La tierra era verde, el cielo era azul:
Yo vi y oí en una mañana de sol
Una alondra colgando entre los dos,
Una silueta que cantaba sobre los granos;
Y justo debajo, en alegre compás,
Mariposas blancas agitaban las alas,
Y de todos modos la alondra se elevó,
Silenciosa se hundió y se elevó para cantar.
El maizal extendió su tierno verde
Alrededor de mis pasos;
Yo sabía que había un nido oculto
Un secreto auditorio entre el millón de tallos.
Y al detenerme para oír su voz,
Mientras se deslizaba el instante de sol,
Quizás su amante se sentaba, encantado,
A oír el final de aquella canción.
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