mundo de los hombres: negra como nuestra destrucción:
ciega como los mil novecientos cuarenta clavos
hincados en la cruz.

Cae la lluvia aún
con un son parecido al latir del corazón convertido en golpear
de martillo
en el campo del Alfarero, y al son del pie impío

sobre la tumba.
Cae la lluvia aún
en el campo de la sangre, donde crecen diminutas esperanzas,
y el cerebro del hombre
se nutre de codicia, aquel gusano de rostro de Caín.

Cae la lluvia aún
a los pies del hombre extenuado pendiente de la cruz.
Cristo, día y noche clavado, apiádate de nosotros,
del opulento y de Lázaro:
bajo la lluvia las llagas y el oro son lo mismo.

Cae la lluvia aún:
cae la sangre aún del herido costado del hombre extenuado:
lleva en su corazón las heridas todas, las de la luz que se extinguió,
la última y débil chispa
del corazón suicida, las heridas de la triste e incomprendida oscuridad,

las heridas del oso atrapado:
el oso ciego y gimiente, cuya carne indefensa
azotan los guardianes... las lágrimas de la acosada liebre.

Cae la lluvia aún.
Entonces -"Oh, saltaré hasta mi Dios, que me ata al suelo"-
ved cómo la sangre de Cristo surca el firmamento:
se derrama de la frente que clavamos al madero
hasta el profundo y moribundo, el sediento corazón
que custodia los fuegos del mundo, desgarrado de dolor
como una cesárea corona de laurel.

Entonces se oye la voz de Aquel que, como el corazón del hombre,
fue una vez niño y durmió entre animales:
"Te amo aún, derramo aún mi luz inocente y mi sangre por ti."


Poemas. Lemn Sissay.

Besos invisibles.


Si hubo alguna vez alguien
Que cuando duermes
Te limpiara las lágrimas
Vertidas en sueños;
Que te ofreciera tiempo
Mientras otros lo piden;
Cuyo amor superara
Las arenas del mundo.

Si hubo alguna vez alguien
Con quien llorar;
Que cada lágrima
Echara a volar;
Que ofreciera su ayuda
En los riscos del tiempo;
Que dejara que cada atardecer
aliviara el hastío del cerebro.

Si hubo alguna vez alguien
Que cuando hacia él corres
Empujara las nubes
Para bañarte en sol;
Que tendiera los brazos
Si te cayeras;
Que te mostrara todo
Si lo hubieras perdido.

Si hubo alguna vez alguien
Que cuando vences
Estuviera aún antes
Y creyera en ti entonces,
Que limpiara el ambiente
Si lo llena el fracaso;
Que contara el amor
Pero nunca su coste.

Si hubo alguna vez alguien
Que cuando tienes frío
Te trajera aire cálido
Para las manos,
Que pusiera paz
Cuando arrecia el dolor,
Que liberara risa
Bajo la lluvia hiriente

Si hubo alguna vez alguien
Que te diera esto y más
Que en los cuartos sin llave
Aún puede abrir las puertas;
Que en las puertas abiertas
Ve los campos abiertos
Y en los campos abiertos
Puede ver las cosechas.

Entonces ve sólo mi cara
Reflejada en estas mareas
A través del agua clara
Más allá de la ribera.
Sólo puedo dar amor
Y en eso esto consiste:
Un poema y un collar
De besos invisibles.





Intento de... 


Midió la soga, dejó una nota
Diciendo que 'ya no podía más'.
Se subió a una silla le pegó una patada
Y aterrizó en el suelo.
Metió, pues, la cabeza en el horno de gas
Y tanteó en busca del mando.
El cazo de espaguetis se le volcó en el cuello
Y se abrasó la mano en todo el quemador.

Le vi ir por la autopista con aire desafiante,
Brazos en alto, queriendo que llegaran los coches.
La policía vino y le acusó
De obstruir el arcén.
De cualquier forma allí no había coches
Para romperle antes de tiempo el corazón.
Así que va, desafiante, con los ojos vendados,
Por una abandonada vía de tren.





Una bandada de sonido.


Hay un ritmo, un ritmo del alma
Un ritmo de pasa que hace frío,
Un ritmo de no hace falta ir,
Un ritmo de descálzate de heridas
Y sacúdete el mañana de encima,
Hay un ritmo, ritmo salvaje,
Un ritmo de un adulto es como un niño,
Un ritmo feliz y susurrante
Un ritmo sonriente y atento.
Hay un ritmo, ritmo más alto que el cielo,
El ritmo de los espacios, dulce ritmo,
Mezclado con licor. Un ritmo
De parpadeo y suave muslo lamido.
Un ritmo de vente adonde se está cómodo.
Un ritmo de relájate en tu ser negro
Y no retires nada de lo dicho.
Hay un ritmo, un ritmo.
Un ritmo estable de dulce sonido,
Un ritmo colgado y centrado,
Un ritmo de 'cede ante tu instinto',
Un ritmo de estación de lluvias
Caricias y moreno azúcar
Goteante acurrucado,
De aterrizar en la luna.
Un ritmo de hacer sitio.
Un ritmo de lago y neblina labio que besa rocío que se desliza
conectado sin riesgos y a la vez acelerado rodeado de sonido con rumbo al futuro
De alfombra mágica con destino a casa
De dolor que desaparece de caderas que se mueven de presión que cede
de depresión que decrece de pintadas que serpentean de niño
que ríe de cruzar la calle -Pase espere- de apretar el botón
de vestirse para el centro para las afueras de ánimos que se levantan de tierra que tiembla
ondas en un lago de un ritmo
ondas en un lago de un ritmo
ondas en un lago.
Una bandada de sonido.