miércoles, 22 de mayo de 2024

Poemas I. John Donne (1571-1631)

Una conferencia sobre la sombra.


Detente, Amor, y os daré una conferencia
sobre la filosofía de la Pasión.
Durante las tres horas de este paseo,
dos sombras, que nosotros mismos producíamos,
custodiaban nuestros pasos.
Pero ahora el sol se alza sobre nuestras cabezas.
Ya pisamos nuestras sombras,
y todas las cosas están bañadas en intrépida luz.
Así, mientras nuestro primer amor crecía,
surgían de nosotros, y de nuestra tribulación;
sombras y disfraces. Pero ya no.
El Amor no ha alcanzado su máximo esplendor
cuando aún debe cuidar de ocultarse.
A menos que nuestros amores permanezcan
en este mediodía, proyectaremos
nuevas sombras hacia el lado opuesto.
Como las primeras, que fueron para cegar a los demás,
estas sombras obrarán sobre nosotros,
y cegarán nuestros ojos.
Si nuestros amores disminuyen,
y declinan hacia el oeste,
fálsamente me ocultarás tus actos,
y yo cobijaré los míos.
Las sombras de la mañana desaparecen,
pero estas se alargan con el día,
y ¡Ay, corto es el Día del Amor, si el amor decae!
El Amor es una luz creciente,
o en plenitud constante;
su primer instante después del mediodía es la Noche.





Tres veces tonto.


Sé que soy dos veces tonto,
por amar, y por decirlo
en poesía quejumbrosa.
Pero ¿dónde está ese sabio, que no podría ser yo,
si ella no me rehusara?
Así, como las vías interiores, tortuosas,
purgan el agua del mar de la corrosiva sal,
pensé que si alejar conseguía mis pesares
por la inoportuna rima, los aliviaría.
El pesar, cuando al metro se reduce, no puede ser tan agudo
pues, si verso se encadena, se somete.

Mas, cuando eso está hecho, alguien,
por mostrar su arte y su voz,
mi dolor compone y canta,
y, mientras a otros deleita, de nuevo
el dolor libera, que los versos contenían.
Al amor corresponde el tributo del verso, y al dolor,
pero no el de aquel que cuando es leído agrada.
Ambos por estas canciones se incrementan:
pues así son los triunfos de ambos difundidos.
Y yo, que dos veces tonto era, paso así a serlo tres,
pues son los mejores tontos los que un poco sabios son.





Muerte.


Lenguaje, eres demasiado estrecho
y demasiado débil para consolarnos;
la aflicción extrema no puede hablar.
¡Si pudiéramos suspirar acentos y llorar palabras!

La angustia que otorgan respiro a las lágrimas,
se consume y desgasta.
Los espíritus tristes, cuando menos lo parecen,
más tristes están.

No porque no sientan su estado,
sino porque el sentimiento los ha desesperado.
Dolor, a quien debemos todo lo que somos;
tirano, en la quinta y máxima Monarquía:

¿La mataste porque ella poseía todos los corazones,
para hacer así más opulento tu imperio?
¿Sabías que hasta quién no la conocía se lamentaría,
como cuando en un diluvio perecen todos los inocentes?

¿No te bastaba ganar ese palacio?
¿Debías arrasarlo, después de vencido?
Si te hubieras quedado, si hubieras considerado sus ojos,
todos los que hoy te huyen te habrían adorado.

Porque aquellos ojos daban luz sin quitarla,
y veían el alma porque la producían.
Ella era Zafirina, y clara ante ti;
la arcilla es ahora tu recinto sagrado.

Ah, ella era demasiado pura, pero no demasiado débil;
¿quién contempló una artillería de cristal que no se quebrara?
Y si nosotros somos tu conquista, con su caída has perdido,
pues con ella perecemos todos.

Si vivimos, sólo lo hacemos para rebelarnos;
la conocen mejor quienes la trataron bien.
Si debiéramos evaporarnos, y languidecer, y morir,
ya no sufriríamos, pues íbamos tras ella.

Ella cambió nuestro mundo por el suyo,
ahora que partió; la alegría y la fortuna son opresiones,
pues suyas eran todas las virtudes
que la ética llama cardinales.

Su alma era el paraíso;
la Gracia era el querubín que la custodiaba, y alejaba del pecado;
sólo debía dejar entrar a la Muerte,
pues la destrucción se cosecha siempre del mismo árbol.

Dios la arrebató, para que ningún mortal la amara más que a Él,
y mientras vertíamos lágrimas,
Él vertía su merced al llevársela,
para que nuestras mentes se eleven al firmamento, donde ella ahora descansa.





La aparición.


Cuando por tu despecho, ¡oh inmoladora!, esté muerto,
y libre te creas ya de todos mis asedios,
vendrá entonces mi espectro hasta tu lecho
y a ti, vestal farsante, en ajenos brazos te hallará.
Dudará entonces tu enfermiza llama,
y aquel, tu entonces Dueño, fatigado ya,
si te mueves, o intentas alzarlo con pellizcos,
pensará que clamas por más,
y en simulado sopor te rehuirá,
y entonces, álamo tembloroso, menospreciada, abandonada,
te bañarás en gélido sudor de azogue,
espectro más real que el mío propio.
Lo que diré no he de decirlo ahora,
no vaya eso a protegerte. Desvanecido ya mi amor,
antes quisiera verte con dolor arrepentida
que, por mis amenazas, inocente.





El sueño.


Amor, nada excepto tú
habría roto este sueño repentino,
un reflejo destinado, excesivo,
intenso para ser apenas un fantasma.
Es sabio de tu parte despertarme,
mas mi sueño nunca desgarras:
eres tan cierta que pensarte alcanza
para volver verdad sueños y ficciones;
entra en estos brazos, ya que decidiste
que no soñara mi sueño completo,
juntos, actuemos el resto.
Como un relámpago, o la luz de una vela,
tus ojos me despertaron,
al principio creí (pues amas la verdad), que eras un ángel,
hasta que vi que veías por dentro
mi corazón y mi centro
mejor que los Ángeles,
que sabías de mi sueño -que estaba soñando-,
y en qué momento me despertaría.
Viniste y confieso que entonces
habría sido herejía creer
que tú no fueras otra que tú.
Venir y quedarte conmigo te reveló,
pero levantarnos me hace preguntarme
si tú aún eres tú.
Débil es el amor si enfrenta al miedo,
ya no es espíritu puro, certero,
si en él se funden el miedo, vergüenza y honor.
Tal vez como una antorcha imprevista,
así me tratas tú, pues vienes para iluminarme,
y te vas para volver.
Entonces yo soñaré esa misma esperanza,
Una vez más, o si no moriré.





El mensaje.


Envíame aquellos ojos que hace mucho perdí,
Pues ya largo tiempo han reposado sobre tí;
Desde entonces muchos males han aprendido,
Forzadas reacciones,
Y falsas pasiones
Fueron por tí,
Y si por tí nada bueno
Pueden ver, quédatelos para siempre.

Devuélveme mi corazón inofensivo,
Que ningún pensamiento indigno
Podría mancillarlo;
Y si por el tuyo fuese incitado
A burlarse
Del Amor,
A quebrar los cimientos
de la palabra y el juramento,
Quédatelo, pues entonces mío no será.

Pero devuélveme mi corazón y mis ojos,
Para que pueda sentir y ver tu falsedad,
Para que pueda reírme alegre y gozar
Cuando te ahogues en angustia,
Cuando languidezcas sucia
Por aquel
Que no desea ser,
O que como tú lo eres ahora,
Falso será.





Aire y ángeles.


Dos o tres veces te habré amado
antes de conocer tu rostro o tu nombre;
en una voz, en una llama informe,
a menudo los ángeles nos afectan, y aún así los adoramos;
como cuando me acerqué a tí
vi una espléndida y gloriosa nada.

Puesto que mi alma, cuyo hijo es el amor,
requiere de miembros de carne y hueso
o nada podría si ellos,
más sutil que el padre el amor no ha de ser,
sino también ha de encarnar un cuerpo;
por consiguiente, invoco quién y lo que eras,
y al amor conmino, en este mismo instante,
a que se aloje en tu cuerpo,
y en tus labios, ojos y cejas se instale.

En tal caso, como un ángel, con rostro y alas
de aire, no tan puro éste, pero que lleva puramente,
de este modo pueda tu amor ser mi angélica esfera.
Justamente igual diferencia,
como aquella que reina
entre la pureza de los ángeles y del aire,
como la que siempre existirá entre el amor
del hombre y de la mujer.





El Dios del amor.


Desearía hablar con el espíritu
De algún antiguo amante, muerto
Antes de que el dios del Amor naciera;
Imposible creer que quien más amara entonces,
Se rebajara a amar a quien lo despreciaba.
Pero desde aquella época, el dios
Ha inventado un destino, y esa doble naturaleza,
La costumbre, lo permite:
Que yo deba amar a quien no me ama.

Es evidente que quienes lo hicieron dios
No tenían esa intención,
Ni él en su juventud la habrá practicado.
Cuando una llama similar inflamaba dos corazones,
Su oficio era reunir, piadosamente, dos razones.
La correspondencia era su único dominio;
Ya no es amor,
Cuando no amo a quien me ama.

Pero todos los dioses modernos
Buscan extender sus vastas pretensiones
Y compararse con Júpiter.
Furias, licencias, epístolas, elogios,
Aquel es el séquito del dios del amor.
Oh, si esta tiranía nos despertara
Y priváramos a este niño de su divinidad,
Ya no podría amar a quien no me ama.

Rebelde y ateo, ¿por qué susurro
Cómo si ya sufriera los castigos del amor?
Él podría condenarme a no amar,
O ensayar un castigo peor;
Que ella a su vez me amara,
Sería del todo insoportable
Porque la falsedad es peor que el odio,
Y falsedad sería si la que yo amo me amara.





Corazón roto.


Demente está quien afirma
haber estado una hora enamorado,
mas no es que el amor así se desvanezca,
sino que, de hecho, en menos tiempo os puede devorar.
¿Quién osará creerme si juro
haber sufrido un año de esta plaga?
¿Quién no se reiría de mí si yo dijera
que vi arder todo un día la pólvora de un frasco?

¡Ay, qué insignificante el corazón,
si llega a caer en manos del amor!
Cualquier otro pesar deja sitio
a otros pesares, y para sí reclama sólo una parte.
Vienen hasta nosotros, pero a nosotros el Amor arrastra,
y, sin masticar, nos absorbe.
Por él, como por el infame hierro, tropas enteras caen.
Él es el esturión tirano; nuestros corazones, la morralla.

Si así no fue, ¿qué le sucedió
a mi corazón cuando te vi?
A la alcoba traje un corazón,
pero de ella emergí vacío, desolado.
Si contigo hubiera ido, sé
que a tu corazón el mío le habría enseñado
la compasión.
Pero, ¡ay!, Amor, de una herida lacerante la felicidad
se ha quebrado.

Más la Nada en Nada puede convertirse,
ni sitio alguno puede del todo vaciarse,
así, pues, pienso que aún posee mi pecho todos
esos fragmentos, aunque no estén reunidos.
Y ahora, como los espejos rotos muestran
cientos de rostros más menudos, así
los añicos de mi corazón pueden sentir agrado,
deseo y adoración,
pero después de tal Amor, jamás volverán a amar.





Constancia de mujer.


Ahora, un día entero me has amado,
Mañana, cuando te marches ¿qué dirás?
¿Anticiparás la fecha de algún voto reciente?
¿O dirás que ya no somos quienes fuimos?
¿O que de promesas hechas por temor
Al amor y su ira, cualquiera puede abjurar?
¿O que, como la muerte disuelve el matrimonio,
Así el contrato de los amantes, espejo de los primeros,
Sólo atan hasta que el sueño,
Reflejo de la muerte, los desate?
¿O acaso para justificar tus fines,
Por haber procurado falsedad e inconstancia,
No conoces sino lo falso para enunciar la verdad?
Vana lunática, contra estos artificios podría argumentar,
Ganando si lo hiciera.
Pero me abstengo,
Pues mañana puede que también lo piense.





Amor negativo.


Jamás me arrodillé, como aquellos
Que adoran un ojo, mejillas, labios;
Rara vez hasta aquellos que no vuelan
Para admirar la virtud o la mente;
Pues el sentido y la inteligencia pueden
Conocer aquello que su fuego agita.
Mi amor, aunque ignorante, es más audaz,
Mi fracaso yace cuando suspiro
Sabiendo que forma cobra el deseo.

Si es simplemente lo perfecto
Lo que no puede expresarse
Sino con negativos, así entonces es mi amor;
Al Todo, que todos aman, digo no.
Si alguien puede descifrar
Aquello que desconocemos
Entonces a nosotros conocer puede,
Que él me enseñe esa Nada.
Es este, por ahora, mi alivio y consuelo,
Aún cuando no halle progreso, fallar no puedo.





Alquimia de amor.


Algunos que han excavado más profundo que yo
En las sórdidas cavernas del amor,
Dicen dónde se halla su céntrica felicidad.
He amado, he poseído, he contado,
Pero aunque amase, poseyese y contase hasta envejecer,
Aquel oculto misterio no hubiese encontrado.
¡Oh, todo es impostura!
Ningún alquimista ha conseguido el elixir,
Sin embargo con paciencia glorifica sus calderos,
Por si la casualidad
Le asalta con aromáticas medicinas,
Así sueñan los enamorados,
Con un deleite pleno y prolongado,
Para que esta triste y helada oscuridad
Se transforme en una noche de verano

¿Habremos de entregar nuestra paz, coraje, honor y vida
A esta burbuja de vanas sombras?
¿En esto termina el amor?
¿Puede ser alguien feliz representando la parodia del novio?
Aquel infeliz enamorado que jura
Que no es de ella la médula carnal lo que ama,
Sino su mente, donde angelicales formas encuentra,
También podría jurar con justicia que escucha
Durante el rumor del día el brillo de las estrellas.
No esperes encontrar compasión en la mujer,
Tal vez halles ingenio y ternura,
Sólo momias: cadáveres de la dulzura.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario