Recito este poema con voz grave y monótona
en alabanza del otoño, del lejano y sinuoso otoño
alabo los campos sin flores alabo las nubes, las altas ramas silenciosas
donde el viento arranca sonidos, músicas sombrías.
Alabo el otoño ésta es la estación del hombre,
ahora el extraño sol no se entromete en nuestra tierra
no vigoriza el verde ni deshiela el suelo escarchado
y el invierno todavía no agobia con su silencio las ramas del pino.
En el otoño compartimos los días con los negros cuervos
el extendido mundo del año susurrante se ha marchado
hay más espacio para vivir el una vez secreto amanecer
llega la tarde con la luz del día y la oscuridad camina indefensa.
Entre el bravo y turbulento arder de las hojas
y el invierno que cubre nuestros corazones con su nieve pesada
estamos solos y no hallarás las nubes nocturnas
la luna las estrellas mansas giran alrededor de nuestros hogares.
Ésta es la estación humana en el aire estéril
las palabras pueden transportar el aliento y el sonido se arrastra
y continúa resonando
oímos el grito de un hombre muerto
desde un otoño que se ha ido hace mucho tiempo.
Te llamo y mi súplica se extiende mucho más allá de este aire amargo.
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