sábado, 13 de julio de 2024

Poemas. Raymond Carver (1939-1988)

Mi cuervo.


Un cuervo se posó en el árbol que hay frente a mi ventana.
No era el cuervo de Ted Hughes, ni el cuervo de Galway.
Ni el de Frost, ni el de Pasternak, ni el cuervo de Lorca.
Tampoco era uno de los cuervos de Homero, impregnados
de sangre coagulada tras la batalla. Era sólo un cuervo.
Que jamás encajó en parte alguna
ni hizo nada digno de mención.
Se quedó ahí en esa rama durante unos minutos.
Luego alzó el vuelo maravillosamente
y salió de mi vida.





Felicidad.


Tan temprano y todavía está oscuro afuera.
Estoy cerca de la ventana con un café,
y todo el ajetreo matutino acostumbrado
que pasa por la mente.

Cuando observo al chico y a su amigo
caminando por la calle
para entregar el periódico.

Llevan puestos capas y pulóveres,
y uno de ellos lleva una mochila sobre su espalda.
Están tan contentos
no dicen nada, estos chicos.

Pienso que si pudieran, se tomarían
uno al otro del brazo.
Es temprano en la mañana
y hacen esta actividad en conjunto.

Vienen, lentamente.
El cielo se va iluminando,
aunque la luna todavía cuelga pálida sobre el agua.

Es tanta la belleza que por un instante
ni la muerte ni la ambición, ni siquiera el amor,
tienen la puerta abierta.

La felicidad. Llega inesperadamente.
Y se va lejos, en verdad,
aunque ninguna madrugada hable de ello.





El mejor momento del día.


Cálidas tardes de verano.
Ventanas abiertas.
Lámparas encendidas.
Fruta en la mesa.
Y tu cabeza sobre mi hombro.
Este momento es el más feliz del día.

Por supuesto que cercano
a las tempranas horas de la madrugada.
Y a la hora justo antes del almuerzo.
Y a la tarde, e incluso a las horas de la tarde.
Pero en verdad amo
estas noches de verano.
Pienso que incluso más
que otros momento.
El trabajo ha terminado por hoy.
No hay nadie que pueda alcanzarnos ahora.
Ni nunca.





La corriente.


Estos peces no tienen ojos
Estos peces plateados que vienen a mi en sueños,
y esparcen sus huevos y fluidos
por los rincones de mi mente.

Pero hay uno que viene...
duro, asustado, silencioso como el resto,
uno que tan sólo se mantiene a contracorriente,

Y cierra su oscura boca en contra
de la corriente, la abre y la cierra
mientras se ajusta a la corriente.





Dulce luz.


Tras el invierno, torpe y afligido,
florecí con la primavera. Una dulce luz

me colmó el pecho. Sacaba
una silla. Me sentaba durante horas frente al mar.

Escuchaba las balizas y aprendí
a expresar la diferencia entre una campana

y el sonido de una campana. Quería
todo lo que estaba a mi lado. Incluso quería

dejar de ser una persona. Y lo logré.
Sé que lo hice (ella me trajo de vuelta).

Recuerdo aquella mañana en que cerré la caja
de la memoria y giré la llave.

Cerrada para siempre.
Nadie sabe lo que me ocurrió

aquí fuera. Sólo tú y yo lo sabemos.
Por la noche, las nubes cubrieron la luna.

Por la mañana ya se habían ido. ¿Y aquella dulce luz
que dije antes? También se había ido.





Al menos. 


Quiero levantarme temprano una vez más,
antes de que salga el sol. Antes que los pájaros, incluso.
Quiero echarme agua fría a la cara
y sentarme a mi mesa de trabajo
cuando el cielo empieza a iluminarse y aparece
el humo en las chimeneas
de las casas vecinas.
Quiero ver cómo rompen las olas entre las rocas, no sólo
oírlas como por la noche mientras duermo.
Quiero ver de nuevo los barcos
que llegan de cualquier parte del mundo
y cruzan el Estrecho,
los cargueros viejos y sucios que apenas se mueven,
y los nuevos buques de carga
pintados de todos los colores bajo el sol
tan rápidos que cortan el agua a su paso.
No quiero perderlos de vista,
ni tampoco la pequeña barca que avanza
entre ellos
o la estación del práctico al lado del faro.
Quiero ver cómo bajan a un hombre del barco
y suben a otro a bordo.
Quiero pasarme el día viendo estas cosas
y sacar mis propias conclusiones.
Detesto parecer egoísta -tengo muchos
motivos para estar agradecido-
pero quiero levantarme temprano una vez más, al menos.
Acercarme a mi sitio con un café y esperar.
Sólo esperar a ver qué ocurre.





No sabéis lo que es el amor (una tarde con Bukowski) 


No sabéis lo que es el amor dijo Bukowski
Tengo 51 años miradme
estoy enamorado de esa piba
Piqué el anzuelo pero ella también está colgada
así que perfecto tío así debe ser
Me llevan en la sangre y no pueden echarme
lo intentan todo para apartarse de mí
pero acaban volviendo
Todas vuelven excepto
una a la que dejé plantada
Lloré por ella
pero aquellos días lloraba por todo
No me paséis un peta de esos
luego me vuelvo insoportable
Podría quedarme aquí sentado
bebiendo cerveza con vosotros toda la noche
Podría beberme diez latas de esta cerveza
y sería como agua
pero no me paséis un peta tíos
os echaré por la ventana

Tiraré a todo el mundo por la ventana
ya lo he hecho
Pero no sabéis lo que es el amor
No lo sabéis porque nunca
habéis estado enamorados así de simple
Conseguí a esta piba es maravillosa
me llama Bukowski
Dice Bukowski con esa voz suave
y yo digo Qué
No sabéis lo que es el amor
Os lo estoy diciendo
pero no me escucháis
Ninguno de vosotros lo reconocería
si subiera a esta habitación
y os diera por el culo
Siempre pensé que las lecturas de poesía son una claudicación
Mirad tengo 51 años y mucho andado
Sé que son una claudicación
pero me digo Bukowski
pasar hambre es peor que rendirse
así que vas y nada es como debería ser
Aquel tipo cómo se llama Galway Kinnel
He visto su foto en una revista
Tiene buena pinta
pero es profesor

Cristo podéis creéroslo
Resulta que vosotros también
ya os estoy insultando
No, no lo he escuchado
ni he oído nada de él
Termitas todos ellos
Puede que sea yo ya no leo mucho
pero esos tipos que se hacen
un nombre con cinco o seis libros
termitas
Bukowski dice
por qué escuchas música clásica todo el día
No sabéis cómo lo dice
Bukowski por qué escuchas música clásica todo el día
Os sorprende no
nunca pensaríais que un bruto bastardo como yo
pudiera escuchar música clásica todo el día
Brahms Rachmaninoff Bartok Telemann
Mierda no podría escribir aquí si no
Demasiado silencio demasiados árboles
Me gusta la ciudad ése es mi sitio
Pongo música clásica cada mañana
y me siento frente a la máquina de escribir
enciendo un cigarrillo como éste y lo fumo
y me digo Bukowski eres un hombre con suerte

Bukowski has pasado por todo
y ahora eres un hombre con suerte
y el humo azul flota sobre la mesa
y miro por la ventana la Avenida Delongpre
y veo a la gente subir y bajar por la acera
y echo una calada así
y dejo el cigarrillo en el cenicero
y respiro profundamente
y comienzo a escribir
Bukowski así es la vida me digo
está bien ser pobre está bien tener hemorroides
está bien enamorarse
Pero no sabéis lo que es
No sabéis lo que es estar enamorado
Si pudierais verla sabríais de lo que hablo
Pensaba que me acostaba con alguien aquí arriba
lo sabía
me dijo que lo sabía
Mierda tengo 51 años y ella 25
estamos enamorados y está celosa
Jesús es maravilloso
me dijo que me sacaría los ojos si me tiraba a alguien
aquí arriba
Eso es amor
Qué sabéis vosotros de eso
(...)





Donde hayan vivido.


Fuera donde fuera, aquel día andaba
por su propio pasado. Dando puntapiés a jirones
de recuerdos. Mirando las ventanas
que no hace mucho le habían pertenecido.
Trabajo, miseria y pocos cambios.
En aquella época vivían para sus deseos,
decididos a ser invencibles.
Nada les detendría. Al menos
durante muchísimo tiempo.

En la habitación del motel
aquella noche, de madrugada,
abrió una cortina. Vio nubes
cubriendo la luna. Se apoyó
en el cristal. Le traspasó un aire frío
que puso la mano sobre su corazón.
Te amé, pensó.
Te he amado mucho.
Hasta que se me acabó el amor.





Lo que dijo el médico.


Dijo que la cosa no tenía buen aspecto
dijo que lo tenía malo malo de verdad
dijo que había contado treinta y dos en un pulmón y
que dejó de contar
le dije me alegro porque no querría saber
si hay más
dijo si usted es un hombre religioso arrodíllese
cuando llegue a la cascada
la neblina le rodeará los brazos y la cara
deténgase y trate de comprender esos momentos
yo le dije no lo soy pero trataré de empezar hoy
dijo lo siento mucho dijo
me hubiera gustado tener otras noticias que darle
dije Amén y él añadió algo
que no entendí y no sabiendo qué más hacer
y para no hacerle repetirlo
y a mí digerirlo
me quedé mirándole sin más
durante un rato y él me miraba a mí
me levanté y di la mano a quien solo me daba
algo que nadie en la tierra me había dado
Incluso debo haberle agradecido el hábito de ser tan duro.





Miedo.


Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.

Ya dije eso.





Tu perro se murió.


una furgoneta le pasó por encima.
Lo encontraste a un lado del camino
y lo enterraste.
te sientes mal por ello.
te sientes mal en lo personal,
pero peor te sientes por tu hija
porque era su mascota,
y ella lo quería mucho.
acostumbraba a cantarle con voz suave
y lo dejaba dormir en su cama.
para ti esto fue el motivo de un poema.
lo llamaste un poema para tu hija,
un poema acerca de un perro que es atropellado por una furgoneta
y de lo que hiciste después,
de cómo lo llevaste al bosque
y lo enterraste en lo profundo, profundo,
y ese poema resultó ser muy bueno
casi te contentas de que el pequeño perro
haya sido atropellado, porque de lo contrario nunca
hubieras escrito ese poema tan bueno.
entonces te sientas a escribir
un poema acerca de la escritura de un poema
que trata de la muerte de ese perro,
pero mientras escribes
escuchas que una mujer grita
tu nombre, tu nombre de pila,
ambas sílabas,
y tu corazón se detiene.
después de un minuto, continuas escribiendo.
ella vuelve a gritar.
Tú te preguntas cuánto podrá durar esto.





Último fragmento.


¿Y conseguiste lo que
querías de esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado en la tierra.





El rasguño.


Me desperté con una mancha de sangre reseca
pegoteada sobre uno de mis párpados. Un arañazo,
profundo, cruza transversalmente las arrugas de mi frente.
Sin embargo, últimamente, he estado durmiendo solo.
Y me pregunto por qué un hombre, incluso en un mal sueño,
alzaría la propia mano para lastimarse la cara.

Esta mañana pretendo responder esta pregunta
y otras similares, mientras observo en silencio
mi cara se refleja en los cristales de la ventana.





La telaraña. 


Hace unos minutos salí a la galería.
Desde ahí podía ver y oír el agua,
y todo lo que me ha venido sucediendo
durante estos años.
Hacía mucho calor y todo estaba muy tranquilo.
La marea se había retirado.
Los pájaros ya no cantaban.
Apoyé la espalda en una columna del alero, y
al realizar este movimiento
mi frente rozó una telaraña
que se enredó en mi pelo.
Di media vuelta,
entré nuevamente en la casa.
Sé que nadie podrá culparme
de haber tomado esta decisión.
Todo seguía muy quieto y caluroso.
No soplaba ni una leve brisa.
El mar era un espejo de acero silencioso.
Me saqué la telaraña del pelo
y la colgué de la pantalla de la lámpara.
Ahora cuando mi aliento la toca
tiembla suavemente. Un tejido,
complejo, intrincado. Flotando en la turbulencia
de mi aliento tibio.
Pienso...
No ha de pasar mucho tiempo antes de que alguien
comprenda que he abandonado este lugar.


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