viernes, 16 de agosto de 2024

Poemas. William Stanley Merwin (1927-2019)

Según Adriano. 


Alma diminuta apenas una brizna
pequeña viajera
¿dónde te quedarás ahora
toda pálida toda sola
,si antes solías
reirte de todas las cosas?





La hebra.


Noche la cuenta negra
una hebra la atraviesa
con el sonido de un respiro

las luces aún están allí
desde hace mucho tiempo
cuando no eran vistas

en la mañana
me era explicado
que aquel

a quien llamamos
estrella de la mañana
y estrella del atardecer
son lo mismo.





Presidentes.


El presidente de la vergüenza tiene su propia bandera
el presidente de la mentira cita la voz
de Dios
como la última en tomarse en cuenta
el presidente de la lealtad recomienda
ceguera a los ciegos
caramba
aplausos como el taconeo de los colgados
camina sobre ojos
hasta que se rompen
después cambia de vehículo
no hay presidente de la pena
es un reino
antiguo absolutamente sin colores
a su gobernante nunca se le ve
las oraciones ruegan por él
también la banderas vacías como pieles
el silencio mensajero corre por la inmensidad
con la boca negra
abierta
el silencio trepador se despeña desde los acantilados
con la boca negra como
una llamarada
no existe más que un tema
pero se lo repite
infatigablemente.





Canción de las tres sonrisas.


Déjame llamar a un fantasma
Amor, así tan breve:
en Diciembre abrazamos
sin pensar en el clima.

¿A quién daré hoy gracias
por esta fortuna de agua?
Tu corazón ama puertos
donde soy extranjero.

¿Dónde fuimos un poema
sin deseo de un otro
doce días, doce noches
en cada ojo del otro?

¿O fue en lo de Babel
con los días tan breves
que hablamos nuestra lengua
sin deseo de otra?

Si una semilla florece
pon una piedra sobre ella
y que aprenda de tal suerte
la santa caridad.

Si debes sonreír
por siempre en aquel otro
córtame de oreja a oreja
y todos sonreiremos juntos.





Otro río. 


Los amigos se han ido de casa lejos hacia el valle
de ese río en cuyo estuario
el hombre de Inglaterra navegó su propia era
a tiempo para asir el paisaje de los últimos bosques
tupidos en negro los remotos bordes
del agua majestuosa siempre ella
se me apareció como arrivo justo como
un atardecer comenzado y hacia el final
del verano cuando la superficie convergente
pone algo como un solitario vasto espejo contemplando
hacia arriba hacia la luz perla que fue
ya manchada con el primer azafrán
del ocaso en la que los vacilantes rastros altos
de pájaros migrantes fluyeron hacia el sur aunque
no hubo fin para ellos el viento ha caído y la marea
y la corriente parecieron suspender un momento
en balance y el chirrido y el golpear
del bosque detuvieron una vez todo y las voces conocidas
murieron fuera y los olores y la mecida
y la inanición del viaje han devenido
un sueño tras ellos pues hoy yacen en calma
sobre el reflejo de su Media Luna
mientras el cielo ardía y luego la marea se elevó sobre ellos
el pasaje oscuro y ellos no tienen nombre.





Ogros.


Toda la noche me despertaba la lluvia
que caía despacito entre las hojas
en el valle durmiente bajo la ventana
y la Paula dormida aquí a mi lado y
junto a la cama los perros
roncaban, el murmurar
de olas bajitas en una playa
me asombra la fortuna de este
momento en la totalidad de la noche este
favor sin nombrar, mientras nos dure
este resuello de paz y entonces
me acuerdo de los farsantes en el poder
que en este momento idean
sus masacres en mi nombre
¿de cuál parte de mí pudieron haberse
originado, nacerían de mi odio y los dragarían
de lo hondo y más amargo de mi vergüenza?


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