martes, 9 de abril de 2024

Poemas. Amy Levi (1861-1889)

Epitafio de una encrucijada. 


Cuando el mundo cerró su oscuridad sobre mí,
Llamé a Dios, pero Dios jamás vino hasta aquí.
Entonces, agotando mi penoso destino
Llamé al Amor, pero el Amor nunca vino.
Cuando la desdicha reunió todo mi sufrimiento,
La Muerte, fue la única en escuchar mi lamento.





Los dos terrores.


Dos terrores atormentan mi alma noche y día:
El primero es la Vida, y con ella el tiempo;
Un cansado y lánguido tren de miserias,
Con ojos anhelantes, demasiado tristes para llorar;
Sobre cuyos rostros, pálidos y grises,
Se extiende la sombra de un infortunio.
La muerte es el segundo terror;
¿Bajo qué forma su manto negro se acercará?

Mi alma no encuentra alivio en la elección,
Podrá ser golpeada más nunca consolada;
Ella se balancea entre pena y dolor,
Atrapada entre dos términos, sacudida.
De uno teme lo que ya conoce,
Del otro, sus benditos horrores desconocidos.





En el bosque negro.


Me acosté debajo de los pinos,
Miré hacia arriba, hacia el verde
Oscuro en la copa de los árboles,
Brillo sombrío que marca el paso del azul.

Cerré los ojos, y un increíble
Sentido fluyó sin criterio:
Aquí yazgo muerta y enterrada,
Y este es un cementerio.

Estoy en un reposo eterno,
Han terminado todos los conflictos.
Caí recta y sentí los lamentos
Por mi pequeña vida pasada.

Derecho injusto y labor perdida,
Sabio conocimiento despreciado;
La pereza y el fracaso y el pecado,
¿Yo fui triste por esto?

Me han puesto triste a menudo;
Ya nunca más asaltan mi pudor,
Mi corazón estaba lleno de dolor
Por la alegría que nunca tuvo.





En la noche.


Cruel? Creo que nunca hubo una trampa
más infame y agotadora que esta!
No es un sueño, así lo decía mi corazón,
con la sobria certeza del despertar.

Sueños? Yo conozco sus rostros,
en apariencia agradables; vaporosos,
adornados de alas multicolores;
He tenido sueños antes, y esto no es soñar.
Llega la luz del día, y la alegría cubre mi pesar.

Qué la hiere, amor mío; qué dolor la arrebata?
Pues ella en soledad empalidece;
y sus facciones lentamente se desvanecen.
No puedo unirme a ella,
Me estiro hacia allí sin sentido,
mientras mis brazos rodean el silencio y el vacío.





¿Es amor?


¿Es Amor o es Fama
Esta cosa por la cuál suspiro?
Quizás no tenga sentido
Encontrarle un nombre terrenal.

No sé qué puede aliviar mi pasado,
Ni cómo llamar a eso que deseo;
La pasión de mis sentimientos
Ruge como un tigre encadenado.





Sobre una persona que ha muerto en su lecho.


Este es su final, aquí yace él.
El polvo en su garganta, el gusano en sus ojos,
Los hongos en la boca, la hierba sobre su pecho.
Este es su final, y eso es lo mejor.
Ya nunca yacerá despierto sobre el sofá,
Con los ojos abiertos, lacrimosos, hasta que el día llegue.
Ya nunca sonreirá sin sentido
Mientras su corazón atraviesa el tiempo.
Ya nunca estirará sus manos en vano,
Para acariciar y acariciar, nunca más.
Ya no pedirá pan, sólo recibirá piedras,
Aunque en su fantasía sólo degustará tierra.
Ya nunca se debatirá entre lo falso y verdadero,
Pesando y tomando notas sobre lo efímero.
Ya nunca el dolor se ahogará en suspiros.
Este es su final, y aquí yace él.





A la muerte.


Si dentro de mi corazón hay hastío,
Si la llama de la poesía
Y el fuego del amor se hace frío,
Lacera mi carne sin cortesía.

Rápido, sin pausa ni demora;
No dejes el campo de mi vida sobre el huerto
Con la ceniza de los sentimientos muertos,
Deja que mi canto fluya con ternura.


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