sábado, 16 de noviembre de 2024

Poemas. Louis Macneice (1907-1963)

Lugar de encuentro. 


El tiempo estaba ausente y en otra parte,
Había dos vasos y dos sillas
Y dos personas con un solo pulso
(Alguien paró la escalera mecánica):
El tiempo estaba ausente y en otra parte.

Y ellos no estaban ni arriba ni abajo,
La música del torrente no paraba
De fluir a través del brezo, marrón límpido,
Aunque ellos se sentaban en un café
Y ellos no estaban ni arriba ni abajo.

La campana silenciosa en el aire
Sosteniendo su postura invertida,
Entre clangor y clangor una flor,
En bronce un cáliz de ningún ruido:
La campana silenciosa en el aire.

Los camellos cruzaban las millas de arena
Que se extendían en torno de las tazas y platos;
El desierto era suyo, ellos planeaban
Repartir las estrellas y dátiles.
Los camellos cruzaban las millas de arena.

El tiempo estaba ausente y en otra parte.
El mozo no venía, el reloj
Los olvidaba y el vals de la radio
Surgía como agua de una roca:
El tiempo estaba ausente y en otra parte.

Los dedos de ella sacudieron la ceniza
Que florecía de nuevo en árboles del trópico:
Sin importar si los mercados colapsan
Cuando ellos tenían bosques tales como estos.
Los dedos de ella sacudieron la ceniza.

Dios o lo que quiera que significa el Bien
Alabado sea porque el tiempo puede pararse así,
Porque lo que el corazón ha entendido
Puede verificarse en la paz del cuerpo,
Dios o lo que quiera que significa el Bien.

El tiempo estaba ausente y ella estaba aquí
Y la vida ya no más lo que era,
La campana silenciosa en el aire
Y todo el salón un resplandor porque
El tiempo estaba ausente y ella estaba aquí.





Bajo la montaña.


Vista de arriba
la espuma en la bahía es una pluma
que se abre... se repliega.

Visto de arriba
el campo es una falda y las parvas botones
que la mantienen al ras de la tierra.

Vista de arriba
la casa es un artefacto mudo cuya función
hace tiempo es obsoleta.

Pero cuando uno baja
las rompientes son escoria fría y las algas
sisean contra la costa nauseabundas.

Cuando uno baja
el campo es una cosecha provechosa o malograda, la fuente
de dolor en las espaldas, si no de congoja.

Y cuando uno baja
la casa es un maelstrom de amores y de odios donde uno
-que ha bajado- pertenece.





Nieve.


El cuarto se animó de repente y el amplio ventanal del mirador
mostró nieve en abundancia y rosas rojas
calladamente contiguas e incompatibles:
el mundo es más repentino de lo que imaginamos.

El mundo es mucho más bizarro de lo que pensamos,
incoregiblemente plural. Yo pelo y corto
una mandarina y escupo las semillas y siento
la embriaguez de lo diverso entre las cosas.

Y el fuego arde con un sonido crepitante porque el mundo
es más malicioso y alegre de lo que uno supone
-por la lengua los ojos las orejas las palmas de la mano-.
Hay más que vidrio entre la nieve y las espléndidas rosas.





El suicida.


Y está, señoras y señores -a quienes no estoy guiando en realidad
era su oficina hasta hace unos minutos;
este hombre del que jamás oyeron hablar. Ahí están las facturas
en la cubeta, la ceniza en el cenicero, la agenda gris
delante de él, los archivos atestados,
el jurado cómplice de su correspondencia sin contestar
dormitando bajo el pisapapeles a la brisa que llega
de la ventana de donde saltó; y aquí está el receptor rajado
que nunca se reparó y el anotador con su último garabato
que podría ser su propia úlcera intestinal o podría ser
el laberinto florido por el que había vagado deliciosamente hasta
tropezar de pronto en una alcantarilla bajo las malvas,
consciente finalmente de todo lo que le faltaba. La punta del lápiz
obviamente se había roto, aunque, cuando abandonó este sitio
mediante una pirueta felina o un simple acto de desaparición,
para quienes lo reconocieron a pesar del revoltijo en la vereda,
ese hombre con tímida sonrisa dejó atrás
algo que estaba intacto.


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