jueves, 18 de julio de 2024

El asesino de cisnes. Auguste Villiers de L'Isle-Adam (1838-1889)

Al consultar los volúmenes de Historia Natural, nuestro ilustre amigo, el doctor Tribulat Bonhomet había terminado por aprender que el cisne canta bien antes de morir. Efectivamente, nos confesaba, desde que la había escuchado, sólo esa música le ayudaba a soportar las decepciones de la vida, y cualquier otra ya no le parecía sino una cencerrada, puro Wagner.

¿Cómo había conseguido esa alegría de aficionado? En los alrededores de la antiquísima ciudad fortificada en la que vive, el anciano había descubierto en un parque abandonado, a la sombra de grandes árboles, un viejo estanque sagrado, sobre el sombrío espejo del cual se deslizaban doce o quince aves; había estudiado meticulosamente los accesos, calculado las distancias, observado sobre todo al cisne negro, el vigilante, que dormía, perdido en un rayo de sol.

Éste, permanecía todas las noches con los ojos abiertos, con un guijarro en su pico rosa, y si la más mínima alarma le revelaba peligro para aquellos a quienes custodiaba, lanzaba bruscamente al agua el guijarro, en mitad del blanco círculo de los dormidos para despertarlos: al oír la señal, el grupo habría huído en medio de la oscuridad hacia avenidas profundas, hacia lejanos céspedes, hacia alguna fuente en la que se reflejaban grises estatuas, o hacia cualquier otro refugio conocido por su memoria. Y Bonhomet los había contemplado en silencio, sonriéndoles incluso. ¿No era, pues, con su último canto con el que, como perfecto diletante, soñaba regalarse muy pronto los oídos?

A veces, pues, cuando sonaban las doce de alguna otoñal noche sin luna, fastidiado por el insomnio, Bonhomet se levantaba de repente y se vestía para asistir al concierto que necesitaba volver a escuchar. Tras introducir sus piernas en descomunales botas de goma forradas que prolongaba, sin sutura, una ancha levita impermeable. El huesudo y gigantesco doctor introducía las manos en un par de guantes de acero blasonado provenientes de alguna armadura medieval (guantes que había conseguido al abonar treinta y ocho monedas -¡Una locura!- a un anticuario). Hecho esto, se ceñía su amplio sombrero, apagaba la vela, descendía y, con la llave de su casa en el bolsillo, se encaminaba, a la burguesa, hacia la linde del parque abandonado.

Enseguida, se introducía por oscuros senderos hacia el retiro de sus cantantes favoritos, hacia el estanque cuya agua poco profunda, y bien sondeada por todas partes, no le pasaba de la cintura. Y, bajo la bóveda de la arboleda ensordecía sus pasos al pisar ramas secas. Cuando llegaba al borde del estanque, lenta, muy lentamente, introducía una bota, luego la otra, y avanzaba dentro del agua con precauciones inauditas, tan inauditas que apenas se atrevía a respirar. Como el melómano ante la inminencia de la cavatina esperada. De tal manera que, para dar los veinte pasos que le separaban de sus queridos virtuosos, empleaba normalmente entre dos y dos horas y media, hasta tal extremo temía alarmar la sutil vigilancia del guardián negro.

El soplo del cielos sin estrellas agitaba las altas ramas en la oscuridad, pero Bonhomet, sin dejarse distraer por el misterioso susurro, seguía avanzando y tan bien que, hacia las tres de la madrugada, se encontraba, invisible, a medio paso del cisne negro, sin que éste hubiera percibido ni el más mínimo indicio de su presencia. Entonces, el buen doctor, sonriendo en la oscuridad, arañaba suave, muy suavemente, rozando apenas con la punta de su índice medieval, la superficie anulada del agua, delante del vigilante.

Y arañaba con tal suavidad que éste, aunque algo sorprendido, no juzgaba esta vaga alarma como de una importancia digna de lanzar el guijarro. El cisne escuchaba. A la larga, cuando su instinto se percataba vagamente de la idea de peligro, su corazón, ¡oh! su pobre corazón ingenuo se ponía a latir horriblemente, lo que llenaba de júbilo a Bonhomet. Y los bellos cisnes, uno tras otro, perturbados por ese ruido en lo profundo de su sueño, sacaban ondulosamente la cabeza de debajo de sus pálidas alas plateadas y bajo el peso de la sombra de Bonhomet, entraban poco a poco en un estado de angustia, percibiendo no se sabe qué confusa consciencia del mortal peligro que los amenazaba. Pero, en su infinita delicadeza, sufrían en silencio como el vigilante, al no poder huir puesto que el guijarro no había sido lanzado. Y todos los corazones de aquellos blancos exiliados se ponían a dar latidos de sorda agonía, inteligibles y claros para el oído maravillado del excelente doctor que sabía muy bien lo que moralmente les producía su cercanía y se deleitaba, en pruritos incomparables, con la terrorífica sensación que su inmovilidad les hacía padecer.

¡Qué dulce resulta estimular a los artistas! Se decía en voz baja. Tres cuartos de hora, más o menos, duraba este éxtasis que no habría cambiado por un reino. ¡De repente, un rayo de la Estrella de la Mañana, deslizándose entre las ramas, iluminaba de improviso a Bonhomet, así como las aguas negras y los cisnes con ojos repletos de sueños! El vigilante, aterrorizado por aquella visión, arrojaba el guijarro. ¡Demasiado tarde!

Con un grito horrible en el que parecía desenmascararse su sonrisa, Bonhomet se precipitaba, con las garras en alto y los brazos tendidos, hacia las filas de las aves sagradas. Y eran rápidos los apretones de los dedos de acero de aquel paladín moderno, y los puros cuellos de nieve de dos o tres cantantes eran atravesados o rotos antes de que se produjera el vuelo radiante de los demás pájaros-poetas. Entonces, olvidándose del buen doctor, el alma de los cisnes moribundos se exhalaba en un canto de inmortal esperanza, de liberación y de amor, hacia los Cielos desconocidos.

El racional doctor sonreía de este sentimentalismo del que, como serio conocedor, sólo se dignaba saborear una cosa: El Timbre. No apreciaba musicalmente nada más que la singular suavidad del timbre de aquellas simbólicas voces, que vocalizaban la Muerte como una melodía. Con los ojos cerrados, Bonhomet aspiraba en su corazón las vibraciones armoniosas, luego, tambaleándose, como en un espasmo, iba a dejarse caer en la orilla del estanque, se tendía sobre la hierba, se acostaba boca arriba, dentro de sus ropas cálidas e impermeables. Y allí, aquel Mecenas de nuestra era, perdido en un sopor voluptuoso, volvía a saborear el recuerdo del canto delicioso de sus queridos artistas.

Y, reabsorbiendo su comatoso éxtasis, rumiaba, a la burguesa, aquella exquisita impresión hasta el amanecer.


Poemas. Joseph Brodsky (1940-1996)

Melodía de Belfast. 


He aquí una muchacha de una ciudad peligrosa.
Se corta corto su pelo oscuro
para tener que fruncir menos el ceño
cuando alguien resulta herido.

Pliega sus recuerdos como un paracaídas.
Junta la turba desechada
y cocina verduras en casa : disparan
aquí donde comen.

Ah, hay más cielo en estos lugares que, digamos,
tierra. De aquí que el tono de su voz
y su mirada manchen tu retina como una bombilla gris
cuando enciendes

hemisferios, y su falda acolchada que le llega a la rodilla
cortada para coger las ráfagas de viento,
sueño con ella amada o asesinada
porque la ciudad es muy pequeña.





Aldeas de piedra. 


Las aldeas de Inglaterra construidas en piedra.
Una catedral embotellada en la ventana de un pub.
Vacas dispersas en los campos.
Monumentos a reyes.

Un hombre con un traje comido por polillas
ve partir un tren, dirigiéndose, como todo aquí, hacia el mar,
sonríe a su hija que se va al Este.
Un silbido se oye.

Y el cielo sin fin sobre las tejas
se hace más azul a medida que se llena del exaltado canto de un pájaro.
Y mientras más claramente se oye el canto,
más pequeño se hace el pájaro.





24 de mayo de 1980.


He entrado en una jaula en vez de una bestia salvaje,
quemado mi oración y apodo con una uña en una choza prisión,
vivido junto al mar, jugado a la ruleta,
cenado con el diablo sabe quién vestido de frac.
Desde lo alto de un glaciar he inspeccionado medio mundo,
me he ahogado tres veces, dos veces descuartizado.
Abandonado el país que me nutrió.
Con aquellos que me han olvidado es posible hacer una ciudad.
Me he descolgado por estepas que recuerdan el grito del huno,
vestido con aquello que vuelve a estar de moda,
plantado cebada, cubierto con papel alquitranado el suelo trillado
y no he bebido sólo agua.
He admitido en mis sueños la pupila azul del carcelero,
mordisqueado el pan del exilio sin dejar una miga.
He hecho que mis cuerdas vocales profieran todo tipo de sonidos aparte de un aullido ;
he descendido al susurro. Ahora tengo cuarenta.
¿Qué debo decir de mi vida? Que ha sido larga.
Sólo con el dolor siento solidaridad.
Pero hasta que rellenen con arcilla mi boca,
de ella sólo resonará gratitud.





Oda el concreto.


Me sobrevivirás, viejo y buen concreto,
como yo he sobrevivido, parece, a algunos hombres
que me habían tomado, también, por una especie de calle,
citando el color de los ojos o semblante.

Así es que alabo tu apariencia inanimada, porosa
no por envidia, sino como tu pariente más
próximo –menos durable, plagado de junturas
sueltas, aunque todavía agradecido a los arquitectos.

Aplaudo tus humildes orígenes –para ser exacto,
sin sentido—, rugido y chillido de frenos,
completamente emparejado, sin embargo, por la meta
abstracta, más allá de mi alcance.

No es que nada engendre su clase,
sino que el futuro prefiere cortejar
una conquista que es resueltamente ciega
y envuelta en una larga y petrificada falda.





Canción de amor.


Si te estuvieras ahogando, acudiría al rescate,
te envolvería en mi manta y serviría té caliente.
Si fuera un comisario, te arrestaría
y te mantendría en una celda bajo siete llaves.

Si tú fueras un ave, batiría un récord
y escucharía toda la noche tu trinar de tono agudo.
Si fuera un sargento, serías mi recluta,
y, muchacho, te aseguro que amarías el ejercicio.

Si tú fueras china, aprendería la lengua,
quemaría mucho incienso, usaría vestiduras raras.
Si tú fueras espejo, me abalanzaría al baño de damas,
te daría mi lápiz labial rojo y te empolvaría la nariz.

Si tú amaras los volcanes, yo sería lava,
incansablemente eructando de mi oculta fuente.
Y si tú fueras mi esposa, sería tu amante,
porque la Iglesia se opone tenazmente al divorcio.





Törnfallet.


Hay una pradera en Suecia
donde yazgo golpeado,
con los ojos manchados de las
entradas y salidas blancas de las nubes.

Y cerca de esa pradera
vaga mi viuda
trenzando una corona
de tréboles para su amado.

La tomé en matrimonio
en una parroquia de granito.
La nieve prestó su blancura,
un pino fue testigo.

Ella nadaba en el lago
ovalado cuyo espejo
de ópalo, enmarcado de helechos,
se sentía felizmente roto.

Y en la noche el testarudo
sol de sus castaños
cabellos brillaba en mi almohada
de un lado a otro.

Ahora en la distancia
escucho su canción.
Canta "Golondrina Azul",
pero yo no la puedo acompañar.

Las sombras de la tarde
hurtan a la pradera
su amplitud y color.
Se pone frío.

Mientras yazgo muriendo
aquí, veo
las estrellas. Aquí está Venus ;
nadie entre nosotros.





Ab Ovo.


Debía existir, a fin de cuentas, un idioma
en que el vocablo “huevo” fuera reducido
enteramente a O, como los italianos
se acercan con su uova, razón por la que Dante
lo imaginó el más sano de los alimentos,
predilección que compartía con sopranos
y con tenores cuyos torsos como peras
representan, bien mirado, el vocablo “ópera”.
Concierne igual a los románticos de cepa,
los alemanes, que comienzan cada verso
como si comenzaran a desayunar,
o a los igualmente engallados matemáticos
que empollan infinitos religiosamente
cuyos límpidos ceros jamás abrirán.


Poemas. William Blake (1757-1827)

El terrón y el guijarro. 


"El amor no anhela complacerse a sí mismo
ni por sí mismo se inquieta,
en cambio al otro da sosiego,
y construye un Cielo en la desolación del Infierno."

Así cantaba un diminuto Terrón de Arcilla
pisoteado por las patas del ganado,
pero un Guijarro del cañadón
murmuró estos versos apropiados:

"El amor sólo busca darse el gusto,
y encadenar al otro a su deleite,
se regocija con el desconsuelo ajeno,
y construye un Infierno a expensas del Cielo."





Resumen humano.


No existiría la Piedad
si no hiciéramos pobre a alguien;
y no haría falta la Misericordia
si todos fuesen tan dichosos como nosotros.

Y el miedo recíproco trae paz,
hasta que el amor egoísta se incrementa:
entonces la Crueldad arma su trampa
y esparce sus cebos con cautela.

Se instala con santos temores,
y riega con lágrimas la tierra;
entonces debajo de sus pies
echa raíces la Humildad.

Rápido extiende sobre su cabeza
sombras lúgubres de Misterio;
y la Oruga y la Mosca
se nutren de tal Misterio.

Luego crece el fruto del Engaño,
rubicundo y dulce al paladar;
y el Cuervo su nido instala
en el ramaje más tupido.

Los Dioses de la tierra y el mar
escrutaron la Naturaleza para hallar tal Árbol;
pero la búsqueda fue toda en vano:
crece uno en cada Cerebro Humano.





El negrito. 


Mi madre me parió en el sur agreste,
y soy negro, pero ¡oh! mi alma es blanca;
blanco como un ángel es el niño inglés,
pero yo soy negro, como carente de luz.

Mi madre me instruía debajo de un árbol,
y sentándose antes de que se calentara el día,
me colocó sobre su falda y me besó,
y señalando al este, empezó a decir:

"Mira hacia el sol naciente: allí vive Dios,
y brinda su luz, y distribuye su calor;
y flores y árboles, bestias y hombres reciben
alivio por la mañana y júbilo al mediodía.

Y por corto espacio somos puestos en la tierra,
para que aprendamos a sobrellevar los rayos del amor;
y estos cuerpos negros y este rostro tostado
son apenas una nube, como una arboleda sombría.

Pues cuando nuestras almas aprendan a sobrellevar el calor,
la nube se disolverá; oiremos su voz
diciendo: 'Salid de la arboleda, mis muy amados,
y en torno de mi morada dorada, disfrutad como corderos".

Eso me dijo mi madre, y me besó,
y así se lo digo al niñito inglés:
Cuando yo de la nube negra y él de la nube blanca nos libremos,
y disfrutemos como corderos en la morada de Dios,

lo protegeré del calor hasta que pueda tolerarlo
y se apoye jubiloso sobre la rodilla de nuestro padre;
y entonces estaré erguido y palmearé su cabello plateado,
y seré como él, y entonces por él seré amado.





El niñito encontrado.


El niñito perdido en el pantano solitario,
guiado por la luz errante,
empezó a llorar; pero Dios, siempre cercano,
apareció como su padre, vestido de blanco.

Besó al chiquillo y tomándole la mano
lo condujo hasta su madre,
que pálida de pena, por el solitario valle,
llorando a su hijito buscaba.





La niñita encontrada.


La noche entera, infortunados,
van los padres de Lyca
a través de valles profundos
mientras los desiertos lloran.

Exhaustos y desconsolados,
roncos de tanto gemir,
siete días tomados de los brazos
las sendas del desierto rastrearon.

Duermen siete noches
entre sombras profundas,
y sueñan que ven a su niña
famélica en la salvaje arena.

Apagada, sin rumbo,
deambula la figura imaginada,
hambrienta, llorando, endeble,
con un sordo grito plañidero.

Erguida sobre su desasosiego,
la temblorosa mujer se apresta
con los pies pesados de dolor:
ya no logra seguir adelante.

Él la toma en sus brazos
armado con su profundo pesar,
hasta que en medio de su camino
ven recostado a un león.

Era imposible dar marcha atrás:
pronto su pesada melena
los abate contra el suelo,
y después los circunda al acecho.

Olfatea a su presa;
pero sus temores apacigua
mediante el lamido de sus manos,
y queda en silencio a su lado.

Lo miran a los ojos
llenos de extrema sorpresa,
y maravillados contemplan
a un espíritu de oro revestido.

Sobre su cabeza, una corona;
desplegada por los hombros
fluctúa su cabellera dorada.
Todo los temores se les diluyen.

"Seguidme", les expresa;
"No lloréis por la niñita;
en mi recóndito palacio
Lyca descansa dormida."

Ellos lo siguen entonces
hasta donde la visión llevaba,
y vieron a su hijita durmiendo
junto a los tigres feroces.

Hasta este día todavía moran
en un solitario valle;
no temen el aullido del lobo
ni al león cuando ruge.





A Tirzah.


Todo lo Nacido de Origen Mortal
deberá consumirse con la Tierra
para elevarse libre de la Procreación:
entonces, ¿qué tengo yo que ver contigo?

Los Sexos brotaron de la Vergüenza y el Orgullo,
resoplaron en la mañana; sucumbieron al atardecer,
pero la Misericordia transformó a la Muerte en Sueño:
los Sexos se irguieron para trabajar y padecer.

Tú, Madre de mi parte Mortal,
con crueldad modelaste mi corazón,
y con lágrimas falsas y embaucadoras
bloqueaste mi Nariz, mis Ojos y mis Oídos.

Tapaste mi Lengua con insensible arcilla,
y me entregaste a la Vida Mortal.
La muerte de Jesús me liberó:
Entonces, ¿qué tengo yo que ver contigo?





El pastor.


¡Qué dulce es la dulce fortuna del Pastor!
Deambula desde el alba hasta el atardecer;
debe seguir a su rebaño el día entero,
y su lengua se embeberá con alabanzas.

Pues oye el inocente llamado del borrego,
y escucha la tierna respuesta de l a oveja;
vigila mientras permanecen en calma
pues saben cuándo está próximo su Pastor.





¡Ah, girasol! 


¡Ah, girasol! Hastiado del tiempo,
contaste las pisadas del Sol,
y buscaste aquel clima dulce y dorado
donde concluye el rumbo del viajero:

allí donde la juventud ardiente de deseos,
y donde la Virgen joven amortajada en nieve,
se levantan de sus tumbas y anhelan ir
hacia donde mi girasol desea llegar.





El prado resonante. 


Se eleva el sol
y los cielos se vuelven dichosos;
resuenan alegres las campanas
como bienvenida para la primavera;
la alondra y el zorzal,
las aves de los arbustos,
trinan estrepitosamente
ante el sonido jovial de las campanas,
mientras nuestros juegos son vistos
sobre el Prado Resonante.

El viejo Juan, de cabellos blancos,
ríe y aparta sus preocupaciones,
sentado bajo el roble,
entre los demás ancianos.
Se ríen de nuestros juegos
y poco después todos dicen:
"Así, así se disfrutaba
cuando nosotros, niñas y muchachos,
en nuestra juventud éramos vistos
sobre el Prado Resonante".

Hasta que los pequeños, ya exhaustos,
no pueden seguir la diversión;
el sol va descendiendo,
y nuestros juegos se acaban.
En torno al regazo de sus madres
muchas hermanas y hermanos,
como pajaritos en su nido, se disponen al reposo,
y dejan de verse los juegos,
en el Prado oscurecido.





Augurios de inocencia.


Para ver el mundo en un grano de arena,
Y el cielo en una flor silvestre,
Abarca el infinito en la palma de tu mano
Y la eternidad en una hora.





El libro de Thel.


IV. El guardián terrible de las puertas eternas...

El guardián terrible de las puertas eternas corrió los cerrojos del norte.
Thel entró y vio los secretos de la tierra desconocida.
Vio los lechos de los muertos y el lugar donde las raíces fibrosas
De cada corazón, implican en el suelo su tejido impaciente:
Una tierra de penas y de lágrimas, donde jamás se vio una sonrisa.

Vagó por el país de las nubes, a través de valles lóbregos, oyendo
Lamentos y quejas. Esperaba a menudo junto a una tumba,
Donde el rocío se posaba.
Permanecía callada oyendo las voces de la tierra,
Hasta que llegó al lugar de su tumba y allí descansó,
Y oyó esta voz de congoja que exhalaba el abismo:

“¿Por qué no puede el Oído cerrarse a su propia destrucción?
¿O el Ojo húmedo al veneno de una sonrisa?
¿Por qué los párpados guardan saetas prestas
En campo donde yacen mil guerreros emboscados,
O un Ojo de dones y gracias derrama frutos y oro acuñado?
¿Por qué una Lengua grabada con miel de cada viento?
¿Por qué atrae los Mundos el Oído como un impetuoso torbellino?
¿Por qué la Nariz aspira el terror, trémula de miedo?
¿Por qué un tierno freno en el doncel vehemente?
¿Por qué una tenue cortina de carne en el lecho de nuestro deseo?

Dejó la Virgen su asiento y, con grito agudo,
Huyó raudamente hacia los valles de Har.




El matrimonio del Cielo y el Infierno. Visión memorable.


Me hallaba en una Imprenta en el Infierno, y vi el método por el cual el conocimiento se transmite de generación en generación.

En la cámara primera había un Dragón-Hombre que barría la basura de la boca de una caverna. Adentro, multitud de dragones ahondaban la caverna.

En la cámara segunda había una serpiente que se envolvía en torno a la roca de la caverna, y otras que la adornaban con oro, plata y piedras preciosas.

En la cámara tercera un Aguila de alas y plumas de aire tornaba el interior de la caverna infinito. Había también multitud de Hombres-Águilas que edificaban palacios en las rocas enormes.

En la cámara cuarta Leones de ardientes llamas caminaban furiosos y fundían los metales hasta tornarlos en fluidos vivientes.

En la cámara quinta, formas sin Nombre arrojaban al espacio los metales.

Allí eran recibidos por los Hombres que ocupaban la cámara sexta. Tomaban la forma de libros y eran dispuestos en bibliotecas.





La revolución francesa. Libro 1.


Los muertos cavilan sobre Europa y esa nube y visión descienden sobre la alegre Francia.
¡Ah nube puntual! Enfermo, enfermo: el príncipe tendido en su lecho y envuelto en oscura
y tremenda niebla. Su fuerte mano extendida deja correr desde el hombro
un frío doloroso hasta el cetro, pesado en demasía para el humano puño. Nunca más
será esgrimido por mano visible ni golpeará cruel las tiernas montañas florecidas.

Enfermas las montañas. Todos sus viñedos lloran en los ojos del plañidero regio;
Pálida está en su rostro la nube matutina. Levántate, Necker, que el alba antigua nos llama
Invitándonos a abandonar un sueño de cinco mil años. Despierto; pero mi alma aún sueña.
Desde mi ventana contemplo las viejas montañas de Francia, semejantes a ancianos. Se van desvaneciendo.

Atribulado, apoyándose en Necker, baja el rey hasta su Cámara del Consejo. Umbrías montañas
Temerosas dejan escapar voces de trueno. Los bosques de Francia preservan en sus senos el sonido.
Nubes de profética sabiduría responden y corren, espesas, sobre el tejado del palacio
Cuarenta hombres: cada uno de ellos cavila con pesar en la infinita sombra de su alma.
Como nuestros antiguos patriarcas en regiones crepusculares, van a reunirse en torno al rey.
De nuevo la potente voz de Francia llama a la mañana. La mañana profetiza a sus nubes.





La voz del anciano bardo.


Juventud de deleite, ven aquí
Y mira la mañana que despierta,
Imagen de la verdad recién nacida.
Han huido las dudas y las nubes de la razón,
Las sutiles disputas, los ingeniosos tormentos.
La insensatez es un laberinto interminable,
De enmarañadas raíces que confunden sus caminos:
¡Cuántos han caído allí!
Tropiezan toda la noche con los huesos de los muertos,
Y sienten que ignoran todo menos la inquietud,
Y desean guiar a otros, cuando deberían ser guiados.





El libro de Urizen. Capítulo I. 


1. ¡Mirad, una sombra de horror se ha alzado
En la Eternidad! Desconocida, estéril,
Ensimismada, repulsiva: ¿qué Demonio
Ha creado este vacío abominable,
Que estremece las almas? Algunos respondieron:
”Es Urizen”. Pero desconocido, abstraído,
Meditando en secreto, el poder oscuro se ocultaba.

2. Los tiempos dividió en tiempo y midió
Espacio por espacio en sus cerradas tinieblas,
Invisible, desconocido: las mutaciones surgieron
Como montañas desoladas, furiosamente destruidas
Por los vientos oscuros de las perturbaciones.

3. Porque luchó en batallas funestas
En conflictos invisibles con formas
Nacidas en su yermo desolado:
Bestia, ave, pez, serpiente y elemento,
Combustión, ráfaga, vapor y nube.

4. Sombrío, daba vueltas en silenciosa actividad,
Invisible, en medio de pasiones que atormentan;
Una actividad desconocida y horrible,
Una sombra que se contempla a sí misma
Entregada a una labor enorme.

5. Pero los Eternos contemplaron sus bosques inmensos.
Edades tras edades él yació, misterioso, desconocido,
Meditando, prisionero del abismo; todos eluden
El caos petrífico y abominable.

6. Urizén, el sombrío, preparó en silencio
Sus fríos horrores; sus legiones de truenos
Dispuestas en tenebrosas formaciones, se despliegan a través
Del mundo lógrebo, y el rumor de ruedas,
Como agitado mar, se oye en sus nubes,
En sus colinas de nieves guardadas, en sus montañas
De hielo y granito: voces de terror
Resuenan como truenos de otoño
Cuando la nube se inflama sobre la cosecha.





El libro de Urizen. Capítulo V. 


1. Aterrado, Los retrocedió ante su tarea:
su gran martillo cayó de su mano:
sus llamas le vieron, y, desfalleciendo,
escondieron en la humareda
sus miembros poderosos.
Pues, con un estrépito de ruinas, ensordecedor,
con choques, golpes, gemidos,
el Inmortal soportaba sus cadenas,
a pesar de estar ligado por un profundo sueño.

2. Todas las miríadas de la Eternidad,
toda la sabiduría y toda la alegría de la vida
rodaban como un Océano alrededor de él,
excepto aquello que los pequeños orbes
de su vista le desvelaban gradualmente.

3. Y ahora, su Vida eterna
se borró como un sueño.

4. Estremeciéndose, el Profeta eterno asestó
el golpe desde su región del norte a la del sur.
El fuelle y el martillo permanecían ahora callados.
Un silencio sin vigor embargaba su voz pofética;
en una fría soledad, en un vacío oscuro,
el Profeta eterno y Urizen se encontraron encerrados.

5. Edades y más edades rodaron sobre ellos,
separados de la vida y de la luz, helados
en formas horribles y monstruosas.
Los dejó que sus llamas se consumieran;
después, miró hacia atrás con un ansioso deseo,
pero el Espacio, que la existencia no dividía,
llenó su alma de horror.

6. Los lloró oscurecido por su pesadumbre;
su pecho fué presa de cataclismos de suspiros.
Vió a Urizen cadavérico, negro,
sujeto por cadenas, y la Piedad nació.

7. Dividiéndolo, dividiéndolo entre sus angustias
(pues la Piedad divide el alma),
en medio de torturas, eternidad sobre eternidad,
la vida chorreó en cataratas de arriba a abajo de sus escarpados.
El Vacío hizo contraerse la linfa en nervios
que erraron a lo largo, sobre el seno de noche,
y que dejaron un globo redondo de sangre
temblando sobre el vacío.
Así el Profeta eterno quedó escindido
ante la imagen cadavérica de Urizen.
Pues, entre tinieblas y nubes cambiantes,
por debajo, en una noche invernal,
el abismo de Los se extendía, inmenso;
y, tan pronto visibles, como tan pronto escondidas a los ojos
de los Eternos, las visiones lejanas
de la sombría separación aparecían.
Lo mismo que unas lentes descubren mundos
en el abismo sin fin del espacio,
lo mismo los ojos expansionadores de los Inmortales
veían las visiones sombrías de Los
y el globo de sangre vital que temblaba.

8. El globo de sangre vital temblaba,
ramificándose en raíces
fibrosas retorcidas sobre los vientos,
fibras de sangre, de leche y de lágrimas,
en medio de torturas, eternidad sobre eternidad.
Al fin, tomando cuerpo en las lágrimas y los gritos,
una forma de mujer, temblorosa y pálida,
vaciló ante su rostro de muerte.

9. Toda la Eternidad se estremeció al ver
la primera Mujer, ahora separada,
pálida como una nube de nieve,
vacilante ante el rostro de Los.

10. La maravilla, el terror, el miedo, el asombre
petrificaron a las miríadas de los Eternos,
al ver la primera forma femenina, ahora separada.
La llamaron Piedad y huyeron.

11. «¡Desplegad una tienda y cortinas espesas en torno a ellos!
Que cuerdas y picas encierren el Vacío
a fin de que los Eternos no puedan volverlo a ver.»

12 Comenzaron a tejer cortinas de oscuridad,
elevaron grandes pilares en tomo al vacío;
las sujetaron con garfios de oro.
Con infinito trabajo, los Eternos
tejieron una tela y la llamaron la Ciencia.





El árbol que mueve algunos a lágrimas de felicidad.


Carta al Dr. Trustler (23 agosto 1799)

El árbol que mueve algunos a lágrimas de felicidad,
en la mirada de otros no es más que un objeto verde
que se interpone en el camino.
Algunas personas ven la Naturaleza como algo ridículo y deforme,
pero para ellos no dirijo mi discurso;
y aún algunos pocos no ven en la naturaleza nada en especial.
Pero para los ojos de la persona de imaginación,
la Naturaleza es imaginación misma.
Así como un hombre es, ve.
Así como el ojo es formado,
así es como sus potencias quedan establecidas.





El cordero.


Pequeño cordero, ¿quién te hizo?
¿Sabes quién te hizo,
Te dio vida y comida
Por el arroyo y el hidromiel;
Te dio ropa de placer,
La más suave, de lana, brillante;
Te dio esa voz tan suave,
Alegrando a todos los valles?
Pequeño cordero, ¿quién te hizo?
¿Sabes quién te hizo?

Pequeño Cordero, te lo diré;
Pequeño Cordero, te lo diré:
Se llama como tú,
Porque Él se llama a sí mismo Cordero
Él es manso, y Él es suave,
Él se convirtió en niño.
Yo un niño, tú un cordero,
Nos llamamos por Su nombre.
Pequeño Cordero, ¡Dios te bendiga!
Pequeño Cordero, ¡Dios te bendiga!





El ángel. 


Sueño soñado ¿significado?
Yo era una virgen con un reinado,
Un ángel bueno a mí me cuidaba,
(¡Maldito lloro a nadie encantaba!)

Lloraba noche, lloraba día
Él mis lágrimas recogía
Lloraba día, lloraba noche
Yo le ocultaba muy bien mi goce.

La mañana se sonrojó
Sacó él sus alas y voló.
Sequé mi cara, armé el temor:
Escudos, lanzas, diez mil o mayor

Pronto mi Ángel ha regresado:
Yo estaba armada, él vino en vano;
Pues el tiempo joven ya voló
Y así mi cabello encaneció.


Poemas. Hart Crane (1899-1952)

Viajes I. 


Sobre el fresco fruncido de las olas,
Chicos de rayas vivas se azotan con arena.
Después de urdir batallas por las conchas,
Sus dedos desmigajan fragmentos de algas secas
Excavando joviales.

Y en respuesta al bullicio,
En las olas el sol relampaguea,
En la arena las olas lanzan truenos.
Y si me oyeran les diría:

Jugad, niños radiantes, con el perro,
Acariciad las conchas y los palos
Que el tiempo y la intemperie han deslucido;
Pero existe una línea que no debéis cruzar
Ni confiar el vivo cordaje de los cuerpos
A los besos tan fieles a las algas de un pecho tan extenso.

Cruel es el fondo del mar.





Viajes II. 


Pero este vasto guiño de lo eterno,
De riadas sin límite, sotaventos sin trabas,
Procesión de brocadas sábanas en las que
Su gran vientre de ondina se abre hacia la luna,
Expresando con risas los absortos tonos de nuestro amor;

Toma este Mar: su diapasón repica
Niveas sentencias sobre pergaminos de plata,
Terror del cetro en vistas que todo lo destruyen
Según su ánimo sea bueno o malo,
Excepto las piadosas manos de los amantes.

Cuando en San Salvador las campanas saludan
Las estrellas de lustre azafranado,
En los prados de flores de pascua de sus aguas,
Adagios de islas, oh Pródigo, terminan
Confesiones oscuras que sus venas escriben.

Mira cómo sus hombros hacen girar las horas.
Apresúrate mientras sus ricas manos pobres
Certifican con olas y con curvas espumas;
Mientras son ciertos, apresúrate: sueño, muerte y deseo
Encierran un momento en una flor flotante.

Amarradnos al tiempo, oh claras estaciones.
Oh galeón juglar del fuego caribeño,
No vayas a dejarnos en orilla terrestre hasta que
Se responda en el vórtice de nuestra sepultura
La mirada de espuma que la foca dirige al paraíso.





Viajes III.


Una infinita consanguinidad:
La imagen sugerida sobre ti la luz la recupera
De los llanos del mar en donde el cielo
Renuncia al pecho que alza cada ola;
Mientras el adornado camino que recorro
No lo bañan ni esparcen las brazadas
Amplias de tu costado al que en este momento
El mar también levanta manos de relicario.

Y traspasando así negras puertas hinchadas
Que deben, además, detener las distancias,
¡Más allá del pilar giratorio y del ágil frontón,
Luz incesante, allí, luchando con la luz
Estrellas que se besan de ola en ola
Hasta tu cuerpo que se mece!
Y allí donde la muerte, si se muda,
No supone matanza sino sólo este cambio
Que en el abrupto suelo se arroja de alba en alba,
Trasmembramiento hábil y sedoso del canto;

Déjame, amor, viajar, hacia tus manos...





Travesía. 


Donde las hojas del cedro dividen el cielo,
oí el mar.
En las lizas de zafiro de las colinas
me prometieron una infancia mejorada.

Ceñuda, sancionando al sol,
dejé mi memoria en una hondonada-
fortuito piojo, que teje el alforjón,
rocas delantales, congregas peras
en fanegas iluminadas por la luna
y despierta callejuelas con una escondida tos.

Peligrosamente ardió el verano
(me había unido a los recreos del viento).
Las sombras de las peñas alargaron mi espalda:
a los gongs de bronce de mis mejillas
La lluvia se secó sin aroma.

"No es largo, no es largo;
Mira donde la enredadera roja y negra
apuntaló valles": pero el viento
murió hablando a través de los tiempos que tú conoces.
Y abrazas, ¡corazón de hollín del hombre!
Así fui volteado de una lado a otro, como tu humo
compila una demasiado bien conocida biografía.

La noche era una lanza en la quebrada
Que medra a través de auténticos robles. ¿Y había yo andado
los doce decimales particulares del viento?
Tocando un abierto laurel, hallé
A un ladrón debajo, con mi robado libro en la mano.

"¿Por qué estás de nuevo ahí –sonriendo a un ataúd de hierro?",
"Para discutir con el laurel" repliqué
justificado en lo efímero, fugaz
bajo la constante maravilla de tus ojos-."

Cerro el libro. Y desde los Ptolomeos
la arena nos sumió en un resplandeciente abismo.
Una serpiente trazó un vértice para el sol
-en no holladas playas sacó su lengua y tamborileó.
¿Qué fuente escuche? ¿Qué helados discursos?
La memoria, confiada a la página, se había muerto.





Emblemas de conducta.


Cerca de una península el vagabundo se sentó y dibujó
las desiguales tumbas del valle. Mientras el apóstol daba
limosna a los pobres, el volcán estalló
con azufre y doradas rocas...
Porque el gozo cabalga en espléndidos ropajes
Atrayendo a los vivientes a las puertas principales.

Los oradores, siguen el universo,
y la radio, las completas leyes del pueblo.
El apóstol condice el pensamiento a través de la disciplina.
Tazones y copas llenas de adoraciones a los historiadores-
torpes labios conmemorando puertas espirituales.

El vagabundo escogió más tarde este lugar de reposo
donde nubes de mármol sostiene el mar
y donde finalmente nació el héroe escogido.
A la sazón, el verano y el humo habían pasado.
Los delfines aún jugaban, arqueando el horizonte,
pero sólo para levantar recuerdos de puertas espirituales.





En la tumba de Melville.


Lejos de este arrecife, a veces, bajo la ola
Los dados de los huesos de los muertos
Vio legar un mensaje, al contemplarlos
Batir la orilla, en polvo oscurecidos.

Sin campanas cruzaban barcos náufragos.
El cáliz de la muerte generosa
Devolvía un disperso, lívido jeroglífico,
Envuelto en espiral de caracolas.

Luego en la calma de una vasta espira,
amarras hechizadas, y en paz ya la malicia,
Había escarchados ojos que elevaron altares;
Por los astros reptaban las calladas respuestas.

Ni cuadrante ni brújula imaginan
Más distantes mareas... Y por la azul altura
El canto no despierta al marinero.
Que su mítica sombra sólo el mar la conserva.





El río. 


Pega tu nombre público a u letrero
hermano –en todas partes- hacia el oeste-joven
ciertos anuncios de tintes –Japalac- Ciertos Zahones
por amor de la tierra! Bajo el nuevo cartel rasgado
en la esquina garantizada –véase Bert Williams qué?
(...)





El túnel.


Funciones, surtidos, resúmenes –
Entre Times Square y Columbus Circle, las luces
Canalizan congresos, sesiones nocturnas
Reflejos de mil teatros, rostros –
Misteriosas cocinas....Lo buscarás todo.
(...)





La circunstancia.


(...)Si tú
pudieras beberte el sol como lo hizo y hace
Xochipilli,—como los que se han
ido lo han hecho, como ellos
que lo han hecho (...)

Si puedes morir, y después ayunar, quien vive
a partir de entonces, más fuerte que la muerte sonríe en piedra florecida;—
Tú podrías detener el tiempo, dar al floresciente
Tiempo una respuesta más larga (rasurar la luz,
Poseer en un halo completo los vientos del tiempo)
Una respuesta de fuerza más larga, respuesta más duradera
Como ellos lo hicieron—y lo han hecho...
(...)





Al puente de Brooklyn.


Cuántos amaneceres, fría tras su descanso sinuoso,
Habrá de zambullirse la gaviota
Soltando aniljos blancos de tumulto, elevando
La Libertad encima del agua encadenada.

Luego, con limpia curva, nuestros ojos se apartan,
Como la aparición de unas velas que cruzan,
De alguna hoja de cálculo que ha de ser archivada;
Hasta que el ascensor nos suelta del trabajo...

Pienso en los cines, prestidigitaciones panorámicas
o masas atraídas a una brillante escena
jaca mostrada, pero a la que de nuevo se apresuran,
Anunciada a otros ojos en la misma pantalla;

Y Tú, cruzando el puerto, entre rachas de plata
Como si te alcanzase el sol, pero dejando
Siempre en tu andar algún movimiento pendiente,
Tu misma libertad te sigue sosteniendo.

Desde algún agujero de metro, celda o altillo,
Un loco se apresura hacia tus torres,
Se inclina un poco, hinchándose chillona la camisa,
Una broma se arroja desde la muda caravana.

La luz del mediodía gotea por las vigas Wall abajo,
Colmillo de celeste acetileno;
Toda la tarde giran las grúas entre nubes...
Tus cables aún respiran el Atlántico Norte.

Y oscuro como el cielo del judío,
Tu galardóft... La gracia que confieres
De anomalía que el tiempo no puede producir:
Vibrante absolución y perdón que nos muestras.

Arpa y altar, fundidos por la furia
(¡Qué fuerza afinaría tu cordaje cantante!),
Umbral terrible de la promesa del profeta,
La súplica del paria y el grito del amante.

Y las luces del tráfico que rozan tu lenguaje
Veloz y sin cesuras, suspiro inmaculado de los astros,
Que salpican tu ruta, cifran la eternidad.
Y hemos visto la noche alzada por tus brazos.

Yo, a tu sombra, esperaba en los pilares;
Sólo en la oscuridad tu sombra es clara.
Los encendidos bloques urbanos se han borrado,
Ya la nieve sumerge todo un año de hierro...

Oh insomne como el río por debajo de ti,
Abovedando el mar, hierba que sueña en las praderas,
Ven a nosotros, los humildes, baja,
Y con tu curvatura ofrece un mito a Dios.


Poemas. Gregory Corso (1930-2001)

Espíritu. 


El espíritu
es vida
que fluye
a través
de la muerte
de mí

incesante
como un río
que no teme
transformarse
en océano.





Alquimia.


El pájaro de alas azules
se posa sobre la silla amarilla­
-La primavera ha llegado





Obsequié... 


Obsequié el firmamento
junto a las estrellas los planetas las lunas
y también las nubes y los vientos del clima
las formaciones de aviones, la migración de las aves...
“¡De ningún modo!”, aullaron los árboles,
“¡Los pájaros cuando no vuelan son nuestros, no los podés obsequiar!”
Así que obsequié los árboles
y el terreno que ellos habitan
y todas aquellas cosas que crecen y se arrastran sobre él
“¡Un momento!”, marearon los mares,
“¡Las costas, las playas son nuestras, los árboles para los barcos
para los astilleros, nuestros!, ¡no los podés obsequiar!”
Por lo tanto obsequié los mares todas las cosas que los nadan los navegan...
“De ningún modo”, tronaron los dioses,
“¡Todo lo que has obsequiado nos pertenece! ¡Nosotros lo creamos!
¡Incluso creamos a aquéllos como vos!”
Entonces fue cuando obsequié a los dioses.





Poeta hablando consigo mismo frente al espejo. 


Sí, Soy yo
Esta caza de mí
se ha transformado en algo evidentemente absurdo
creyendo que cuando yo
era perseguido
no sólo me encontraría a mí mismo
sino también a todo un rebaño de yoes
yoes pasados, yoes futuros
un carro cargado de ellos
y todos estos añosy adónde he llegado
en este punto del tiempo
éste no es el mismo espejo
que contemplé hace años

Es el espejo que cambia
nunca el pobre Gregory
(...)





Puma en el zoológico de Chapultepe. 


Largo suave lento rápido pulido gat
o¿Qué música, de quién la coreografía que bailaste
cuándo ellos bajaron la cortina final?

¿Puede semejante gracia ponderada permanecer
aquí, toda sola, en esta cueva de 3 por 6?

¿Te darán otra oportunidad
Tal vez para danzar en las Sierras?

Qué triste pareces, mirándote
yo pienso en Ulanova,
encerrada en algún cuarto amueblado
en Nueva Cork, en la calle 17 del este,
en la sección puertorriqueña.





Matrimonio. 


¿Debo casarme? ¿Debo ser bueno?
Sorprender a la chica de al lado
con mi traje con chaleco y mi sombrero fastuoso?
Y no llevarla al cine sino a cementerios
y decirle todo acerca de los lobos en las salas de baño
y de clarinetes falseados
Entonces desearla y besarla y todas las preliminares
y ella yendo hasta ahí nomás y yo entendiendo porqué
sin enojarme y decirle: Tú debes sentir ¡es hermoso sentir!
En cambio tomarla en mis brazos
los dos apoyados contra una vieja tumba torcida
y cortejarla toda la noche las constelaciones en el cielo

Entonces ella me presenta a sus padres
la espalda derecha, el pelo finalmente arreglado, estrangulado por una corbata
¿debo sentarme con las rodillas juntas en su rígido sofá
sin preguntar Dónde está el baño?
¿De qué otra manera sentirme distinto a lo que soy?
Oh que terrible debe ser para un hombre joven
sentarse frente a una familia y la familia pensando
¡Nunca lo hemos visto antes! ¡Quiere a nuestra Mary Lou!
después del té y las tortas caseras ellos preguntan
¿Qué hace Ud. Para vivir?
¿Debo decirles? ¿Me querrán entonces?
Dicen Muy bien cacéense, no estamos perdiendo una hija
estamos ganando un hijo
¿Debo preguntar entonces Dónde está el baño?

¡Oh Dios y la ceremonia! Toda la familia y sus amigos
y solamente un puñado de los míos todos mugrientos y barbudos
tan sólo esperando las copas y la comida
¡Y el cura! Mirándome como si me masturbara
preguntándome Toma Ud. A esta mujer como legítima esposa
Y yo temblando ¡qué decir Torta de Engrudo!
Y beso a la novia todos esos carnudos palmeando mi espalda
Ella es toda tuya muchacho! Je-Je-Je
Y en sus ojos puedes ver alguna obscena luna de miel llevándose a cabo

Después todo ese absurdo arroz y las latas y zapatos
¡Niágara Falls! ¡Hordas de nosotros! ¡Esposos! ¡Esposas! ¡Flores! ¡Chocolates!
Entrando en hoteles lujuriosos
todos para hacer la misma cosa esta noche
El conserje indiferente sabiendo lo que va a pasar
Los zombis del hall de entrada ellos sabiéndolo
El botones parpadeante sabiéndolo
¡Todo el mundo lo sabe!
Yo estoy inclinado a no hacer nada!
Quedarme parado toda la noche! ¡Mirar al conserje en el ojo!
Gritando: Yo estoy en contra de la luna de miel! ¡En contra!
corriendo rampante en esas suites casi climáticas
aullando ¡Panza de Radio! ¡Palada de gato!
O viviría en Niágara para siempre! En una caverna oscura
Debajo de las Cataratas
Me sentaría allí el Lunamielero Loco
planeando maneras de romper matrimonios, un flagelo de la bigamia
un santo del Divorcio

tomo la casa
Pero debería casarme ser bueno
Que lindo llegar a casa a ella
y sentarme cerca de la chimenea y ella en la cocina
con un delantal ella joven y adorable queriendo mi bebé
y tan contenta conmigo que quema el roastbeef
y se me acerca llorando y yo me levanto de mi sofá de gran
papá diciendo ¡Dientes de Navidad! ¡Manzana Sorda!
¡Mentes radiantes!
¡ Dios qué marido sería! ¡Si, debería casarme!
¡Tanto por hacer! Como por ejemplo entrar a
en la casa de
Mr. Jones tarde en la noche
y cubrir sus palos de golf con libros noruegos de 1920
como colgar una foto de Rimbaud en la máquina de cortar
como pegar estampillas de Tannu Tuva
por todo el cerco
como cuando la señora Bondad de Cabeza viene a recolectar
fondos para el cofre de la Comunidad
tomarla del brazo y decirle Hay signos desfavorables en el cielo!
y cuando venga el intendente para obtener mi voto decirle
¿cuándo va a prohibir a la gente asesinar ballenas?
y cuando el lechero venga dejarle una nota en la botella
Polvo de pingüino, tráigame polvo de pingüino
¡Yo quiero polvo de pingüino!

sin embargo si yo me casara y es una zona residencial y hay
nieve y ella tiene un chico y yo estoy sin dormir, agotado,
levantado toda la noche, la cabeza reclinada en una ventana tranquila
el pasado detrás de mí,
encontrándome en la más común de las situaciones
un hombre tembloroso con el conocimiento de la responsabilidad
¡Oh lo que sería!
Seguramente le daría por pezón un Tácito de caucho
por sonajero una bolsa de discos rotos de Bach
le hilvanaría a Della Francesca en el pesebre
le cosería el alfabeto griego en su babero
le construiría un Partenón desguarnecido para su lápiz

No, dudo que sería ese tipo de padre
no césped no hay nieve rural ni ventana tranquila
sino la ciudad de Nueva York calurosa dura y maloliente
siete pisos sin ascensor, cucarachas y ratas en las paredes
una mujer gorda del Reich aúllando sobre las papas A trabajar!
y cinco chicos ruidosos enamorados de Batman
y los vecinos todos desdentados y con el pelo seco
como esas masas de brujas del siglo dieciocho
todos esperando entrar a ver TV
El dueño de casa quiere el alquiler
Es imposible tirarse a soñar
teléfono, nieve, fantasma estacionado
¡No! ¡No debo casarme! ¡No debo casarme jamás!
Pero, imaginemos que yo estuviera casado
con una mujer hermosa y sofisticada
alta y pálida vistiendo un hermoso vestido negro
y largos guantes negros
con una boquilla en una mano
Y un trago en la otra
y vivimos en un rascacielos con una ventana enorme
desde donde podemos ver todo Nueva York
y aún más lejos en días claros
No, no me imagino en este sueño de prisión agradable

¿y qué pasa con el amor? Me olvido del amor
no es que sea incapaz de amar
sino que el amor me parece tan raro como tener zapatos
Nunca quise casarme con una chica que fuera como mi madre
e Ingrid Bergman siempre fue imposible
y posiblemente haya una chica pero ya se ha casado
y no me gustan los hombres y…
¡pero debe haber alguien!
Porque si tengo 60 años y no estoy casado
todo solo en un cuarto amueblado
con manchas de pis en los calzoncillos
y todos los demás están casados
¡Todo el universo casado excepto yo!

Ah y sin embargo yo sé que si hubiera
una mujer posible como yo lo soy
entonces el matrimonio sería factible!
Como ELLA con sus solitarios adornos cursis
esperando a su amante egipcio
así también yo espero, desconsolado de 2.000 años y el baño de la vida.





El yak loco.


Observo cómo baten la última leche que de mí sacarán.
Están esperando a que muera;
Quieren hacer botones de mis huesos.
¿Dónde están mis hermanas y hermanos?
Aquel monje alto que pone la carga sobre mi tío tiene un gorro nuevo.
¡Y nunca había visto a semejante embozado como
ese idiota estudiante suyo!
Pobre tío, se deja que le pongan la carga.
¡Qué triste está, qué cansado!
Me pregunto qué harán con sus huesos.
¡Y con su hermosa cola!
¡Cuántas agujetas harán!





Anoche conduje un automóvil.


Anoche conduje un automóvil
sin saber cómo conducir
sin tener un automóvil.
Lo conduje y arrollé
a personas que amo...
a 120 por hora en la ciudad.

Me detuve en Hedgeville
Y dormí en el asiento trasero
Entusiasmado por mi nueva vida.





Ellos.


Ellos, esos "ellos" sin nombre,
me derribaron
pero me levanté siempre me levanto...
Y maldije cuando me caí
muchas veces soporté la caída;
nadie mueve a una montaña salvo ella misma.
A ellos, hace mucho los llamé yo.





Visita a donde nací. 


De pie en la luz oscura de la calle oscura
miro hacia arriba, a la ventana, nací en ese lugar.
hay luces encendidas, gente moviéndose por ahí.
puesta la gabardina; cigarro en la boca
sombrero sobre un ojo, mano en el gatillo.
atravieso la calle y entro al edificio.
los botes de basura no dejan de oler.
subo al primer piso; orejas sucias
dirige su cuchillo hacia mí
le disparo lleno de miradas vacías.





Bomba. 


Motor de la historia Freno del tiempo Tú Bomba
Juguete del universo Lo más gran de aquello arrebatado al cielo No puedo odiarte
¿Odia el travieso rayo la mandíbula de un asno?
El abollado palo de un millón a.C. la maza la vara el hacha?
La catapulta Da Vinci el tomahawk de Cochise el pistolón de Kidd el puñal de Rathbone?
Ah y la triste y desesperada pistola de Verlaine Puskin Dillinger Bogart?
¿Y no tiene San Miguel una espada ardiente San Jorge una lanza David una honda?
Bomba eres tan cruel como el hombre que te hace y no eres más cruel que el cáncer
Todos los hombres te odian ellos preferirían más morir de un accidente de coche de un rayo ahogados
Cayendo desdes una azotea la silla eléctrica un ataque de corazón vejez vejez Oh Bomba Preferirían más morir de cualquier cosa que no fueras tú El dedo de la Muerte
trabaja por si mismo
No es tarea del hombre decidir si explotas o no la Muerte hace muy que ha distribuido su
azul categórico Te canto Bomba extravagenate de la Muerte jubileo de la Muerte
Gema del más supremo azul de la Muerte El aviador estrellará su muerte será diferente
de la del escalador que caerá morir por una cobra no es morir por un cerdo en mal estado
Algunos mueren por la humedad de algunos mares algunos por el hombre de cabellos espesos en la noche
Oh hay muertes como brujas de Arc Scarey muertos como Boris Karloff
Muertos sin sentimiento como nacimientos muertos muertes sin pena como el viejo dolor de Bowery
Muertos abandonados como los de la Pena Capital muertos majestuosos como los senadores
Y muertos impensables como Harpo Marx chicas de las portadas de Vogue de mi propiedad
No sé como es de horrible la muerte por la Bomba sólo me lo imagino
Aun así ningun muerto que conozca tiene una preview tan ridícula que yo vea
una ciudad la ciudad Nueva York vertiendo ojos asustados en el refugio del metro
Cuentas y cuentas una torpeza de la humanidad de Altos tacones doblados
Los gorros vuelan La juventud olvidando sus peines
Señoras sin saber qué hacer con sus bolsas de la compra
Impertérritas máquinas de chicle Todavía peligroso el tercer raíl
Los hermanos Ritz del Bronz atrapados en el tren A
El poster sonriente de Schenley siempre sonreirá
Traviesa muerte Bomba Sátira Muerte Bómbica
Tortugas explotando sobre Estambul
Las garras voladoras del jaguar
que rápidamente se hundirán en la nieve ártica
Pingüinos lanzados contra la Esfinge
En lo alto del Empire State
clavado en un campo de brócoli en Sicilia
Eiffel modelada como una C en los Jardines de Magnolia
Santa Sofia descascarillándose sobre Sudán
Oh Muerte atlética Bomba Deportiva
los templos de los tiempos primeros
sus grandes ruinas cesadas
Electrones Protones Neutrones
juntando cabellos de las hespérides
andando por el doloroso golfo de Arcadia
uniendo timoneles de mármol
entrantando en el anfiteatro final
con sentimiento de himnodia de todas las Troyas
proclamando antorchas de cipreses
de carreras de plumas y banderas
y todavía conociendo a Homero con una huella de gracia
He aquí el equipo visitador del Presente
el equipo local del Pasado
La lira y la tuba acopladas juntas
Escucháis la salchicha soda olivas uva
gala galaxia vestida y uniformada
comisario Oh los felices stands
Raíz etérea y vítores y silbidos
La asistencia billonaria sin precedentes
El pandemonium zeusiano
Hermes compitiendo con Owens
La pelota ensalivada de Buda
Cristo expulsado por tres strikes
Lutero escabulléndose a la tercera base
Muerte de Planetario Hosanna Bomba
El chorro se levantó al final Oh Bomba de Primavera
Ven con tu túnica de dinamita verde
desamenaza el inviolado ojo de la Naturaleza
Delante de tu enrevesado pasado
Detrás tuyo el llamativo Futuro Oh Bomba
Atada dentro l’aire herboso de trompeta
como el zorro del grito del cazador
tu campo el universo tu valla el geo
Salta Bomba Atada Bomba retoza en zig zag
Las estrellas un enjambre de abejas dentro tu bolso de fiesta
Engancha ángeles en tus pies de jubileo
ruedas de luz de lluvia sobre tu asiento entarimado
Tú estás listo y contempla tú estás listo
y los cielos están contigo
Hosanna creciente calor glorioso conexión
BOMBA Oh destrucción antifonia grieta fusa BUM
Bomba señala al infinito un horno repentino
desperdiga tu multitudinario y conseguido barrido
muestra agenda espeluznante
Estrellas carroñeras planetas osarios carcasas de elementos
Cadaveriza el universo he, he, he! brincando con-el-dedo-en-la-boca
sobre su larga larga muerte Ni
Desde tu aligerado y envuelto ojo espasmódico
exhaustos diluvios de celestiales espíritus
De tu apelacional matriz
vomita ráfagas de grandes gusanos
Rasgate la barriga Bomba
de tu barriga derraman saludos buitrales
Adelante batalla tus dedos adornados con muñones de hiena
a lo largo del cariz del Paraíso
Oh Bomba Oh el definitivo Flautista
tanto el sol como la luciérnaga bailan el último vals de tu choque
Dios abandonado ridículamente desnudado
bajo su delgado apocalipsis salpicado de falso talco
No puede sentir tus aflautadas
feliz-el-día profanaciones
Es derramado sordo dentro de la oreja verrugosa del Silenciador
Su Reino una eternidad de cera cruda
Atascados trompetazos lo desentrompen
Angeles lacrados lo descanten
Un Dios sin Trueno Un Dios muerto
Oh Bomba tu BUM Su tumba
Que me tumbe cabeza adelante sobre una mesa de ciencia
un astrólogo interesándose en prosa de dragon
medio entendido en guerras bombas especialmente bombas
Que somos incapaz d’odiar aquello que es necesario amar
Que no puedo existir en un mundo que consiente
un niño en un parque un hombre muriendo en una silla eléctrica
Que soy capaz de reir de todas las cosas
todo lo que sé y todo lo que no sé por para así ocultar mi dolor
Que digo que soy un poeta y por eso amo a todo el mundo
a sabiendas de que mis palabras son la conocida profecía de todos los hombres
y mis no palabras no menos que un barco conocido
Que soy múltiple
un hombre que persigue las grandes mentiras de oro
o un poeta vagando entre cenizas brillantes
o aquello que yo imagino de mi mismo ser
un sueño de tiburón dentado un comedor de sueños
No necesito ser un sabiondo sobre bombas
Felizmente porque si sintiera que las bombas fuesen orugas
no dudaría que se volverían mariposas
Hay un infierno para las bombas
Son allá las veo allá
Se sientan en pedazos y cantan canciones
sobretodo canciones Alemanas
y dos canciones Americanas muy largas
y ellos desearían que hubieran más canciones
especialmente canciones Rusas y Chinas
y algunas más canciones Americanas muy largas
Pobre pequeña Bomba que nunca será
una canción Esquimal que quiero
Quiero poner un chupachup
dentro de tu boca curvada
Una peluca rizada y rubia sobre tu pelada habichuela
y hacerte brincar conmigo como Hansel y Gretel
a lo largo de las pantallas de Hollywood
Oh Bomba en la cual todas las cosas preciosas
morales y físicas participan ansiosamente
Oh copo de hada cosechado desde el
árbol más grande del universo
Oh trozo del cielo que ofrece
tanto a la montaña y al hormiguero un sol
Estoy derecho ante tu fantástica puerta de lirio
te llevo de rosas Midgardian almizcle Arcadia
Reputados cosméticos de las muchachas del cielo
Dame la bienvenida no tengas miedo de abrir tu puerta
ni la gris memoria de tu fantasma frío
ni los chulos de clima indefinido
su cruel deshielo terrestre
Oppenheimer está sentado
en el oscuro foco de Luz
Fermi está seco en la Mozambique de la Muerte
Einstein su boca de mito
una corona de pies de cabra sobre la cabeza del calamar lunar
Déjame entrar Bomba levántate desde este rincón preñado de ratas
no tengas miedo de las escobas levantadas ni de las naciones del mundo
Oh Bomba te quiero
Quiero besar tu repiqueteo metálico comer tu bum
Tú eres un canto de gloria un cénit del chillido
un lírico sombrero del Señor Trueno
Oh haz resonar tus rodillas de tanque
BUM BUM BUM BUM BUM
BUM vosotros cielos y BUM vosotros soles
BUM BUM vosotros lunas vosotros estrellas BUM
vosotros noches BUM vosotros días vosotros BUM
BUM BUM vosotros vientos vosotros nubes vosotros lluvias
Hizo BANG vosotros lagos vosotros océanos BING
Barracuda BUM y puma BUM
Ubangui BANG orangután
BING BANG BONG BUM abeja oso babuino
vosotros BANG vosotros BONG vosotros BING
la cola la aleta el ala
Sí Sí entre nosotros una bomba caerá
Las flores botarán de placer por sobre sus doloridas raíces
Los prados se arrodillarán orgullosos bajo los aleluyas del viento
Florecerán Bombas rosa Bombas de alce revivirán sus orejas
Ah muchas bombas ese día dedicarán al pájaro una mirada amable
A pesar de todo no es necesario decir que una bomba caerá
o incluso afrontar que el fuego celestial se apaga
Sabed que la tierra hará una madona de la Bomba
que en los corazones de los hombres que vienen más bombas nacerán
bombas magistrales envueltas en armiño todas maravillosas
y se sentarán cataclac sobre los imperios gruñones de la tierra
feroces con mostachos de oro.





El hombre.


Prólogo a lo que sería un largo largo poema
Su buen ámbito es la historia, vieja e irónica;
No la historia moderna, incumplida y disfusa
-Días relampagueantes estruendosos feroces húmedos fríos
Pobre cavernícola, tan asustado del exterior,
Tan temeroso de su poder y belleza,
Creó un límite, y llamó a ese límite Dios
Célula, pez, hombre mono, Adán;
¿Cómo nació el primer hombre?
¿Y por qué ha dejado de nacer de esa manera?

El aire su combustible, la voluntad su motor, las piernas sus ruedas,
Los ojos el volante, los oídos la alarma
No podía volar, pero ahora lo hace -
Las uñas cabello dientes huesos sangre
Todos en comunión con la carne;
El corazón que siente todas las cosas de la vida
Y por último siente en la muerte;
Las manos en apariencia y acción son magistrales;
Los ojos los ojos;
El pene es una varita mágica,
El vientre mayor que la primavera -

No sé si sea el heredero de Adán
O pariente del simio,
Ningún hombre sabe; qué buen misterio conductor -
Puedo imaginar un alma, el alma dejando el cuerpo,
El cuerpo sintiendo la muerte, la muerte simplemente una higiene;
Puedo preguntarme el mundo la fábrica del alma,
El alma vistiendo un cuerpo como las bragas de un obrero,
Construyendo, desconstruyendo, reconstruyendo.
Que el hombre pueda pensar alma es una gran cosa extraña y maravillosa -

Al principio era el verbo; el hombre ha hablado -
Los judíos, los griegos; el caos tentando por detrás;
La dignidad exaltad canta; la cítara del ángel ciego
No tañó ninguna reacción en cadena para que la Guerra Mundial fuese la Guerra de Troya,
No con la diosa Discordia siendo denegada un asiento en la boda;
No hay alabanza del hombre en mi guerra, las guerras han perdido su carácter legendario -
La Biblia canta al hombre en toda su gloria;
Gran Judío, el hombre es un tallo duro tuyo,
Fuiste tú quien primero habló de amor, oh noble sobreviviente;
Los griegos se han ido, los egipcios no se han sino desvanecido;
Sin embargo tu testamento se mantiene -

La caída del hombre se yergue como mentira ante Beethoven,
Como una verdad ante Hitler -
El hombre es la victoria de la vida,
Y que Cristo sea la victoria del hombre -
Rey del universo es el hombre, creador de dioses;
No conoce nada más que a sí mismo
Y se conoce a sí mismo lo mejor que puede;
Existe como un ser de la naturaleza
Y sostiene todas las cosas en ser;
Su sueño puede ir más allá de la existencia -
¿Más grande la rosa?
La sencilla abeja no lo cree así;
Cuando el hombre canta los pájaros se humillan de piedad;
¿Qué historia puede cantar el imperio de las ballenas?
¿Qué hormiga genial se atreve a liberarse de la hormigueidad
Como el hombre de la humanidad?
¡Rey Agamemnón! ¡Hombre mortal!
Ah, inmortalidad


Poemas. Billy Collins.

Pureza. 


Mi momento favorito para escribir es en la tarde,
los días de semana, particularmente los miércoles.
Así es como lo hago:
Llevo un vaso de té frío a mi estudio y cierro la puerta.
Entonces me saco la ropa y la dejo apilada
como si me hubiera derretido hasta morir y mi legado
consistiera en sólo
una camisa blanca, unos pantalones y un vaso de té frío.

Entonces me saco la carne y la cuelgo sobre una silla.
La despego de mis huesos como una prenda de seda.
Hago esto para que de ese modo lo que escriba sea puro,
despojado completamente de lo carnal,
incontaminado por las preocupaciones del cuerpo.

Finalmente me saco cada uno de los órganos y lo acomodo
en una pequeña mesa junto a la ventana.
No quiero oír sus antiguos ritmos
cuando estoy tratando de escuchar mi propio tambor.

Ahora me siento en el escritorio, listo para comenzar.
Estoy enteramente puro: nada más que un esqueleto en una máquina de escribir.

Debo mencionar que a veces me dejo el pene puesto.
Hallo difícil ignorar la tentación.
Entonces soy un esqueleto con pene en una máquina de escribir.
En estas condiciones escribo extraordinarios poemas de amor,
la mayoría de los cuales exploran la conexión entre sexo y muerte.

Soy la concentración misma: existo en un universo
en el que no hay nada salvo sexo, muerte y escritura a máquina.

Después de un rato en este plan también me saco el pene.
Entonces soy todo calavera y huesos escribiendo a través de la tarde.
Nada más que los absolutos esenciales, sin grecas.
Ahora sólo escribo acerca de la muerte, el más clásico de los temas,
en un lenguaje ligero como el aire entre mis costillas.

Acabado todo, me recompenso con un paseo en auto a la puesta de sol.
Me vuelvo a poner los órganos y me meto adentro de la carne
y la ropa. Entonces saco el auto del garaje
y acelero a través de bosques en carreteras campestres,
pasando paredes de piedra, granjas, estanques congelados,
todo perfectamente acomodado como las palabras en un soneto famoso.





Preguntas sobre los ángeles. 


De todas las preguntas que uno podría querer consultar
acerca de los ángeles, la única que se escucha siempre
es cuántos pueden bailar en la cabeza de un alfiler.

Ninguna curiosidad acerca de las cosas que hacen para pasar el tiempo eterno
además de dar vueltas alrededor del Trono salmodiando en Latín
o de llevar una corteza de pan a un ermitaño en la tierra
o de guiar a un niño y a una niña por un destartalado puente de madera.

¿Vuelan a través del cuerpo de Dios y salen cantando?
¿Se columpian como chicos de las bisagras
del mundo del espíritu diciendo sus nombres al revés y al derecho?
¿Se sientan solos en pequeños jardines y alteran los colores?

¿Qué hay acerca de sus hábitos de sueño, la tela de sus trajes,
su dieta de luz divina sin filtrar?
¿Qué sucede al interior de sus luminosas cabezas? ¿Existe un muro
por sobre el cual estas altas presencias pueden asomarse y mirar el infierno?

¿Si un ángel se cae de una nube dejará un hueco
en un río y, si es así, ese hueco flotará hacia delante inacabablemente
colmado con las letras silenciosas de cada palabra angélica?

¿Si un ángel trae el correo llegará
en un cegador torrente de alas o sólo asumirá
la apariencia del cartero habitual y
silbará por la vereda mientras lee las postales?

No, los teólogos medievales controlan el tribunal.
La única pregunta que escuchas siempre es acerca
del pequeño piso de baile en la cabeza de un alfiler,
ese lugar en el que las aureolas están destinadas a converger y
flotar invisiblemente.

La pregunta está diseñada para hacernos pensar en millones,
billones, hacernos quedar sin números y colapsar
en la infinidad. Pero quizá la respuesta es simplemente una:
un ángel femenino bailando a solas y en medias–
una pequeña banda de jazz trabajando al fondo.

Ella se mece como una rama en el viento, sus hermosos
ojos cerrados, y el alto y delgado bajista se inclina
para echarle un vistazo a su reloj porque ella ha estado bailando
por siempre, y ya se ha hecho muy tarde, incluso para los músicos.





Otra razón por la cual no tengo una pistola en casa. 


El perro del vecino no deja de ladrar.
Ladra al mismo tono y el mismo ritmo
con que lo hace cada vez que dejan la casa.
Tal vez lo conectan cuando salen.

El perro del vecino no deja de ladrar.
Cierro todas las ventanas de la casa
y pongo una sinfonía de Beethoven a todo volumen
pero aun así lo escucho, amortiguado con la música,
ladrando, ladrando, ladrando,

y ahora lo puedo ver sentado en la orquesta,
con su cabeza levantada como si Beethoven
hubiese incluido un solo para un perro que ladra.
Cuando el record finalmente acaba él sigue ladrando,

sentado allí en la sección del oboe, ladrando
con sus ojos fijos en el conductor
quien lo guía con su batuta
mientras los otros músicos escuchan con respetuoso

silencio en el famoso solo de ladridos
esa coda interminable que estableció
a Beethoven como un genio innovador.





Introducción a la poesía.


Les pido que agarren un poema
y lo pongan a trasluz
como una diapositiva de colores

o acerquen una oreja a su colmena

Les digo suelten un ratón en un poema
y obsérvenlo buscar la salida,

o caminen en la habitación del poema
y al tanteo busquen un interruptor.

Quiero que hagan esquí acuático
sobre la superficie del poema
saludando al nombre del autor en la orilla.

Pero ellos sólo quieren
atar con soga el poema a una silla
y torturarlo hasta que confiese.

Empiezan pegándole con una manguera
para averiguar qué dice en realidad.





Thesaurus.


Podría ser el nombre de una bestia prehistórica
que pisó la tierra Paleozoica, irguiéndose
en sus patas traseras para mostrar sus enorme vocabulario,
o algún amante dentro de un mito que se ha metamorfoseado en libro.

Significa tesoro, pero es sólo un lugar
donde las palabras se congregan con sus familiares,
un gran parque en que cientos de reuniones familiares
se dan y se dan
casa, hogar, domicilio, vivienda, alojamiento, y hueco,
todas compartiendo el mismo termo y canasta de picnic;
velludo, hirsuto, lanudo, peludo, lanoso, y greñudo,
todas corriendo una carrera de sacos o tirando herraduras,
inerte, estático, inactivo, fijo e inmóvil
paradas y arrodilladas en filas para una foto de grupo.

Aquí padre está junto a progenitor y hermano cerca
a fraterno, separados a penas por finos tonos de significado.
Y cada grupo tiene su primo lejano, aquél
que dio el viaje más largo para estar presente:
astereognosis, polidipsia, o algún impronunciable
substituto de once sílabas para la palabra herramienta.
Hasta sus parientes se sienten sin lentes frente a sus gafetes.

Puedo ver mi propio ejemplar allá en lo alto del librero.
Rara vez lo abro, porque sé que no hay
tal cosa como un sinónimo y porque me pongo nervioso
entre gente que se reúne siempre con los suyos,
formando clubes y clavando letreros en sus puertas cerradas
mientras los demás se ovillan solos en las calles obscuras.

Prefiero ver las palabras afuera por su cuenta, lejos
de sus familias y del depósito de Roget,
vagando por el mundo en el que a veces caen
enamoradas de una palabra completamente extraña.
Seguro has visto parejas paradas por siempre
juntas en la misma línea en un poema,
una capillita donde matrimonios como éstos,
entre perfectos extraños, pueden suceder.





Rebaño.


Se calcula que cada copia de la Biblia de Gutenberg
necesitó las pieles de 300 corderos.

Puedo verlos
apiñados en el corral de contención
detrás del edifico de piedra
donde se ubica la imprenta.

Todos retorciéndose
por un poco de espacio
y viéndose tan semejantes
sería casi imposible contarlos.

Y no se podría decir cuál de ellos
llevará las noticias
que el Señor es un Pastor,
una de las pocas cosas,
que ya saben muy bien.





Invención. 


Esta noche la luna es una galleta,
con una mordedura a su alrededor
flotando en la noche,

y en una semana más o menos
según el calendario
probablemente se parecerá

a un balón de fútbol plateado,
y hace nueve días, tal vez diez
me recordó a una delgada uña brillante.

Pero tarde o temprano --
hacia el final del mes,
calculo –

se consumirá
hasta ser nada,
nada más que estrellas en el cielo,

y tendré unas pocas noches
para mí sólo,
un poco de tiempo para que descanse mi pluma nerviosa.





Vuelvo a casa por un libro.


Giro sobre la grava
y vuelvo a casa a por un libro,
algo para leer en la consulta del doctor,
y mientras estoy dentro, recorriendo
con un dedo inquisidor la estantería,

otro yo, que no se molestó
en volver a casa a por un libro
se marcha por su cuenta,
baja por el camino de entrada,
y gira a la izquierda hacia la ciudad,

un fantasma en su coche fantasma,
otro nudo en la cuerda del tiempo,
tres minutos por delante de mí—
un espacio que ahora se mantendrá
por el resto de mi vida.

Algunas veces pienso que le veo
unas pocas personas por delante de mí en una cola
o levantándose de una mesa
para salir del restaurante justo antes que yo,
poniéndose el abrigo camino de la puerta.

Pero no se le puede alcanzar,
no hay manera de hacer que espere
para volver a sincronizarnos,
a menos que un día decida volver
a casa a por algo,

aunque no puedo imaginar
por mi vida qué podría ser.
Sale siempre antes que yo,
abriéndome camino, explorador invisible,
perro que tira de mi,

sombra a la que estoy condenado a seguir,
mi doble perfecto,
adelantado sólo una pulgada al futuro,
y ni de lejos tan versado como yo
en la poesía amorosa de Ovidio—

yo que volví a casa
aquella fatídica mañana de invierno y cogí el libro.





Jazz y naturaleza. 


Era otra mañana clara y soleada,
una brisa seca agitaba los árboles en torno a la casa
y yo no tenía nada que hacer -
mi escena habitual a finales de agosto.

Estaba leyendo la autobiografía
de Art Pepper, así que puse un disco de Art Pepper
y encendí los altavoces de fuera
para sentarme bajo el sol caliente

y leer más acerca de su vida de sordidez y prisión
mientras escuchaba su alto veloz, suave
saliendo de entre dos grandes arces
como se el jazz de la Costa Oeste fuese la música de la propia naturaleza.

Así, dibujé una especie de caja
alrededor de la mañana,
en tres dimensiones y a lápiz,
conmigo dentro sujetando una regla en mi mano.

Leía y escuchaba y leía,
y a veces echaba un vistazo a las fotografías
para comprobar la cara del hombre
que me dijo que una vez había conducido un Cadillac verde dorado

en el que podías perderte para siempre, como cuando
miras a las aguas de un lago;
el hombre que dijo que había compuesto
una balada llamada “Diane” para su segunda mujer
sólo para darse cuenta más tarde

de que la melodía era demasiado hermosa para ella.
El tipo que confesó haber vendido
a su perro, un caniche colo champán llamado Bijou,
por un chute de veinte dólares

y el que comentó que los hombres que en la cárcel
intentaban desintoxicarse introducían
los bajos de los pantalones en los calcetines
para que ni la más ligera brisa tocara su piel.

Detrás de donde yo estaba sentado al sol
había un brote de flox silvestres rosadas,
y algunas de las abejas que revoloteaban por allí
comenzaron a zumbar alrededor de mi cabeza.

Una en particular parecía tan interesada
en mí que la di un manotazo,
me levanté rápidamente y dije “no me vaciles
o te parto la cara, fantasma,”

una reacción sin duda inspirada
en mis lecturas sobre los bajos fondos californianos
en el cincuenta y siete,
mi año favorito de todos los tiempos para el jazz.

Pero persistió, esta abeja, y al final
me obligó a retirarme dentro, al estudio oscuro y fresco
donde un gato dormía sobre una silla,
un buen lugar para escribir todo esto

y preguntarme en qué ocuparía el resto del día -
tal vez en colgar un cuadro en la pared
o en recibir una llamada sorpresa
de alguien a quien solía amar.

¿Qué tal algo de Dexter Gordon
a la hora del aperitivo
y quién sabe?
quizás un encuentro con una hormiga cruel -

todo ello, probablemente, es parte de mi propia autobiografía,
un relato más cauto, contado en tiempo presente,
con unas pocas ilustraciones toscas
y un diagrama de mi pequeño árbol genealógico,

un trabajo cuyas páginas pasan
cada día como el agua que hace girar la noria,
la única cosa que no puedo dejar de escribir,
el único libro que nunca podré abandonar.


Poemas. Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

Canción de glicina. 


Miré un rayo de sol,
combado en el azul, hasta la tierra,
y allí vi un pájaro atrevido:
¡oh, qué encantado y dulce!

Bajábase y subía, parpadeaba, en círculos
volaba por el rayo de soleada niebla,
con sus ojos de llama y con su pico de oro
y todo su plumaje de amatista.
Y así cantaba: "¡Adiós! ¡Adiós!
Lo que sueña el amor se cumple raramente.
Las flores no se quedan nunca, nunca;
no permanecerán las gotas de rocío.
¡Oh, mayo, mayo dulce:
ya es hora de partir!
Iremos lejos, lejos,
¡iremos hoy, hoy mismo!"





Inscripción para una fuente que mana en un brezal.


¡Sicómoro, a menudo con música de abejas!
Tales tiendas querían los Patriarcas. Cubran
esas añosas ramas intactas largo tiempo
la taza pequeñita y redonda, que ampara
de las hojas caídas una piedra. y envíe,
tranquila como el hálito de un infante dormido,
primavera esas aguas frías al caminante,
con palpitar seguro y suave. Que no cese
el cono de arenita en su mudo danzar,
al fondo, como un paje de los Ellos, pues baila
ahora, tan menudo y alegre como ellos,
sin turbar a la fuente en su tersura clara.
Aquí hallarás frescor y crepúsculo y musgo,
un blando asiento y una sombra profunda y vasta.
Más árboles no busques: ni lejos los verías.
Bebe, pues, peregrino, y descansa. y si tienes
muy limpio el corazón, también podrá tu espíritu
refrigerarse, oyendo algún sonido dulce
de las brisas o las abejas murmurantes.





Kubla Khan.

En Xanadú, Kubla Khan
mandó que levantaran su cúpula señera:
allí donde discurre Alfa, el río sagrado,
por cavernas que nunca ha sondeado el hombre,
hacia una mar que el sol no alcanza nunca.
Dos veces cinco millas de tierra muy feraz
ciñeron de altas torres y murallas:
y había allí jardines con brillo de arroyuelos,
donde, abundoso, el árbol de incienso florecía,
y bosques viejos como las colinas
cercando los rincones de verde soleado.

¡Oh sima de misterio, que se abría
bajo la verde loma, cruzando entre los cedros!
Era un lugar salvaje, tan sacro y hechizado
como el que frecuentara, bajo menguante luna,
una mujer, gimiendo de amor por un espíritu.
Y del abismo hirviente y con fragores
sin fin, cual si la tierra jadeara,
hízose que brotara un agua caudalosa,
entre cuyo manar veloz e intermitentes
e enlazaban fragmentos enormes, a manera
de granizo o de mieses que el trillador separa:
y en medio de las rocas danzantes, para siempre,
lanzóse el sacro río.
Cinco millas de sierpe, como en un laberinto,
siguió el sagrado río por valles y collados,
hacia aquellas cavernas que no ha medido el hombre,
y hundióse con fragor en una mar sin vida:
y en medio del estruendo, oyó Kubla, lejanas,
las voces de otros tiempos, augurio de la guerra.

La sombra de la cúpula deliciosa flotaba
encima de las ondas,
y allí se oía aquel rumor mezclado
del agua y las cavernas.
¡Oh, singular, maravillosa fábrica:
sobre heladas cavernas la cúpula de sol!

Un día, en mis ensueños,
una joven con un salterio aparecía
llegaba de Abisinia esa doncella
y pulsaba el salterio;
cantando las montañas de Aboré.
Si revivir lograra en mis entrañas
su música y su canto,
tal fuera mi delicia,
que con la melodía potente y sostenida
alzaría en el aire aquella cúpula,
la cúpula de sol y las cuevas de hielo.
Y cuantos me escucharan las verían
y todos clamarían: "¡Deteneos!
¡Ved sus ojos de llama y su cabello loco!
Tres círculos trazad en torno suyo
y los ojos cerrad con miedo sacro,
pues se nutrió con néctar de las flores
y la leche probó del Paraíso".





Helada a medianoche.


La helada cumple su secreto oficio
sin ayuda del viento. Un búho deja
su chillido en la noche -escucha- inmensa.
Todos descansan ya y me entrego a esa
soledad que propicia el desvarío.
Tan sólo queda junto a mí, en su cuna,
el reposado sueño de mi hijo.
¡Es tan tranquilo! Tanto que perturba
el pensamiento con su extremo y raro
silencio. ¡Mar, colina y arboleda,
junto a este pueblo! ¡Mar, colina y bosque
con los hechos diarios de la vida,
inaudibles cual sueños! La azul llamase a
quieta en el hogar y ya no tiembla;
sólo esa cinta interrumpe la calma,
agitándose aún sobre la verja.
Su meneo en la calma de esta escena
le da una semejanza con mi vida,
la toma una amistosa forma cuyo
endeble flamear hace un juguete
del pensamiento y es interpretada
a su modo por el alma, que busca
en cada cosa espejo de sí misma(...)





La sombra de este tilo, mi cárcel.


A Charles Lamb, de la Casa de la India, Londres

Ya se han ido y aquí debo quedarme,
a la sombra del tilo que es mi cárcel.
Afectos y bellezas he perdido
que serán intensos recuerdos cuando
la edad ciegue mis ojos. Mientras tanto
mis amigos, que acaso nunca encuentre
de nuevo por los campos y colinas,
se pasean alegres, tal vez llegan
a ese valle boscoso, estrecho y hondo
del que yo les hablé y que sólo alcanza
el sol del mediodía; o a ese tronco
que se arquea entre rocas como un puente
y ampara al fresno sin ramas y oscuro
cuyas escasas hojas amarillas
no agita la tormenta pero airea
la cascada. Y allí contemplarán
mis amigos el verde de las hierbas
desgarbadas -¡fantástico lugar!-
que se comban y lloran bajo el borde
de esa arcilla morada.

Ya aparecen
bajo el cielo abierto y de nuevo ven
la ondeada y magnífica extensión
de campos y colinas, y el mar
quizá con un navío cuyas velas
alegran el azul entre dos islas
de penumbra violácea. ¡Y caminan
alegres todos, pero tal vez más
mi bienaventurado Charles !Pues muchos años
has anhelado la naturaleza,
recluso en la ciudad, sobre
llevandocon alma triste y paciente el dolor,
el mal y la calamidad (...)





Meditaciones religiosas.


Poema sin orden, escrito en la Navidad de 1794

Este es el tiempo en que la voz de la adoración,
que es divina para el oído, me levanta
como con la trompeta de un ángel; y accediendo
y mezclándome con el coro, casi creo ver
la muchedumbre celestial que cantó el himno
de la paz sobre los campos de Belén.
Pero tú eres más luminoso que el resplandor de los ángeles
que anunciaron tu nacimiento; tú, varón de dolores,
¡despreciado Galileo! Porque lo Grande
e invisible (que sólo percibimos por símbolos)
con extraña e insuperable luz
brilla desde el rostro del justo y oprimido
cuando, sin cuidar de sí, el santo flagelado
compadece al opresor. ¡Hermosa la miel
del viernes, el bosque, el mar, el sol, las estrellas,
huellas de su Señor Creador! (...)





Miedos en soledad.


Una verde y silenciosa mancha, entre las colinas,
Un pequeño y silencioso valle! Sobre tan calmo lugar
Ni el canto de la alondra alguna vez se balanceó.
Las colinas son desérticas, salvo aquel estupendo declive
Que tiene una alegre y vistosa envoltura,
Que ahora florecen más profusamente: pero el valle
Bañado por la bruma, es fresco y delicado
Como los primaverales campos de maíz, o el verde lino,
Cuando, por sus transparentes tallos, en la víspera
La luz del sol vislumbra con verde luz.
Oh! Un tranquilo rincón de espíritu curativo!
Que todos amarían; pero principalmente él
El humilde hombre, quien, en sus jóvenes años,
Sabía tanto de la locura, como lo había hecho
Más firmemente sabio su hombría!
Allí él podría descansar sobre el helecho o el brezo marchito
Mientras la alondra canta ( canta oculta
Como el trovador que la soledad ama),
Y desde el sol, y desde el ventoso aire,
Una suave influencia sobre su marco tembló;
Y él, con muchos sentimientos y pensamientos
Se inició en la meditativa alegría, y encontró
Sentidos religiosos en las formas de la Naturaleza!
Y entonces, sus sentidos gradualmente se envolvieron
En un semi-sueño, sueña con mundos mejores,
Y soñando aún lo oye, oh alondra que canta
Que canta como un ángel en las nubes!
Mi Dios! Qué melancolía
Para tal hombre, quien preservara
Su alma en calma, y aún se debe sentir forzado
Por todos sus hermanos, oh mi Dios!
Le pesa sobre el corazón, debe pensar
Qué alboroto y qué disputa se conmocionan ahora
Aquí o allí en esta silenciosa colina
La Invasión, y el trueno y el grito,
Y el despliegue del ataque, miedo y rabia,
Y el conflicto indeterminado, aún ahora,
Aún ahora, casualmente, y en su isla nativa:
Matanza y gemidos bajo este bendito sol!
Nosotros hemos ofendido, oh! Compatriotas!
Nosotros hemos ofendido gravemente,
Y hemos sido tiranos. Desde Este a Oeste
Un gemido de imputación agujerea el cielo
El triste suplicio contra nosotros; multitudes
Innumerables y vehementes, los hijos de Dios
Nuestros hermanos! Como una nube que viaja
Vaporosa del pantano pestilente del Cairo,
Aún así, compatriotas! Hemos ido hacia adelante
Y hemos llevado a tribus distantes a la esclavitud y al dolor
Y, más mortales, nuestros vicios, que profundo manchan
Con lenta perdición asesinan al hombre entero,
Su cuerpo y su alma! Mientras tanto, en nuestro hogar,
Toda la dignidad individual y el poder
Envueltas en las Cortes, Comités, Instituciones
Asociaciones y Sociedades,
Un vano, discurso vocal, reporte gremial
Un Club benéfico de galantería mutua
Hemos bebido, sobrios por gracia
Las poluciones de la rebosante copa de la riqueza;
Desdeñosos de toda regla honorable,
Aún así cambiando la libertad y la vida del pobre hombre
Por oro, como en un mercado! Las palabras dulces
De la promesa cristiana, palabras que aún
Serían tallo de la destrucción, donde sabiamente predicaron,
Son gruñidos de los hombres, cuyos tonos proclaman
Cuan chatos y hastiados sienten sus oficios
Algunos mofadores groseros, pero también indolentes
De juzgar las falsedades o conocer su verdad
Oh! Blasfemos! El Libro de la vida esta hecho
Un instrumento supersticioso, en el cual
Charlamos sobre las promesas que luego queremos romper;
Todos debemos jurar, todos y en todas partes
Colegio y muelle, concilio y corte de justicia;
Todos, todos debemos jurar, el sobornador y el sobornado
Comerciante y abogado, senador y sacerdote
El rico, el pobre, el hombre viejo y el joven;
Todos, confeccionados en una conspiración del perjurio
Que la fe devana; el mismo nombre de Dios
Suena como el encanto del juglar; y movido por la gracia
Fuera de su oscuro y solitario escondite
Portentosa vista! El búho ateísmo
Navegando en obscenas alas a través del mediodía,
Tira sus tapas de borde azul, y las sostiene cerca
Y ululando al glorioso sol del Cielo,
Grita, "Dónde está?"
Desagradecido por la paz
(Paz preservada por flotas y peligrosos mares)
Seguro por la guerra actual, hemos amado
Hinchar el alarido de la guerra, apasionados por la guerra!
Ay! Por tiempo ignorantes de todos
Sus más horribles modos ( hambre y plaga azul,
Batalla, o sitio, o vuelos a través de nieve invernal)
Nosotros, toda esta gente, fuimos clamorosos
De la guerra y la matanza; animando al deporte
Aquel que pagamos como una cosa para hablar de
Espectadores y no combatientes! Ninguna conjetura
Premonitoria de un incorrecto sinsentido
Sin especulación en contingencia,
Sin embargo es débil y vago, demasiado vago y débil
Para someterse ante una justificada causa; y adelante
(sofocado con gran preámbulo, nombres santos,
y abjurados al Dios del Cielo)
Nosotros mandamos nuestros mandatos para la muerte segura
De cientos y diez cientos! Muchacos y muchachas,
Y mujeres, que gemirían por ver a un niño
Quitarle a un insecto su ala, rojo de guerra
El mejor entretenimiento para nuestra matutina comida!
El pobre infeliz, que ha aprendido solo sus propios rezos
Blasfemos, y quien no conoce palabras suficientes
Para preguntarle a su bendición por su Divino Padre,
Se convierte en un fraseador, absoluto
Y técnico en las victorias y derrotas,
Y todos nuestros delicados términos para el fratricidio
Términos que hacemos rodar suavemente por nuestras lenguas
Como meras abstracciones, vacíos sonidos a los cuales
Le sumamos ningún sentimiento o adjuntamos ninguna forma!
Como si el soldado muriera sin una herida
Como si las fibras de este sagrado marco
Fueran corneadas sin ningún remordimiento, como si el infeliz,
Que calló en batalla, cometiendo hechos sangrientos
Falleciera al cielo, traducido y no muerto;
Aunque no tuviese esposa que lo desee,
Ni Dios que lo juzgue! Por lo tanto, días malignos
Están viniendo sobre nosotros, oh! Mis compatriotas!
Y qué si nuestra Providencia vengadora,
Fuerte y retributiva, debiera hacernos saber
El sentido de nuestras palabras, nos fuerce a sentir
La desolación y la agonía
De nuestros feroces actos?
Perdónanos aún por algún tiempo,
Padre y Dios! Perdónanos aún por algún tiempo
Oh! No dejes que las mujeres inglesas arrastren su vuelo
Desvaneciéndose bajo el nacimiento de sus hijos
De los dulces infantes, que ayer
Se reían en el pecho! Hijos, hermanos, maridos, todos
Aquellos que contemplaron con interés en las formas
Que crecieron contigo alrededor del mismo hogar,
Y todo aquel que alguna ves oyó la campana del Sabbath
Sin el desprecio del infiel, háganse puros!
Manténganse derechos! Sean hombres! Repelan al enemigo impiadoso,
Impiadoso y falso, una cruel raza todavía
Que espantó toda virtud, mezclando gozo
Con hechos de muerte; y todavía prometiendo
Libertad, ellos demasiado sensuales para ser libres,
Envenenan las amistades de la vida, y engañan al corazón
De fe y calma esperanza, y todos los alivios,
Y todo lo que eleva al espíritu! Permaneceremos adelante
Rindiéndolos sobre el océano insultado,
Y los dejaremos sacudirse como holgazanes en sus olas
Y la vil gaviota, que la ráfaga de la montaña
Barrió de nuestras costas, Oh! Deberemos volver
No con un embriagado triunfo, pero con miedo,
Repitiendo de los incorrectos con los que atamos
A tan fiero enemigo con locura
He dicho,
O Británicos! O Hermanos! He dicho
La más amarga verdad, pero sin amargura
Ni juzgado mi celo, o faccioso o desestimado;
Por lo que nunca el verdadero coraje vivirá en ellos,
Quienes, jugando conscientes juegos, no se atreven a mirar
Sus propios vicios. Hemos sido por demasiado tiempo
Crédulos de una profunda desilusión! Algunos, asimismo
Gruñendo con inquieta enemistad, esperan
Todo el cambio del cambio del poder constituido;
Como si el Gobierno fuera una túnica,
Donde nuestros vicios y miserias fueran etiquetadas
Como fantásticos puntos o flecos, con la túnica
Arrancada del placer. Amorosamente conlleva
A una causa para algunos
Pobres esclavos de casta Providencia
Que toman prestado todos sus tintes y atributos
De nuestra propia locura y lozana malicia
Con la que les dimos luz y los amamantamos. Otros, mientras tanto
Dotados de una loca idolatría; y todo
No caerá antes que sus imágenes
Y se rendirá su culto, son enemigos
Aún de su país!
Así he sido juzgado
Pero Oh! Queridos Británicos! O mi isla Madre!
Debo mostrar tu nombre adorado y santo
A mi, un hijo, un hermano, un amigo,
Un esposo, y un padre! Quien venera
Todas las fronteras del amor natural, y las encuentra a todas
Junto a los límites de las rocosas costas.
Oh nativos Británicos! Oh mi isla Madre!
Cómo pudiera mostrar cosa alguna más adorada y santa
A mí, que desde sus ríos y cimas de montañas,
Sus nubes, sus calmos valles, sus rocas y sus mares,
Han embriagado toda mi vida intelectual,
Las dulces sensaciones, los nobles pensamientos,
La adoración de Dios en la naturaleza,
Las bellas y honorables cosas
Cualquiera que haga sentir a este espíritu mortal
La alegría y la gracia de su futuro ser?
No vive ninguna forma o sentimiento en mi alma
Sin prestar a mi país! Oh divina
Y hermosa isla! Tu has sido mi suela
Y mas magnifico templo, en el cual
Camino con temor, y canto mis canciones majestuosas,
Amando al dios que me creó!
Deban mis miedos,
Mis filiales miedos, ser vanos! Y deban los valores
Y la amenaza del vengativo enemigo
Pasar como la ráfaga, que crepita y luego muere
En el árbol distante: oído, y solo oído
En este bajo valle, no se inclina el delicado pasto
Pero ahora el gentil rocío que cae lleva consigo
El perfume de frutas del dorado tojo
La luz ha dejado la cima de la colina,
Aunque todavía el soleado brillo descanse hermoso
Aislado en la hiedra almenara. Ahora Adiós
Adiós, por algún tiempo, O suave y silencioso punto!
En la verde huella de la oveja, arriba en el páramo de la colina
Guardián yo retuerzo mi camino, y recordé
Cuerpos que me han fastidiado durante la noche,
Me encuentro sobre la cresta,
Asustado! Y luego de solitarias moradas
En tan calmo y rodeado rincón,
Esta ráfaga de porvenir, aquí el ensombrecido mayor
Teñido tenue, allí la poderosa majestad
De aquel enorme anfiteatro de ricos
Campos con olmos, parece la sociedad-
Conversando con la mente, y dándole
Un vital impulso y una danza de pensamiento!
Y ahora, amado Polizón! Contemplo
La torre de la Iglesia, y, los cuatro gran olmos
Agrupándose, que marcan la mansión de mi amigo;
Y cierra detrás suyo, oculto a mi vista,
Es mi propia cabaña solitaria, donde mi bebé
Y la madre de mi bebé moran en paz! Con luz
Y acelerados pasos que cuido,
Recordándote, oh verde y silencioso valle!
Un grandioso, que por la quietud de la naturaleza
Y solitarias meditaciones, todo mi corazón
Es suavizado, y es digno de satisfacer
El amor, y los pensamientos que anhelo para la especie humana.





Balada del viejo marino.


PARTE CUARTA

"¡Me das miedo, viejo Marino!
¡Me da miedo tu mano descarnada!
Y eres alto y flaco y moreno
como la agrietada arena del mar.

Me dais miedo tú y tu mirar ardiente,
y esa mano tuya, tan huesuda y curtida".
"¡No temas, no, Invitado!
Este cuerpo no llegó a sucumbir.

¡Solo estuve, solo, siempre solo,
solo en el vasto mar inacabable!
Y nunca ningún santo se apiadó
de mi alma que moría.

Cuántos hombres hermosos
yacían allí muertos
mientras vivos seguían mil seres
viscosos; y yo también vivía.

Miré el mar corrompido
y aparté mi mirada;
miré la cubierta corroída
y allí estaban los muertos.

Miré al cielo e intenté rezar;
pero antes de que pudiera elevar la plegaria
vino hacia mí un susurro impío
que seco como el polvo dejó mi corazón.

Estuve un buen rato con los ojos cerrados
que, como si tuvieran pulso, palpitaban;
pues el cielo y el mar, el cielo y el mar
yacían cual carga en mis ojos cansados
y todos los muertos estaban a mis pies.

Un sudor frío surgía de sus miembros
que no se pudrían ni emanaban hedor:
la mirada con que se miraban
ni un solo instante me dejaba.

La maldición de un huérfano llevaría al infierno
a un espíritu bueno;
pero, ¡oh!, ¡es mucho más horrible
la maldición que anida en los ojos de un muerto!
Y vi esa maldición siete días y noches
y, sin embargo, no llegué a morir.

Escalaba el cielo la errante Luna
sin detenerse nunca:
flanqueada de una o dos estrellas
lentamente ascendía.

Se burlaban sus rayos del sofocante mar,
esparcidos como en Abril la escarcha blanquecina;
pero adonde llegaba la gran sombra del barco
las calmas aguas hervían hechizadas
con un rojo de espanto.

Contemplé las serpientes marinas
más allá de la sombra del barco:
avanzaban en estelas de fúlgido blancor
y cuando se erguían derramaban
su luz hechizada en copos níveos.

En la sombra del barco
contemplé sus ricos atavíos:
azul, verde brillante y negro terciopelo
se encogían, nadaban; y era cada estela
un vivo resplandor de aúreo fuego.

¡Qué felices seres vivos! No hay lengua
que pueda proclamar su hermosura:
una fuente de amor manó de mi corazón
y, sin querer, los bendije:
tuvo piedad de mí el ángel de la guarda
y, sin querer, los bendije.

Y pude rezar en aquel mismo instante;
y libre ya el Albatros
cayó de mi cuello e igual que plomo
se hundió en el mar.





La canción del viejo marinero. 


Argumento
Cómo un barco habiendo pasado la Línea fue llevado por las tormentas hacia el frío país del Polo Sur; y cómo desde ahí siguió su curso a la latitud tropical del Gran Océano Pacífico; y de las extrañas cosas que sucedieron; y de qué manera el Viejo Marinero volvió a su propio país.

PRIMERA PARTE

Un viejo marinero se encuentra con tres Galanes convidados a una fiesta de bodas, y detiene a uno.

Es un viejo Marinero,
Y detiene a uno de tres.
"Por tu larga barba gris y tu brillante ojo,
Ahora, dime, ¿por qué me detienes?

Las puertas del Novio están abiertas de par en par;
Y yo soy pariente cercano;
Los invitados se encuentran; la fiesta comienza:
Puedes oír el feliz clamor."

Él lo detiene con su mano huesuda,
"Había una vez un barco," cita él.
"¡Suéltame! ¡saca tu mano, pajarraco-barba gris!"
Rápido su mano deja caer.

El Invitado-a-la-Boda queda hechizado por el ojo del viejo navegante, y obligado a oír su relato.

Él lo detiene con su ojo brillante-
El Invitado-a-la-Boda se queda quieto,
Y escucha como un niño de tres años:
El marinero hizo lo que quiso.

El Invitado-a-la-Boda se sentó en una piedra:
No puede elegir sino oír;
Y así le habla el hombre antiguo,
El Marinero de ojos que brillan.

"El barco saludado, el puerto despejado,
tan felices pasamos frente a la iglesia,
frente a la colina
frente a la cima del faro.

El Marinero cuenta cómo el barco navegó hacia el sur con buen viento y despejado clima, hasta que llegó a la Línea.

"El Sol salió por la izquierda,
¡Fuera del mar salió él!
Y rayó brillante, y a la derecha
Se metió en el mar.

"Alto y más alto cada día,
hasta sobre el mástil a mediodía-"
El Invitado-a-la-Boda golpea aquí su pecho
Pues ha escuchado el fuerte fagot.

El Invitado-a-la-Boda escucha la música nupcial; pero el Marinero continúa su relato.

La novia ha entrado en el salón,
Roja es ella como una rosa;
Moviendo sus cabezas delante de ella van
Los felices trovadores.

El Invitado-a-la-Boda golpea su pecho,
Pero no puede elegir sino oír;
Y así le habla el hombre antiguo
El Marinero de ojos que brillan.

El barco es arrastrado por una tormenta hacia el polo sur.

"Y ahora vino el golpe de la Tormenta, y él
era fuerte y tiránico:
Golpeó con sus alas que todo cubrían
Y nos ahuyentó hacia el sur.

"Con mástiles torcidos y proa sumergida,
Como el perseguido a gritos y a golpes
Aun pisa la sombra de su enemigo
y hacia adelante dobla su cabeza,
El barco iba rápido, fuerte rugía el estrépito
Y hacia el ojo del sur escapábamos.

"Y ahora vino la nube y la nieve,
Y hubo un frío extraordinario:
Y el hielo, alto como el mástil, vino flotando
Tan verde como la esmeralda.

La tierra de hielo, y de sonidos temibles, donde no había cosa viva para ver.

"Y a través de las corrientes los riscos nevados
que sí daban un desolado brillo:
Ni formas de hombres ni bestias vimos-
El hielo estaba entre todo.

"El hielo estaba aquí, el hielo estaba allí,
El hielo estaba todo alrededor:
¡Crujía y gruñía, y rugía y aullaba;
Como ruidos en lo salvaje!

Hasta que un gran pájaro de mar, llamado el Albatros, atravesó la niebla-de-nieve, y fue recibido con gran alegría y hospitalidad.

"Al fin cruzó un Albatros
A través de la niebla vino;
Como si hubiera sido un alma Cristiana,
Le gritamos en el nombre de Dios.

"Comió la comida que nunca comiera;
Y círculos y círculos voló.
¡El hielo se dividió con un ataque de trueno
El timonel a través nos dirigió!

¡Y vean! el Albatros probó ser un ave de buen augurio, y siguió al barco mientras éste volvía hacia el norte a través de la niebla y el hielo flotante.

"Y un viento bueno del sur se levantó detrás;
El Albatros aún seguía,
¡Y cada día, por juego o comida,
Venía al grito de los marineros!

"En nube o bruma, en mástil o velas,
Se posó durante nueve vísperas;
Mientras toda la noche, a través del humo-niebla blanca
Brillaba el rayo-luna blanca.

El viejo Marinero inhospitalariamente mató al ave piadosa de buen augurio.

"Dios te salve, viejo Marinero,
de los demonios que por esto serán plaga!-
¿Por qué miras así? Con mi ballesta
Yo maté al Albatros.





Tiempo, real e imaginario. 


Alegoría

Sobre la ancha llanura de la cima de una montaña,
(no sabía dónde, pero era un sitio feérico)
sus brazos, tal de avestruz, como velas extendidas,
dos niños hermosos corren una carrera interminable,
¡hermano y hermana!
Esta mucho más aventaja al otro;
sin embargo, siempre corre con el rostro vuelto,
y observa y escucha al chico vuelto,
y observa y escucha al chico detrás:
pues él, ay, ¡es ciego!
Sobre rocas y yerbas con ritmo uniforme pasó
sin saber si será el primero o el último.





El arpa eólica. 


¡Mi Sara pensativa! Reclinada
tu cabeza en mi brazo, es dulce estar
junto a nuestra cabaña recubierta
de jazmín y de mirto (los emblemas
de la inocencia y del amor reunidos)
y ver los montes rebosar la luz
de la tarde, reunirse lentamente
y mostrar el lucero refulgente
como la sabiduría. ¡Qué hermoso
el aroma del campo y qué callado
el mundo! El murmullo del mar lejano
nos habla del silencio.

Y esa humilde
arpa -óyela- en su lejano estuche,
acariciada por la simple brisa
cual tímida doncella ante el amante
es tan dulce reproche que me invita
a repetir la falta. Ya sus cuerdas,
suavemente tañidas, nos ofrecen
oleadas de notas que recuerdan
el embrujo sonoro que los elfos
pronuncian por la tarde, cuando viajan
con la brisa que llega de las hadas,
donde la música ronda las flores
salvajes como aves del paraíso
¡flotando en su ala indómita, sin pausa!
¡La vida dentro y fuera de nosotros,
que anima el movimiento y es su alma,
luz en sonido, sonido en la luz,
ritmo en el pensamiento y alegría
en todo! Cómo no amarlo todo
en un mundo tan pleno, donde canta
la brisa y el aire aquietado es música
dormida en ese tácito instrumento.

Así, mi amor, mientras al mediodía
paseo por las próximas colinas
con ojos entornados y contemplo
la danza de la luz como diamantes,
medito sosegado en el sosiego;
cruzan por mi cerebro, así indolente,
pensamientos que él mismo no convoca
y revuelos de ociosas fantasías
diversas y salvajes cual tormentas
que crecen y se agitan sobre el arpa.
Y ¿no serán los seres animados
arpas dispuestas de diverso modo
que se hacen pensamiento cuando sopla,
viva y vasta, una brisa intelectual,
de cada una el alma, Dios de todas?
Pero tus ojos serios me suponen
un sereno reproche, amada, y esos
borrosos pensamientos no rechazas
y me haces caminar en humildad
con Dios. ¡Hija del Cristo y de su estirpe!
Con sagrada razón has despreciado
conceptos de una mente aún corrupta,
pompas que brillan, se levantan, rompen
con el rumor de una filosofía
vana, ¡pues nunca podré hablar sin culpa
de Él, Incomprensible! Salvo cuando
con temor y con fe interior alabo
a aquel cuya piedad es salvación
para mí, miserable, pecador
e insensato. ¡Aquel que me dio paz
y a ti y esta cabaña, amada mía!





Amor. 


Todos los pensamientos, pasiones, deleites,
todo lo que mueve este mortal cuerpo,
todos no son más que embajadores del amor,
y alimentan su sagrado fuego.

A menudo en mis sueños despiertos
a vivir vuelvo otra vez aquella feliz hora,
cuando a medio camino de la montaña estaba,
junto a la torre en ruinas.

La luz de la luna, invadiendo el paisaje,
mezclábase con las luces de la noche,
y allí estaba ella, esperanza mía, júbilo mío
¡mi muy querida Genevieve!

Recostada estaba contra el hombre armado,
la estatua del armado caballero;
quieta allí estaba y escuchaba mi lay,
entra la luz que se demoraba.

Pocas tristezas tenía que fueran suyas,
¡esperanza mía! ¡Júbilo mío! ¡Genevieve mía!
Mejor me ama, siempre que entono
las canciones que la hacen afligirse.
(…)




Fantasma. 


Todo parecido y semejanza robado a la tierra,
todo accidente de parentesco y nacimiento,
se había desvanecido. No quedaba huella
de nada en aquel rostro iluminado,
elevado detrás de la piedra hendida,
salvo un espíritu todo suyo;
ella, ella misma y sólo ella,
brillaba a través de su cuerpo visiblemente.





El ruiseñor. 


Poema-conversación escrito en abril de 1798

Ni nube ni reliquia del día hundido
distingue al oeste, ni larga y fina cinta
de luz sombría, ni oscuros matices temblorosos.
¡Ven, descansaremos en este vijo puente musgoso!
Ves el resplandor de la corriente debajo,
pero no oyes ni murmullo: fluye callada,
sobre un suave lecho de verdor. Todo está quieto,
noche embalsamada, y aunque pálidas estén las estrellas,
sin embargo, pensemos en las lloviznas primaverales,
que alegran la verde tierra, y encontraremos
un placer en la palidez de las estrellas.
¡Y, oye!, el ruiseñor comienza su canción,
¡pájaro «tan musical, tan melancólico»!
¿Pájaro melancólico? ¡Oh, inútil pensamiento!
Nada hay en la naturaleza que sea melancólico.
Pero un hombre que de noche vagaba, cuyo corazón estaba atravesado
por el recuerdo de un mal lastimero,
o lenta destemplanza, o amor desdeñado,
(y así, ¡pobre infeliz!, consigo llenaba todas las cosas,
y hacía que todos los dulces sonidos repitiesen el relato
de su propio dolor) él y tal como él,
primero nombró estas notas melancólico aire.
Y muchos poetas repiten el concepto;
poetas que han estado creando la rima,
cuando mejor hubiera sido que estirasen sus miembros,
junto a un arroyo en la cañada musgosa del bosque,
al sol o a la luz de la luna, a las afluencias
de formas y sonidos y cambiantes elementos,
entregando todo su espíritu, ¡de su canción
y de la fama olvidado! Así, su fama
compartiría la inmortalidad de la naturaleza,
¡objeto venerable! y así su canción
haría más hermosa a toda la naturaleza, ¡ella misma
sería amada como naturaleza! Pero no será así;
y los mozos y doncellas más poéticas,
que pierden los profundos crepúsculos de la primavera
en salones de bailes y tórridos teatros, aun ellos
de simpatía apacible llenos, deben elevar sus suspiros
sobre las melodías que piedad imploran de Filomela.

¡Amigo mío y tú, hermana nuestra! Hemos aprendido
un saber diferente; así puede que no profanemos
las dulces voces de la naturaleza, ¡siempre llenas de amor
y júbilo! Es el alegre ruiseñor
que amontona, y atropella, y precipita
con raudo y recio canto sus deliciosas notas,
como si temiera que una noche de abril
fuese demasiado corta para que el expresara
su canto de amor, y descargase su alma toda
de toda su música!
(…)





Abatimiento. 


Oda

Tarde, tarde ayer noche vi la nueva luna,
con la vieja luna entre los brazos;
y temo, temo, mi señor estimado,
que tendremos una terrible tormenta.

Balada de Sir Patrick Spence

I
Pues, si el bardo era experto en el tiempo, quien hizo
la gran balada antigua de Sir Patrick Spence,
esta noche, ahora tan tranquila, no avanzará
agitada por los vientos, que plegan un alisio más altivo,
que las que modelan nubes lejanas en vagos copos,
o el monótono aire gemebundo, que gime y rasga
las cuerdas del laúd eólico,
que mejor mudas estarían.
¡Pero mirad, la nueva luna con su brillo invernal!
Extendida con luz fantasmagórica
(con flotante luz fantasmagórica extendida,
pero rodeada y cercada por un hilo argentino),
veo a la vieja luna en su regazo, prediciendo
la llegada de la lluvia y del ventarrón borrascoso.
y ¡oh, que ahora mismo se hinche la ráfaga,
y la racha de lluvia nocturna sea rauda y recia!
Esos ruidos que a menudo me han levantado, mientras me atemorizaban
y mi alma enviaban lejos,
¡podrian ahora entregar su habitual impulso,
y sobresaltar esta torpe pena y hacer que se mueva y viva!

II
Un dolor sin golpe, vacío, oscuro y más temible,
un dolor sin vehemencia, rígido y torpe,
que no encuentra natural desahogo, ni alivio,
ni en palabras, ni en suspiros, ni en lágrimas...
Oh señora, con este ánimo insensible y desvaído,
a otros pensamientos cortejados por zorzales más lejanos,
toda esta larga noche, tan embalsamada y serena,
he estado contemplando el occidental firmamento,
y su peculiar tinte verde amarillento:
y aún contemplo... Y con ojos tan vacíos.
Ya esas delgadas nubes arriba, en copos y listas,
que entregan su movimiento a las estrellas;
a esas estrellas que detrás o entre ellas se deslizan,
brillando ora, ora oscurecidas, pero siempre vistas:
luna creciente a lo lejos, tan fija como si creciera
en su propio lago azul sin estrellas y sin nubes;
todas las veo, tan mgníficamente hermosas,
veo, pero no las siento, cuán hermosas son!

III
Fallan mis ánimos cordiales,
y de qué pueden ellos servirme
para levantar este ahogante peso de mi pecho?
Sería una labor inútil,
aunque siempre contemplase
esa luz verde que perdura en occidente:
puede que no espere ganar de fuerzas externas
la pasión y la vida, cuyas fuentes corren dentro.
(…)





Soneto al río Otter. 


¡Amado arroyo nativo! ¡Salvaje riachuelo del oeste!
¡Cuántos años de diverso sino han pasado!,
¡qué horas alegres y dolientes desde que por última vez
rocé la suave y fría piedra junto a tu pecho,
enumerando tus ligeros saltos!, sin embargo, tan profundamente
impresas,
se hunden las dulces escenas de la niñez, que mis ojos
nunca cierro en medio del rayo soleado,
sin que enseguida con todos sus matices tus aguas surjan,
tu tablón de cruce, tu margen con sauces grises,
y lecho de arena que jaspeado con diversos tintes
brillaba a través de tu clara transparencia. En mi camino,
visiones de niñez, a menudo han distraído
las cuitas del hombre solo, sin embargo despertando los suspiros más ansiados:
¡ah!, ¡que de nuevo fuera niño libre de cuidados!





Los dolores del dormir. 


¡Antes de que sobre el lecho descanse los miembros,
no ha sido mi costumbre rezar
con labios emocionados o rodillas dobladas;
sino calladamente, paso a paso,
mi espíritu yo al amor sosiego,
con confianza humilde mis párpados cierro,
con resignación reverencial,
sin concebir deseo, ni expresar pensamiento!
Sólo un sentido de súplica.
Un sentido sobre toda el alma impreso
que soy débil, sin embargo no maldito,
ya que en mí, a mi alrededor, por todas partes
están la fortaleza y sabiduría eternas.

Pero ayer por la noche recé en voz alta
con angustia y con agonía,
desde la multitud demoníaca
de formas y pensamientos que me torturaban:
¡rojiza luz, atropellante tropel,
sentimiento de mal intolerable,
y a quienes despreció, sólo esos fuertes!
¡Sed de venganza, la voluntad impotente
aún confundida y, sin embargo, ardiendo aún!
Deseo con aversión extrañamente mezclado,
establecido sobre salvajes u odiosos objetos.
¡Fantásticas pasiones! ¡Reyerta enloquecedora!
¡Y vergüenza y terror sobre todo!
Acciones para ser escondidas no estaban escondidas,
que todo confundido no sabía yo
si las había sufrido o infligido:
pues todo parecía culpa, remordimiento o pena,
las mías propias o las de otros eran el mismo
temor que ahoga la vida, vergüenza que ahoga el alma.

Así pasaron dos noches: el desmayo de la noche
entristecía y aturdía el día que llegaba.
Dormir, la vasta bendición, me parecía
la peor calamidad de la destemplanza.
La tercera noche, cuando mi propio grito fuerte
me despertó del sueño diabólico,
dominado por sufrimientos extraños y salvajes,
lloré como si hubiera sido un niño;
y habiendo así vencido por las lágrimas
mi angustia, hacia un ánimo más templado,
tales castigos, dije, eran debidos
a las naturalezas más profundamente manchadas por el pecado:
pues siempre agita de nuevo
el infierno insondable dentro
el horror de sus acciones a la vista,
para conocerlas y aborrecerlas; sin embargo, ¡desearlas y hacerlas!
Tales dolores con tales hombres bien se acuerdan,
pero, ¿por qué, por qué caen sobre mí?
Ser amado es todo lo que necesito,
y a quien amo, en verdad amo.





Trabajo sin esperanza.


Toda la naturaleza parece trabajar. Las babosas dejan su cubil,
agítanse las abejas... Vuelan los pájaros...
Y el invierno durmiendo al aire libre,
muestra en su rostro sonriente ¡un sueño de primavera!
y yo, mientras, el único ser desocupado,
ni hago miel, ni pareja, ni construyo, ni canto.

Sin embargo, bien conozco las orillas donde se mecen los amarantos,
he encontrado la fuente de donde manan corrientes de néctar.
Floreced, ¡oh vosotros, amarantos! Floreced para quien queráis,
¡para mí no florezcáis! Deslizaos ricas, ricas corrientes!
Con labios apagados, frente sin laureles, yo paseo:
¿aprenderiais los encantamientos que adormecen mi alma?
Trabajo sin esperanza saca néctar en un tamiz,
y esperanza sin objeto vivir no puede.





Juventud y vejez. 


Verso, brisa entre flores errante,
donde la esperanza se aferra alimentándose, como abeja,
¡ambas eran mías! La vida celebrando mayo iba.
con naturaleza, esperanza y poesía,
¡cuando yo era joven!
¿Cuándo yo era joven? — desdichado cuando!
¡Ay, por el cambio entre ahora y entonces!
Esta casa que respira no construida con manos,
este cuerpo que me inflije lastimoso mal,
sobre aéreos acantilados y cegantes arenas,
cuán fácilmente entonces se inflamaba:
como esos esquifes esbeltos, desconocidos antaño,
en arremolinados lagos y anchos ríos,
que ayuda no piden ni de vela ni de remo,
que no temen maldad de viento ni de marea!
De nada se cuidaba este cuerpo del viento ni del tiempo
cuando la juventud y yo en él juntos vivíamos.

Las flores son preciosas; el amor es como las flores;
la amistad es un árbol cobijante;
¡oh los júbilos, que caían como lloviznas,
de la amistad, el amor y la libertad!
¡Antes de que fuera viejo!
¿Antes de que fuera viejo? ¡Ay, desdichado antes,
que me dice que ya no hay más juventud!
¡Oh, juventud! Durante años tan dulce y espléndida,
es sabido que tú y yo éramos uno,
no lo tomaré sino como una presunción querida....
¡No puede ser que tú te hayas ido!
Tu campana vespertina aún no ha doblado:
¡y tú fuiste siempre una máscara osada!
¿Qué extraño disfraz ahora te has puesto,
para fingir que te has ido?
Veo estos rizos en los plateados mechones,
este andar abatido, este vestido alterado:
¡pero flores primaverales en tus labios,
y lágrimas que reflejan el sol desde tus ojos!
La vida no es sino pensamiento: así creeré
que la juventud y yo aún compartimos la misma casa.





Epitafio.


¡Detente, cristiano caminante! ¡Detente, hijo de Dios,
y lee con manso pecho! Bajo esta tierra
descansa un poeta o eso que una vez lo pareció.
¡Oh, eleva una meditación en plegaria por S. T. C.;
aquel que muchos años con esfuerzo alentando
encontró la muerte en vida, pueda aquí encontrar la vida en la muerte!
Misericordia por la loa: que sea perdonado por la fama
que pidió y esperó, por medio de Cristo. Haz tú lo mismo.