viernes, 6 de septiembre de 2024

Poemas II. Giovanni Quessep.

Insomnio.

Canto de un grillo en el jardín
trae consigo la rama del insomnio,
como un pito de vidrio
que convoca las alas del invierno.

Nunca estuve tan cerca de la muerte,
nunca supe que detrás de la música
pudiera haber el cielo adverso
perdido entre las zarzas y los robles.

¿La vida es ilusoria entonces,
un huerto miserable
por donde van la ronda de las constelaciones
y el reposo nocturno inalcanzable?





Madrigal de la muerte.

Muy cerca está tu corazón
De encontrar las hojas de otoño
Quizá un tiempo dorado reine
Por los abismos

Tal vez el olvido mortal
Sea el más puro encantamiento
Y aun la rosa impronunciable
Llegue volando

Muy cerca tienes la mirada
Del desvelado para siempre
¿Quién podría cerrar los ojos
En ese cielo?

Tal vez el polvo te transforme
En la luna desconocida
Y alguien se pierda y no regrese
Bajo esa luna





Medianoche.

Medianoche, no encuentro
los caminos que dan al patio,
ni al pozo de agua viva
donde bajan las nubes y el pasado.
Digo canciones a una sombra
para volver siquiera soñando,
pues sólo en sueños la muerte
nos deja entrar en su barco
sin dar al polvo lo que es del polvo
ni a la mar los remos blancos.
Pierdo la casa (prodigios
de encantadores) y no me hallo
sino en el patio que daba al cielo
y en el agua del pozo y el naranjo.





Mediodía.

Pájaros. Araucarias. No hay esencia
sin claridad en este mediodía.
Toma la fantasía
que me da la divina indiferencia.

Profundo en la memoria
va el girasol que la mirada advierte.
No pasa el cielo de cristal. Oh muerte,
el polvo cesa de mover tu noria:

Músicas y alta rama
del tiempo en la delicia del que espera.
¿Quién viene? ¿Quién me llama?
Otra forma se inicia en la pradera.





Mientras cae el otoño.

Nosotros esperamos
envueltos por las hojas doradas.
El mundo no acaba en el atardecer,
y solamente los sueños
tienen su límite en las cosas.
El tiempo nos conduce
por su laberinto de hojas en blanco
mientras cae el otoño
al patio de nuestra casa.
Envueltos por la niebla incesante
seguimos esperando:
La nostalgia es vivir sin recordar
de qué palabra fuimos inventados.





No tenemos conjuros.

Lo canta el adivino
Porque ha visto en los sueños
Naves purpúreas
O un jardín remoto
Todo habrá de llegarnos la celeste
Penumbra de un castillo el otro reino
O en la rama florida
De lo real la rosa fabulada
No tenemos conjuros
Quien crea en la leyenda
Puede mirar las nubes
Verá que empieza a detenerse el /tiempo.





Nocturno.

Enséñame quien eres tú
En las noches de amargo sueño
Si de aquél olvido cantable
Luna mortal o bella historia

Nada sabe mi corazón
De celestes apariciones
Si ha sido siempre un extranjero
En las músicas de tu mano

Mas a la sombra esperaré
A la sombra del almendro blanco
Para que me digas tu nombre
Donde la azul rosa termina.

Apiádate que llega el alba
Ya tu silencio me abandonas
Siento que mi hora está cerca
y he reinado sobre fantasmas





Pájaro.

En el aire
hay un pájaro
muerto;
quién sabe
adónde iba
ni de dónde ha venido.
¿Qué bosques traía,
qué músicas deja,
qué dolores
envuelven
su cuerpo?
¿En cuál memoria
quedará
como diamante,
como pequeña hoja
de una selva
desconocida?
Pero en el aire
hay un patio
y una pradera,
hay una torre
y una ventana
que no quieren morir
y están prendidos
de su cola
larga de norte a sur.
En el aire
hay un pájaro muerto.
No sabrá de la tierra
ni de esta mancha
que todos llevamos,
de las máscaras
que lapidan,
de los bufones
que hacen del Rey
un arlequín perdido.
¿Quién lo guarda,
quién lo protege
como si fuera
la mariposa angélica?
Pájaro muerto
entre el cielo y la tierra.





Poema para recordar a Alicia en el espejo.

Aquí lo legendario y lo real
Nuestra historia resulta semejante
A la de esa muchacha maravillosa que penetró en el espejo
Estuvo siempre a punto de desaparecer
Pero ninguno pronunció la fórmula que la devolviera al polvo
Ni Tweedledum ni Tweedledee ni la Reina ni el Rey Rojo
Que lo único que tenía que hacer era despertarse
Tal vez somos un cuento
Tal vez sin que nunca nos percatemos
La nave de Ulises
O el ruiseñor de Keats
(Ese pájaro no destinado a la muerte)
Digamos entonces que lo que ha sido un canto de la Odisea
Continuará siendo nosotros
Sin dejar de ser por eso el país de las maravillas
Y alguien podrá reconocemos
Al escuchar la historia no escrita todavía
En la historia castillo la historia luna múltiple
En la historia juguete destruido
La historia en fin cuando pasó una nube sobre Alicia

Tal vez somos la sombra de ese azul en su mano


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