sábado, 24 de agosto de 2024

Poemas. Paul Muldoon.

¿Por qué se fue Brownlee?.


Por qué se fue Brownlee, y a dónde iba,
sigue siendo aún hoy un misterio.
Pues si un hombre debía estar satisfecho
era él. Dos acres de cebada,
uno de papas, cuatro bueyes,
una vaca lechera, una casa de tejas en el campo.
Fue visto por última vez saliendo a arar
una clara mañana de marzo, temprano.

Para el mediodía Brownlee era famoso;
encontraron todo abandonado, el
último zurco sin abrir, su par de caballos negros,
como marido y mujer,
cambiando su peso de una pata
a otra, y mirando fijo hacia el futuro.





Erizo.


El caracol se mueve como un
aerodeslizador, que se eleva
sobre un colchón de caucho propio
y comparte su secreto

con el erizo. El erizo
no comparte su secreto con nadie.
Le decimos, Erizo, sal
de ti mismo y te amaremos.

No queremos hacerte daño. Sólo
queremos oír aquéllo
que tengas que decir. Queremos
tus respuestas a nuestras preguntas.

El erizo no suelta nada,
se mete en sí mismo.
Nos intriga qué tiene que ocultar
un erizo, qué lo hace desconfiar.

Olvidamos al dios
bajo esta corona de espinas.
Olvidamos que nunca más
confiará en el mundo un dios.





Viento y árbol.


Así como casi todo el viento
ocurre donde hay árboles,
casi todo el mundo se centra
alrededor de nosotros.
A menudo cuando el viento
ha reunido a los árboles
un árbol tomará a otro árbol
en sus brazos y lo sujetará.
Sus ramas que se machacan
enloquecidas,
no hacen un fuego real.
Se rompen unas a otras.
A menudo pienso que debía ser
como el árbol solo, que no va a ningún lado,
pues mi propio brazo no puede y no quiere
quebrar al otro. Pero en mis huesos rotos
siento el cambio de clima.





La rana.


Uno se la figura como otro pequeño
levantamiento entre el cascajo.
Sus ojos idénticos a la burbuja
de mi nivel. Dejo a un lado el martillo y el cincel
y la recojo con la paleta.

Toda la población de Irlanda
viene de un par que se dejó
a pasar la noche en un estanque
en los jardines de Trinity College,
dos botellas de vino dejadas a enfriar
después del Tratado de la Unión.

Sin duda hay una moraleja
en esta historia. Una lección para esta época.
¿Qué tal si me la pongo en la cabeza
y se la extraigo exprimiéndola,
como el recién exprimido jugo de un limón
o una nieve de lima?





El ultrasonido.


Hasta hace unas pocas semanas el ultrasonido
de la matriz de Jean a nada era tan parecido
como a un mapa por satélite de Irlanda:

la imagen ahora
está tan definida que distinguimos no sólo la mano
sino un pulgar;

en el camino a Spiddal, una mujer pide aventón;
un gladiador en su red, sentenciando a cada espectador





Los turistas.


Mi padre y mi madre, mi hermano y mi hermana
y yo, con el tío Pat, nuestro severo, pero bien amado tío,
nos fuimos aquella tarde de domingo de julio
en su maltrecho Ford,

no a visitar un cementerio -uno que había muerto de herpes;
otro, de fiebre; otro con una rodilla hecha puré-,
sino a ver la nueva rotonda en la carretera de Ballygawley,
la primera en el centro de Ulster.

El tío Pat nos contaba cómo los policías
lo habían detenido en una ocasión cerca de Ballygawley
y le habían destrozado la bicicleta,

y le habían hecho cantar The Sash, y maldecir al papa.
Le apretaron tanto la pistola contra la frente
que cuando llegó a casa todavía tenía la huella de una O.





El conejo.


Aunque nunca he aprendido a segar
de pronto me vi abriendo camino entre
los tallos de guisante
y los tronchos de coliflor del año pasado
en nuestro jardín de apenas media hectárea.
Mi padre siempre había dejado la piedra de amolar
guardada con esmero
dentro de su vieja gorra de obrero
encima del mismo tablón maltrecho
junto al foso de los desechos.

Este último invierno estaba demasiado enfermo
para trabajar. La guadaña se desafilaba
mucho más aprisa en mis manos
que en las suyas, y se amolaba tan a menudo,
que si la hoja
fue mermando a ojos vista
la piedra había desaparecido por completo
y agazapado dentro de la gorra
había un conejo de orejas pendientes.
Me lanzó por el hueco entre sus dientes

un silbido;
-Me preguntaba, jefe,
si sabe usted la denominación
de las coliflores en ese frío terrón
que aún espera plantar
en un pedazo de tierra
tan poco envidiable.
-Serían de esas de Variedad perdurable
-Eso me había parecido; y sin más se
pavoneó por el trampolín

y saltó. En cuanto cayó al agua
perdió el harapiento
taparrabos por causa
de la jauría en la piscina.
-Métete; el conejo despellejado desfilaba
y hacía cabriolas como la miel por la cuchara:
-Métete, Paddy Muldoon.
Y aunque a nadar no he aprendido
bien a gusto lo hubiera seguido.


Asombro. Richard Murphy (1927-2018)

Estos son los justos
Que matan injustamente a hombres a quienes llaman injustos.

Estos son los puros de corazón
Que ven a Dios en las paredes manchadas de excremento.

Estos son los patriotas
Que se mueren de hambre por dar comida a los rapaces periodistas.

Estos son los mártires
Que se mueren por un futuro enterrado en el pasado.

Estos son el sacrificio
Que una palabra encarceló y que una palabra podría salvar.


Poemas. Frank O'Hara (1926-1966)

¿Por qué no soy pintor? 


No soy pintor, soy poeta.
¿Por qué? Creo que preferiría ser
pintor, pero no lo soy. Bueno,
por ejemplo, Mike Goldberg
está empezando un cuadro. Me paso a verlo.
«Siéntate y toma algo», me
dice. Bebo; bebemos. Levanto
la vista. «Has puesto SARDINAS.»
«Sí, ahí le hacía falta algo.»
«Ah.» Me voy, pasan los días,
me paso a verlo otra vez. El cuadro
avanza, me voy, pasan los
días. Me paso a verlo. El cuadro está
terminado. «¿Y las SARDINAS?»
Sólo quedan unas
letras. «Era demasiado», dice Mike.

¿Y yo? Un día pienso en
un color: naranja. Escribo una línea
sobre el naranja. Pronto es toda
una página llena de palabras, no unas líneas.
Luego otra página. Debería haber
bastante más, no más naranja, sino
más palabras, sobre lo terrible que es el naranja
y la vida. Pasan los días. Incluso está en
prosa, soy un poeta de verdad. Mi poema
está terminado y aún no he mencionado
el naranja. Son doce poemas, los titulo
NARANJAS. Y un día en una galería
veo el cuadro de Mike. Se titula SARDINAS.





Cuando me encuentro deprimido...


Cuando me encuentro deprimido y ansiosamente hosco
Lo único que debes es desnudarte
Y todo desaparece revelando la ternura de la vida
Que somos carne y respiramos y estamos próximos
Y al tomarte como en verdad soy vivo y entendiendo vagamente
Qué acontece
Y lo que es de importancia para mí fuera de las intromisiones
De incidentes y relaciones accidentales
Que nada tienen que ver con mi vida

Cuando estoy en tu presencia siento que la vida es poderosa
Y ha de vencer a todos sus enemigos y a todos los míos
Y a todos los tuyos y a los tuyos en ti y a los míos en mí
La lógica enferma y el razonamiento débil son remediados
Por la perfecta simetría de tus brazos y tus piernas
Explayándose formando unidos un círculo eterno
Creando una columna dorada al lado del Atlántico
La ligera línea de vello dividiendo tu torso
Da descanso a mi mente y libera la emoción
Hasta ese aire infinito donde ya que estamos juntos
Siempre lo estaremos venga lo que venga.





Esferas gemelas.


Esferas gemelas llenas de pelusa y ruido
Rodando suavemente sobre mi estómago pasándose en mi pecho
Y así mi boca está plena de soles
Esa ternura parece tan previa a la dureza
Esa boca acostumbrada a hablar tanto
Habla por fin del afecto en la Antigua China
Y del amor a la forma las Odiseas
Cada fosa está cubierta con semillas de perla
Tu pelo es un árbol bajo una tormenta de nieve
Emanando entrego la chispa inmortal emanando
Brindas a mi vida esa sustancia que los Antiguos amaron
Aquellos soles sonríen mientras se deslizan por el firmamento
Y al igual que tu carruaje súbitamente me torno un mito
Qué cielo es éste que habitamos por un tiempo tan prolongado
Deberá ser descubierto pronto y desaparecer.





Homosexualidad.


¿Nos Estamos quitando las máscaras, no es verdad, y mantenemos
cerrada la boca? ¡Cómo al ser traspasados por una mirada!

La canción de una envejecida vaca está más llena de sentido
Que los vapores que escapan a nuestra alma cuando uno enferma;

Así que estiro las sombras a mi alrededor al igual que un cojín
Y cierro los párpados como en el momento más excelso

De una larguísima ópera, ¡y luego estallamos!
Sin reproches ni esperanza de que nuestros delicados pies

Toquen nuevamente la tierra, ni que decir ¨ próximamente ¨.
Es la ley de mi propia voz lo que he de investigar.
Empiezo como el hielo, mi dedo al oído, el oído
A mi corazón, ese chucho, orgulloso en el cubo de basura

Bajo la lluvia. Es maravilloso admirarse a sí mismo
Con absoluta inocencia, contrastando los méritos de cada uno

De los retretes. El de la Calle14 es alcohólico y crédulo,
El de la 53 intenta temblar pero es muy calmo. Los buenos

Aman un parque y los ineptos una estación de tren
Y están también los divinos que se arrastran por lo alto

Y por lo bajo de una sombra creciente con cabeza abisinia
En el polvo, marcando sus altos tacones de aires tórridos,

Lamentándose para confundir a los valientes ¨ En un día de verano,
Y deseo ser deseado más que ninguna otra cosa en el mundo¨.





A un paso de distancia de ellos. 


Es la hora de comer, así que salgo
a pasear entre los taxis pintados
de ruido. Primero, por la acera
donde los obreros alimentan sus sucios
y brillantes torsos con bocadillos
y Coca-Cola. Llevan cascos
amarillos; supongo que los protegen
de los ladrillos que caen. Luego
por la avenida donde las faldas se arremolinan
sobre los tacones y se inflan
encima de los enrejados. El sol calienta, pero los
taxis remueven el aire. Miro
ofertas de relojes de pulsera. Hay
gatos que juegan en el serrín.
A
Times Square, donde el anuncio
humea sobre mi cabeza, y más arriba
mana suavemente el agua de la cascada. Un
Negro de pie en un portal con un
palillo se mueve lánguidamente.
Chista una corista rubia: él
sonríe y se frota la barbilla. De pronto
todo es bocina: son las 12:40 de
un jueves.
El neón de día es ungran placer, como escribiría
Edwin Denby, como lo son las bombillas de día.
Paro para tomarme una hamburguesa de queso en JULIET'S
CORNER. Giulietta Masina, esposa de
Federico Fellini, è bell'atrice.
Y chocolate malteado. Una señora que
viste pieles en un día así mete a su caniche
en un taxi.
Hoy hay varios portorriqueños
en la avenida, lo que
la hace hermosa y cálida. Primero
murió Bunny, después John Latouche,
después Jackson Pollock. ¿Pero está la tierra
tan llena de ellos como lo estuvo la vida?
Y uno ha comido y pasea
frente a revistas con desnudosy
carteles de BULLFIGHT y
el Manhattan Storage Warehouse
que pronto será demolido. Antes
pensaba que aquí se hacía el
Armory Show.
Un vaso de zumo de papaya
y vuelta al trabajo. Mi corazón está en mi
bolsillo, son los Poemas de Pierre Reverdy.





Lana Turner ha sufrido un colapso.


¡Lana Turner ha sufrido un colapso!
Yo estaba trotando y de pronto
empezó a llover y a nevar
y vos dijiste que caía granizo
pero el granizo te pega en la cabeza
fuerte, así que en realidad nevaba y
llovía y yo iba con tanto apuro
para encontrarme con vos pero el tránsito
actuaba exactamente igual que el cielo
y de pronto veo el titular
¡LANA TURNER HA SUFRIDO UN COLAPSO!
No hay nieve en Hollywood
No hay lluvia en California
yo he ido a un montón de fiestas
y he actuado de un modo por completo vergonzoso
pero jamás he sufrido un colapso
Oh Lana Turner te amamos levantáte.





Autobiografía literaria.


Cuando era un niño
jugué para mí solo en una
esquina del patio del colegio:
solo.

Odiaba las muñecas
y los juegos, los animales no
eran amigables y los pájaros
volaban lejos.

Si cualquiera me miraba
me escondía tras de
un árbol y gritaba “soy
un huérfano.”

¡Y aquí yo soy el
centro de toda la belleza!
¡Escribiendo estos poemas!
¡Imagina!


Poemas. Sharon Olds.

Las víctimas. 


Cuando mamá se divorció de vos, nos alegramos. Se la aguantó
y se la aguantó en silencio, durante todos esos años, hasta que al fin
te echó sin previo aviso: sus hijos, encantados. Tiempo después te echaron
del trabajo: nos alegramos en el fuero interno, como la gente se alegró
la última vez que Nixon dejó la Casa Blanca en helicóptero. Nos divertía
imaginar que te quitaran tu oficina, tus secretarias,
tus almuerzos con tres whiskies dobles,
tus lápices, tus resmas de papel. ¿Te harían devolver también
tus trajes, esos oscuros armazones colgados del placard,
y las punteras negras de tus zapatos con sus grandes poros?
Nos había enseñado a aguantárnosla, a odiarte y a aguantárnosla,
hasta que la empujamos a aniquilarte, Padre. Ahora,
cada vez que paso por al lado de un mendigo en un portal,
el cuerpo de babosa brillándole a través de las rendijas
de su traje de barro comprimido, las aletas
manchadas de sus manos, el fuego
submarino de sus ojos, como barcos hundidos
con las luces encendidas, me pregunto quiénes habrán sido
los que se lo aguantaron en silencio, hasta que dieron todo,
y no les quedó nada más que esto.





Sexo sin amor.


¿Cómo lo pueden hacer, los que hacen el amor sin amor?
Bailarines hermosos,
deslizándose como patinadores
sobre el hielo, con los dedos engarzados
a sus cuerpos, de caras enrojecidas
como el bistec y el vino, mojados
como los niños abandonados por sus madres al nacer.
¿Cómo pueden llegar al instante
del instante mismo de los dioses, llegar a las aguas tranquilas,
sin amar al que llega con ellos, ligeramente
elevándose como el vapor de los cuerpos juntos?
Ellos son los místicos verdaderos,
los puristas, los duros que no van a aceptar
al falso Mesías, ni a confundir al sacerdote
con Dios. Ni al amante con su propio placer;
como los mejores atletas, saben que están solos
frente a la pista, con el frío, el viento,
las zapatillas bien amarradas y el corazón
en su puesto -circunstancias y factores solamente, como su pareja
en la cama, y no la verdad: el cuerpo solitario en el universo,
compitiendo con el mejor instante de su vida.





El niño injustamente castigado.


El niño grita en su cuarto. La rabia
le sube a la cabeza.
Pasando por estadios como el metal
a altas temperaturas.

Cuando se calme y salga por esa puerta
no será más el mismo que corrió
dando el portazo. Una aleación le añadieron. Ahora
se va quebrar en otra parte cuando lo golpeen.

Es más fuerte. La infinita impurificación
ha comenzado esta mañana.





Barómetro. 


Por ser la hermana menor de una mujer
que abandonó a su hija —dejándola a mitad de camino,
como se tira un marido— no soy como las otras madres.
Por las noches, voy al cuarto de mi hija,
y escucho el sonido en la cisterna
de su respiración; voy al cuarto de mi hijo, el grillo
todavía vivo en su garganta, en su pecho;
Quisiera poder inclinarme sobre mi propia cama
y escuchar mi respiración, para saber el clima
que viene.





Artificios.


Mi madre
la maga
puede hacer
que aparezcan
huevos en su mano.
Mis ovarios
aparecen en su mano, negros como higos
y dedos arrugados de tanto lavar.

Cierra su mano,
y cuando la abre,
nada.

Se saca de los oídos bufandas de seda
de todos los colores, joyas de su boca,
leche de sus pezones. Desnuda
sobre el tablado blanco,
hace sus números,
mi madre la maga.

Se saca los ojos.
Las cuencas vacías
se llenan de aceite
que rezuma bourbon y heces.
Por las ventanas de su nariz
saca pergaminos
que arden.

En el grand final
ese saca lentamente a mi padre
de su coño,
y poniéndolo en un sombrero de seda
lo desaparece.

Dije que ella puede hacer que todo
se vuelva nada, es un vacío en el espacio,
lo máximo,
la mejor maga. Todo

lo que he sacado de mi boca
frente a ustedes.





Estación.


Al regresar del muelle después de escribir,
avancé hacia la casa
y te vi la cara señoría
iluminada bajo una pantalla
pergamino color fuego.

Una mano elegante en la barba. Tus ojos agudos
me encontraron en el césped. Me miraste
como el señor mira hacia abajo desde su angosta ventana,
y tú que desciendes de lores. Calmadamente, sin dejar
tu insolencia, me examinaste,
la esposa corriendo hasta el muelle a escribir
tan pronto como uno de los niños se duerme,
dejándote el otro.

Tu boca alargada,
flexible como el arco de un guerrero,
no se curvó. Nos pasamos mucho rato
en la verdad de la situación, los poemas,
como cacería robada, pesaban en mis manos.





Las formas. 


Siempre tuve la sensación de que mi madre
moriría por nosotros, se lanzaría a un fuego
para sacarnos, el pelo incandescente como
un halo, se zambulliría en el agua, su cuerpo
blanco sucumbiendo y girando lentamente,
ese astronauta cuyo cable se corta
para
perderse
en la nada. Nos habría
protegido con su cuerpo, habría interpuesto
sus senos entre nuestro cuerpo y el cuchillo,
nos habría metido en el bolsillo del abrigo
lejos de las tormentas. En la tragedia, el animal
hembra habría muerto por nosotros,
pero en la vida tal y como era
tuvo que mirar
por ella.
Tuvo que hacer a los niños
lo que él dijera, tenía que
protegerse. En la guerra, habría
dado la vida por nosotros, te aseguro que sí,
y lo sé: soy una estudiosa de la guerra,
de hornos de gas, de asfixia, cuchillos,
de ahogamientos, quemaduras, todas las formas
en las que sufrí su amor.


Poemas. Marianne Moore (1887-1972)

A un caracol. 


Si “la condensación es la principal gracia del estilo”,
tú la tienes. Lo contráctil es una virtud,
del mismo modo que lo es la modestia.
No es la adquisición de alguna cosa
que sirva de adorno,
o la casual cualidad que acontece
en conjunción con algo bien dicho
lo que apreciamos en el estilo,
sino el principio oculto:
a falta de pies, “un método de conclusiones”;
“un conocimiento de los principios”
en el curioso fenómeno de tu cuerno occipital.





El pasado es el presente.


Si se agotó la acción externa
y el ritmo pasó de moda,
me volveré hacia ti,
Habakkuk, tal como fui incitada a hacerlo hace poco, por XY, que hablaba de verso sin rima.

Este hombre dijo –creo repetir
exactamente sus palabras:
“La poesía hebrea esprosa con una especie de conciencia acrecentada. ‘El éxtasis genera
la ocasión y la conveniencia determina la forma.’





Poesía.


A mí también me desagrada: hay cosas más importantes que esta fruslería.
Leyéndola, eso sí, con el más completo desdén, uno descubre que, después de todo, hay
en ella espacio para lo genuino.

Manos que pueden agarrar, ojos
que pueden dilatarse, pelos que se paran
si es necesario, estas cosas son importantes no porque una

interpretación altisonante puede imponérseles sino porque son
útiles; cuando se vuelven derivadas hasta lo ininteligible,
lo mismo puede decirse de todos nosotros, que
no admiramos lo queno entendemos: el murciélago,
colgado cabeza abajo a la espera de algo que

comer, elefantes empujando, un caballo salvaje revolcándose, un lobo infatigable bajo un
árbol, el crítico inmutable crispando la piel como un caballo que siente una pulga,
el hincha del fútbol, el estadístico–
tampoco vale
ejercer la discriminación contra los “documentos de negocios y textos

escolares”; todos estos fenómenos son importantes. Uno debe distinguir,
empero: cuando la empujan hacia la notoriedad los poetastros, el resultado no es
poesía,
al menos no hasta que aquellos de entre nosotros que son poetas puedan ser
“literalistas de
la imaginación” –por sobre
la insolencia y la trivialidad y puedan presentar,

para ser inspeccionados, jardines imaginarios con sapos de verdad en ellos,
la tendremos. Por el momento, si solicitas por una parte
la materia prima de la poesía en
toda su crudeza y
por otra parte lo
genuino, entonces te interesa la poesía.





Críticos y conocedores.


Hay una gran cantidad de poesía en las inconscientes
afectaciones. Algunos objetos
Ming, las imperiales alfombras de coches
de ruedas amarillas, están muy bien donde están, pero yo
he visto algo
que me gusta más – un
simple y pueril intento de hacer que un imperfectamente
estable animal estuviera de pie,
un similar propósito al hacer que un cachorro
comiera en un plato.

Yo recuerdo un cisne bajo los sauces en Oxford,
con patas como hojas de arce
y color flamingo. Se desplazaba como un barco
de guerra. Incredulidad y consciente melindre eran
el ingrediente
fundamental de sus pocas ganas de moverse. Por último, su osadía
no era una prueba en contra
de su propensión a estimar enteramente los pedazos
de alimento que la corriente
le allegaba; se fue con lo que le di
para comer. He visto este cisne y
los he visto a ustedes; he visto la ambición
sin sutileza en una variedad de formas. Sucede que estando
cerca de un hormiguero, he visto
una escrupulosa hormiga llevar un tallo hacia el norte, al sur,
al este, al oeste, hasta que giró
sobre sí misma, caminar desde el lecho de flores
hacia el césped,
y volver al punto
desde el que había partido. Luego abandonó el tallo
como algo inútil y esforzando sus mandíbulas
con un pedazo de cal – diminuto
pero pesado, comenzó de nuevo el mismo camino.
¿Qué hay
en ser capaz
de decir que uno ha dominado la corriente
en una actitud de defensa propia;
en probar que uno ha tenido la experiencia
de cargar un tallo?





Silencio.


Mi padre solía decir:
"La gente de clase jamás hace visitas largas,
hay que mostrarles la tumba de Longfellow
o las flores de vidrio en Harvard.
Bastándose a sí mismos como el gato-
quien se lleva su presa a un retiro,
colgante la cola fláccida del ratón como un cordón de su boca-
a veces disfrutan con la soledad
y pueden quedarse privados de habla
al oír palabras que los hayan deleitado.
El sentimiento más hondo se muestra siempre en el silencio;
no en el silencio sino en la sobriedad".
Tampoco era insincero él al decir: "haga Ud. de mi casa su posada".
Las posadas no son residencias.





El hizo este biombo. 


No de plata ni de cuerda
sino de laurel curtido por la intemperie.
Aquí, introdujo un mar
uniforme como tapiz;
aquí, una higuera; allá, una cara;
más allá; un dragón circundando el espacio.





No hay cisne tan delicado. 


"No hay agua tan quieta como la
de las fuentes muertas de Versalles". Ni cisne
de turbia y ciega mirada recelosa
y patas gondoleras tan delicado
como el de china acharolada de ojos
castaño cervato y collar dentado
de oro donde se lee a quién perteneció el pájaro.

Alojado en el candelabro
Luis XV con capullos pintados
de amaranto, dalias,
erizos marinos y siemprevivas,
montado en la ramificada espuma
de bruñidas flores esculpidas,
cómodo y erguido. El rey ha muerto.





Inglaterra. 


Con sus ríos niños y pequeños pueblos, cada uno con su abadía o su catedral;
con voces -una voz, quizás, resonando a través del crucero-
el criterio de compatibilidad y conveniencia: e Italia,
con sus playas iguales -logrando un epicureísmo
del que la enormidad ha sido extraída:

y Grecia con sus cabras y sus patillas,
el nido de modificadas ilusiones: y Francia,
la "crisálida de las mariposas nocturnas"
en cuyos productos, el misterio de la construcción
nos desvía de lo que originalmente era nuestro objeto -
substancia en la médula: y el Este con sus caracoles, sus emocionales

taquigrafías y sus cucarachas de jade, sus cristales de roca y su imperturbabilidad,
todas con calidad de museo: y América donde hay
la pequeña. vieja y desvencijada victoria del sur
, donde se fuman cigarrillos en las calles del norte;
donde no hay correctores de pruebas, ni gusanos de seda ni digresiones:
¡la tierra del hombre salvaje; sin hierba, sin vínculos, país sin lengua -en el que las letras son escritas
no en español, ni en griego o latín o taquigrafía,
sino en llano americano que los perros y gatos puedan entender!
La letra "a" en el salmo y en la calma cuando
es pronunciada con el sonido de "a" en vela es muy evidente, pero

¿por qué continentes de malentendidos
deben ser explicados por el hecho?
¿Deberá entenderse que al existir hongos venenosos
que parecen simples hongos todos sean peligrosos?
En el caso de la fogosidad, que puede ser erradamente tomada como apetito,
de un calor que puede parecer ser prisa,
no se pueden sacar conclusiones.

Haber malentendido el asunto es haber confesado que no hemos indagado mucho.
El sublimado saber de China, el discernimiento de los egipcios,
el inundador torrente de emoción
comprimido en los verbos del hebreo,
los libros del hombre que es capaz de decir:
"Yo no envidio a nadie sino a ese, sólo
a ese que coge más peces
que yo" -la flor y el fruto de toda esa observada superioridad-
¿no nos hemos tropezado con ella en América,
debe uno imaginar que no existe allí?
Eso jamás se ha confinado a un solo sitio. "





La poesía.


A mí también me desagrada.
Sin embargo, al leerla con perfecto desprecio, se descubre en
ella, después de todo, un sitio para lo genuino.





Romero. 


La Belleza y el hijo de la Belleza y el romero
–en suma: Venus y Amor, su hijo–,
se supone nacidos del océano,
en Navidad, en mutua compañía
tejen una guirnalda festiva
aunque no siempre de romero –

desde que voló a Egipto, florece indiferente.
Con hojas como lanzas, verdes, pero plateadas por debajo
las flores –blancas originalmente–
se volvieron azules. La hierba del recuerdo,
que imita el manto azul de la Virgen María,
no es demasiado legendaria

para dar flores que a la vez son símbolo y aroma penetrante.
Tras brotar de las rocas junto al mar,
la estatura de Cristo a los treinta y tres años,
se nutre del rocío y con la abeja
“habla un lenguaje mudo”; en realidad
es una especie de árbol navideño.





La caridad triunfante sobre la envidia.


¿Tienes tiempo para una historia
(representada en un tapiz)?
La Caridad, montando un elefante,
sobre un «mosaico de flores», se enfrenta a la Envidia,
las flores «en manojos, sin plantar».
La Envidia, sobre un perro, está agotada por la obsesión,
su codicia (ya que sólo una parte de la propiedad
ajena puede arrebatar). Arrastrándose ansiosa
sobre la floreada filigrana, entre la amplia maleza
dentada por conchas que se arremolinan,
pequeños girasoles aplastados,
tenues tallos arqueados de coral, y —horizontalmente acanaladas—
mechas verdes, la Envidia, sobre su perro,
levanta los ojos hacia el elefante,
recula agazapada, con la mejilla ligeramente rasguñada.
Dice: «¡Oh, Caridad, apiádate de mí, Diosa!
Oh, despiadado Destino,
¿qué será de mí,
tullida a manos de la Caridad —Caritas—, la espada desenvainada
sobre mí ya? La sangre mancha mi mejilla. Estoy herida».
Vestida con peto sobre cota de malla, una camisa de acero
hasta las rodillas, repite: «Estoy herida».
El elefante, al que la autocompasión no desanima en ningún momento
convence a la víctima
de que el Destino no consiste en tramar una conjura.

El problema está superado —insoportablemente
agotador cuando era amenazante.
La liberación explica lo que parece un axioma.

No es preciso cortar el nudo gordiano.





El refugio del mago.


De moderada altura,
(lo he visto)
sombrío pero brillante por dentro
como una piedra lunar,
mientras un destello amarillo
desde la grieta de una contraventana
y un destello azul desde el farol
junto a la puerta principal brillaban.
No daba pie a ninguna queja,
no se podía pedir más,
consumadamente sencillo.

La mole negra de un rosal en la parte de atrás
casi tocando los aleros
con la exactitud de un Magritte,
era ante todo discreto.





Cuando compro cuadros.


Cuando compro cuadros
o- lo que está más cerca de la verdad-
cuando contemplo aquello de lo que me puedo imaginar dueña,
prefiero lo que podría darme placer en cualquier momento:
la sátira de la curiosidad en la que sólo es discernible
la intensidad del ánimo;
o justo lo contrario - la antigüedad, la sombrerera con adornos medievales
en la que aparecen sabuesos con cinturas que se estrechan como la del reloj de arena,
ciervos, aves y gente sentada.
Puede ser simplemente una losa, tal vez una biografía literal
(con letras espaciadas, sobre una especie de pergamino),
una alcachofa con seis tonos azules, el tripartito jeroglífico con patas de agachadiza,
la cerca de plata que protege la tumba de Adán o Miguel tomando a Adán por la muñeca.
El énfasis intelectual demasiado estricto sobre cual o tal cualidad
merma el placer.
No debe pretenderse desarmar nada, ni tampoco debe honrarse a la ligera el éxito generalizado,
aquello que es grande por que otra cosa es pequeña.
En conclusión: sea lo que fuere,
debe estar "iluminado por miradas penetrantes en la vida de las cosas",
debe reconocer las fuerzas espirituales que los crearon.