lunes, 2 de diciembre de 2024

Poemas V. William Shakespeare (1564-1616)

Si a mis días colmados sobrevives...

Si a mis días colmados sobrevives,
y cuando esté en el polvo de la Muerte
una vez más relees por ventura
los inhábiles versos de tu amigo,

con lo mejor de tu época compáralos,
y aunque todas las plumas los excedan,
guárdalos por mi amor, no por mis rimas,
superadas por hombres más felices.

Que tu amor reflexione: «Si su Musa
crecido hubiera en esta edad creciente,
frutos más caros a su edad le diera,
dignos de incorporarse a tal cortejo:

pero ha muerto; en poetas más notables
estilo buscaré y en él amor».





Si la hosca carne fuera pensamiento...

Si la hosca carne fuera pensamiento
La vil distancia no me detendría,
Pues a do te hallas desde lo más lejos
Yo, pese al espacio, arribaría.

Y qué importará así que yo pisara
La más remota tierra que no vieras,
Pues la ágil idea el mar, países salva
Tan pronto rumia el sitio que desea.

Mas ¡ay!, me mata el pensar que no soy
Pensamiento que venza millas, leguas;
Que por ser de tanta agua y tierra yo
Debo ocupar el ocio con mis quejas.

Sin nada lograr de agentes tan lentos
Más que lágrimas, signos del mal nuestro.





Si la muerte domina al poderío...

Si la muerte domina al poderío
de bronce, roca, tierra y mar sin límites,
¿cómo le haría frente la hermosura
cuando es más débil que una flor su fuerza?

Con su hálito de miel, ¿podrá el verano
resistir el asedio de los días,
cuando peñascos y aceradas puertas
no son invulnerables para el Tiempo?

¡Atroz meditación! ¿Dónde ocultarte,
joyel que para su arca el Tiempo quiere?
¿Qué mano detendrá sus pies sutiles?
Y ¿quién prohibirá que te despojen?

Ninguno a menos que un prodigio guarde
el brillo de mi amor en negra tinta.





¿Te he de comparar con un sol de estío?...

¿Te he de comparar con un sol de estío?
Descubro en ti más gracia y más encanto.
Furiosos vientos agitan el fino
Botón de mayo, es tan breve el verano.

Quema a veces tanto el ojo del cielo,
Se opaca a menudo su tez dorada,
Lo que es bello deja a veces de serlo
Por azar o por natural mudanza.

Mas tu eterno estío no decaerá
Ni ha de perder el bello que posees,
Ni el nublarte la muerte jactará
Cuando en el tiempo en verso eterno creces.

Mientras respirando o viendo se siga
Esto vivirá, y esto te da vida.





Tiempo devorador, desafila las garras del león...

Tiempo devorador, desafila las garras del león
y haz que la tierra devore su propio dulce retoño,
arranca los agudos colmillos de las crueles mandíbulas del tigre
y quema en su sangre el fénix de larga vida;

alterna en tu vuelo estaciones tristes y alegres
y haz todo lo que quieras, Tiempo de rápido pie,
al vasto mundo y a todas sus dulzuras fugitivas;
pero yo te prohíbo un crimen, el más odioso:

¡oh! no marques con tus horas la frente de mi hermoso amor,
ni traces líneas con tu antigua pluma,
déjalo intacto en tu carrera,
como modelo de belleza para los hombres a venir.

O bien haz lo peor, viejo Tiempo: a despecho de tu ultraje,
en mis versos mi amor vivirá joven eternamente.





Tiempo, no has de jactarte de mis cambios...

Tiempo, no has de jactarte de mis cambios:
alzas con nuevo brío tus pirámides
y no son para mí nuevas ni extrañas
sino aspectos de formas anteriores.

Por ser corta la vida, nos sorprende
lo antiguo que reiteras y que impones,
cual si fuera lo nuevo que deseamos
y si no conociéramos su historia.

Os desafío a ti y a tus anales;
no me asombran pasado ni presente,
pues tus anales y lo visto engañan
al transformarse mientras te apresuras.

Por mí, te juro que he de ser constante
a pesar de tu hoz y de ti mismo.





Tu capricho y tu edad, según se mire...

Tu capricho y tu edad, según se mire,
provocan tus defectos o tu encanto;
y te aman por tu encanto o tus defectos,
pues tus defectos en encanto mudas.

Lo mismo que a la joya más humilde
valor se da en los dedos de una reina,
se truecan tus errores en verdades
y por cosa legítima se tienen.

¡Cómo engañara el lobo a los corderos,
si en cordero pudiera transformarse!
Y ¡a cuánto admirador extraviarías,
si usaras plenamente tu prestigio!

Mas no lo hagas, pues te quiero tanto
que si es mío tu amor, mía es tu fama.





Tu pecho está cargado con todos los corazones...

Tu pecho está cargado con todos los corazones,
que yo supuse, en mi ignorancia, muertos;
y allí reina el Amor con todas sus amantes partes
y todos los amigos que yo creía extintos.

Cuántas sagradas y obsequiosas lágrimas
extrajo de mis ojos el amor religioso
en interés de los muertos, que aparecen ahora
como cosas remotas que en ti yacen ocultas!

Tú eres la tumba en que el amor sepulto ahora vive,
adornado con los trofeos de mis amores idos,
que todas sus partes de mí a ti te dieron,

pues ese haber de muchos es tuyo ahora solo:
Sus imágenes que amé las veo en ti
y tú, con todos ellos, lo tienes todo del total de mí.





Unos se vanaglorian de la estirpe...

Unos se vanaglorian de la estirpe,
del saber, el vigor o la fortuna;
otros, de la elegancia extravagante,
o de halcones, lebreles y caballos;

cada carácter un placer comporta
cuya alegría a las demás excede;
pero estas distinciones no me alcanzan
pues tengo algo mejor que las incluye.

En altura, tu amor vence al linaje;
en soberbia al atuendo; al oro en fausto;
en júbilo al de halcones y corceles.
Teniéndote, todo el orgullo es mío.

Mi única miseria es que pudieras
quitarme todo y en miseria hundirme.





¡Ve! si en oriente la graciosa luz...

¡Ve! si en oriente la graciosa luz
su cabeza flamígera levanta,
los ojos de los hombres, sus vasallos,
con miradas le rinden homenaje.

Y mientras sube al escarpado cielo,
como un joven robusto en su edad media,
lo siguen venerando las miradas
que su dorada procesión escoltan.

Pero cuando en su carro fatigado
deja la cumbre y abandona al día,
apártanse los ojos antes fieles,
del anciano y su marcha declinante.

Así tú, al declinar sin ser mirado,
si no tienes un hijo, morirás.





Y por qué no es tu guerra más pujante...

¿Y por qué no es tu guerra más pujante
contra el Tirano tiempo sanguinario;
y contra el decaer no te aseguras
mejores medios que mi rima estéril?

En el cenit estás de horas risueñas.
Los incultos jardines virginales
darían para ti vivientes flores,
a ti más semejantes que tu efigie.

Tendrías vida nueva en vivos trazos,
pues ni mi pluma inhábil ni el pincel
harán que tu nobleza y tu hermosura
ante los ojos de los hombres vivan.

Si a ti mismo te entregas, quedarás
por tu dulce destreza retratado.


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