viernes, 31 de mayo de 2024

Poemas II. John Donne (1572-1631)

El sueño.


Amor, debido a nada excepto tú
Habría roto este sueño feliz, una imagen
A la razón destinada, en exceso
Potente para ser sólo un fantasma,
Es sabio de tu parte despertarme,
Por tanto, mas mi sueño no interrumpes
Sino que sigues: eres tan verdad
Que el pensamiento de ti es suficiente
Para volver verdad sueños, ficciones, historias;
Entra a estos brazos, ya que decidiste
Que no soñara mi sueño completo, actuemos el resto.
Como un relámpago, o luz de una vela
Me despertaron tus ojos, no el ruido que hiciste;
Al principio creí
(Pues amas la verdad), que eras un ángel,
Hasta que vi que veías por dentro
Mi corazón y mi mente, mejor que los Ángeles pueden hacerlo,
Y que sabías qué estaba soñando, y sabías
En qué momento me despertaría el exceso
De gozo, y viniste, confieso que entonces
Habría sido herejía creer
Que tú fueras otra que tú.
Venir y quedarte conmigo te reveló tú,
Mas levantarnos me hace preguntarme
Si tú eres aún tú.
Es débil el amor si enfrenta al miedo,
Ya no es espíritu puro, valiente,
Si en él se mezclan miedo, vergüenza y honor.
Tal vez como antorcha que debe estar lista
Para apagar y encender si hace falta,
Así me tratas tú, pues viniste a encenderme,
Te vas para venir.
Entonces yo soñaré esa esperanza
Una vez más, o si no moriré.




El mensaje.


Devuélveme mis ojos largamente descarriados,
Pues es ya mucho el tiempo que han estado sobre ti;
Mas ya que tales males allí han aprendido,
Tales conductas forzadas
Y apasionamiento falso,
Que por ti
Nada bueno
Pueden ver, quédatelos para siempre.
Devuélveme mi corazón inofensivo,
Que pensamiento indigno no podría mancillarlo,
Pero si el tuyo le enseñara
A burlarse
Del amor;
A quebrantar
Palabra y juramento,
Quédatelo, porque mío no será.
Pero devuélveme mi corazón, mis ojos,
Que pueda ver y conocer tu falsedad;
Que pueda reírme y gozar
Cuando te angusties,
Cuando languidezcas
Por aquel
Que no querrá,
O, como tú ahora, falso sea.




El jardín de Twicknam.


Con vendavales de suspiros y anegado en lágrimas
Aquí vengo a buscar la primavera,
Y en mis ojos y oídos
Recibo esos bálsamos que lo restañan todo.
Mas, oh, traidor de mí mismo, traigo también
La araña del amor, que todo transubstancia,
Y el maná convierte en bilis,
Y para que este lugar pueda imaginarse
Un verdadero paraíso, he traído también a la serpiente.
Sería más sano para mí que el invierno
Oscureciera el esplendor de este lugar
Y que la grave escarcha prohibiese
Que estos árboles rían y se burlen en mi cara;
Pero, Amor, para que esa desgracia no soporte,
Ni deje todavía de amar, déjame ser de este lugar
Algún pedazo que no siente.
Hazme una mandrágora, así puedo crujir mi lamento aquí,
O una fuente de piedra, que llora todo el año.
Venid aquí amantes con frascos de cristal
Y tomad mis lágrimas, que son vino del amor,
Probad las de vuestras amantes en casa
Y veréis que son falsas aquellas que no saben como las mías.
¡Ay! Los corazones no brillan en los ojos
Ni mejor puedes juzgar los pensamientos femeninos por las lágrimas,
Que por su sombra o lo que lleva puesto.
Oh perversa condición de la mujer, donde nadie es sincero sino ella,
Que sincera siendo, con su verdad me mata.




El corazón roto.


Loco de remate está quien dice
Haber estado una hora enamorado,
Mas no es que amor así de pronto mengüe, sino que
Puede a diez en menos plazo devorar.
¿Quién me creerá si juro
Haber sufrido un año de esta plaga?
¿Quién no se reiría de mí si yo dijera
Que vi arder todo un día la pólvora de un frasco?
¡Ay, qué insignificante el corazón,
Si llega a caer en manos del amor!
Cualquier otro pesar deja sitio
A otros pesares, y para sí reclama sólo parte.
Vienen hasta nosotros, pero a nosotros el Amor arrastra,
Y, sin masticar, engulle.
Por él, como por bala encadenada, tropas enteras mueren.
El es el esturión tirano; nuestros corazones, la morralla.
Si así no fue, ¿qué le pasó
A mi corazón cuando te vi?
Al aposento traje un corazón,
Pero de él salí yo sin ninguno.
Si contigo hubiera ido, sé
Que a tu corazón el mío habría enseñado a mostrar
Por mí más compasión. Pero, ¡ay!, Amor,
De un fuerte golpe lo quebró cual vidrio.
Mas nada en nada puede convertirse,
Ni lugar alguno puede del todo vaciarse,
Así, pues, pienso que aún posee mi pecho todos
Esos fragmentos, aunque no estén reunidos.
Y ahora, como los espejos rotos muestran
Cientos de rostros más menudos, así
Los añicos de mi corazón pueden sentir agrado,
Deseo, adoración,
Pero después de tal amor, de nuevo amar no pueden.




Constancia de mujer.


Un día entero me has amado.
Mañana, al marchar, ¿qué me dirás?
¿Adelantarás la fecha de algún voto recién hecho?
¿O dirás que ya
No somos los mismos que antes éramos?
¿O que de promesas hechas por temor reverente
Del amor y su ira, cualquiera puede abjurar?
¿O que, como por la muerte se disuelven matrimonios verdaderos,
Así los contratos de amantes, a imagen de los primeros,
Atan sólo hasta que el sueño, imagen de la muerte, los desata?
¿O es que para justificar tus propios fines
Por haber procurado falsedad y mudanza, tú
No conoces sino falsedad para llegar a la verdad?
Lunática vana, contra estos subterfugios podría yo
Argumentar, ganando, si lo hiciera.
Pero me abstengo,
Porque mañana puede que yo así también piense.




Canción.


Ve y atrapa una estrella errante,
Ve, ya fecundada, en busca de una raíz de mandrágora,
Dime, dónde están los años que se fueron,
O quién quebró las patas del diablo,
O enséñame a escuchar las canciones de las sirenas,
O evita que nos hiera la envidia,
Y encuentra
Qué viento
Ayuda a que prospere una mente honrada.
Si sabes tolerar las miradas extrañas,
Ver las cosas invisibles,
Cabalga diez mil días y sus noches,
Hasta que la edad convierta en blanca nieve tus cabellos,
Y, ya marchita, cuando vuelvas, me contarás
Todas las extrañas maravillas que te sucedieron,
Y jurarás
Que en parte alguna
Vive una mujer hermosa y fiel.
Si encontraras alguna, házmelo saber,
Dulce me sería ese peregrinar;
Pero no, yo no iría,
Aunque en la puerta contigua pudiéramos hallarla,
Aunque hasta el instante de hallarla ella haya permanecido fiel
Cuando estés escribiéndome tu carta,
No obstante ella,
Sería infiel, antes de que yo llegara, a dos, o tres.




Amor negativo.


Nunca tanto me abatí como aquellos
Que en un ojo, mejilla, labio, hacen presa;
Rara vez hasta aquellos que más no se remontan
Que para admirar virtud o mente:
Pues sentido e inteligencia pueden
Conocer aquello que su fuego aviva.
Mi amor, aunque ignorante, es más audaz.
Fracase yo cuando suspire,
Si he de saber qué desearé.
Si es simplemente lo perfecto
Lo que expresarse no se puede
Sino con negativos, así es mi amor.
Al todo que todos aman digo no.
Si quien descifrar puede
Aquello que desconocemos, a nosotros, conocer puede,
Enséñeme él esa nada. Este, por ahora,
Mi alivio es y mi consuelo:
Aún cuando no progreso, fallar no puedo.




Alquimia de amor.


Algunos que más hondo que yo en la mina del amor han excavado
Dicen dónde se halla su céntrica felicidad.
Yo he amado, y poseído, y relatado,
Mas, aunque hasta la ancianidad amara, poseyera y refiriera,
Ese misterio escondido no habría de encontrarlo.
Todo, ¡ay!, es impostura.
Y como ningún alquimista obtuvo aún el elixir,
Mas su marmita repleta glorifica
Si por casualidad
Algo odorífero o medicinal le sobreviene,
Así un deleite pleno y prolongado sueñan los enamorados,
Para obtener una noche de estío, de apariencia invernal.
Por esta vana sombra de burbuja ¿habremos de entregar
Nuestro bienestar, esfuerzo, honor y vida?
¿En esto amor termina? ¿puede cualquiera
Tan feliz ser como yo si soportar puede
La burla breve de una representación de novio?
Ese infeliz amante que asegura,
No es la médula del cuerpo; es de la mente,
Lo que él en ella angelical encuentra,
Igual jurar podría que escucha en el rudo,
Crudo, griterío de ese día, las esferas.
No esperes hallar inteligencia en la mujer: a lo sumo,
Dulzura e ingenio; momias, sólo, poseídas.




Al romper el día.


Es cierto, es ya de día, ¿y a nosotros
Qué nos importa? ¿Piensas levantarte
De nuestra cama? ¿Por qué, porque hay luz?
¿Nos acostamos porque anochecía?
Amor, que aquí nos trajo a pesar de la noche,
Debiera mantenernos juntos pese al día.
La luz no tiene lengua, es toda ojo;
Si hablar pudiera como puede espiar,
Lo peor de que podría ser testigo
Es de que, estando bien, querría quedarme
Y de que tanto amé a mi corazón y honor
Que no acepté alejarme de su dueño.
¿Te debe alejar tu trabajo de mí?
Oh, ése es el más cruel mal del amor:
El pobre, el falso, el flojo aceptan
Amar con calma, no el hombre ocupado.
Quien tiene trabajo y seduce a una dama perjura
Igual que un hombre casado que corteja a otra.




Aire y ángeles.


Dos o tres veces te habré amado
Antes de conocer tu rostro o tu nombre;
Así en una voz, así en una llama informe
A menudo nos afectan los ángeles, y los adoramos;
Y aún así, cuando adonde estabas me acerqué,
Vi una espléndida y gloriosa nada.
Mas, puesto que mi alma, cuyo niño es el amor,
Precisa miembros de carne y hueso
O nada haría si ellos,
Más sutil que el padre el amor no ha de ser,
Sino también ha de encarnar un cuerpo;
Por consiguiente, invoco quién y lo que eras,
Y al amor insto, y en este mismo instante,
A que se aloje en tu cuerpo, y consienta
Que en tu labio, ojo y ceja se instale.
(...)
En tal caso, como un ángel, con rostro y alas
De aire, no tan puro éste, pero que puramente lleva,
De este modo pueda tu amor ser mi angélica esfera.
Justamente igual desemejanza
Como impera entre la pureza de los ángeles y la del aire,
Como siempre existirá entre el amor


No hay comentarios.:

Publicar un comentario