jueves, 15 de mayo de 2025

Espectros que van en peregrinación. Charles Nodier (1780-1844)

Pierre d'Engelbert —que más tarde llegó a ser abad de Cluny— envió a uno de sus hombres, llamado Sancho, junto al rey de Aragón para que le sirviese en la guerra. Este hombre volvió al cabo de unos años, con muy buena salud, a casa de su amo, pero, al poco tiempo de su regreso, cayó enfermo y murió.

Cuatro meses más tarde, una noche en que lucía un hermoso claro de luna, Sancho entró en la habitación de su amo, cubierto de harapos; se acercó a la chimenea y se puso a avivar el fuego para calentarse o para que se le viera mejor. Pierre, al darse cuenta de que había alguien, preguntó quién estaba allí.

—Soy yo, Sancho, vuestro servidor —respondió el espectro con una voz ronca y cascada.
—¿Y qué vienes a hacer aquí?
—Voy a Castilla, con mucha otra gente de armas, a fin de expiar el mal que hemos hecho durante la pasada guerra, al mismo lugar donde se cometió.

Yo, por mi parte, robé ornamentos de una iglesia, y por eso estoy condenado a hacer allí una peregrinación. Podéis ayudarme mucho realizando buenas obras; y vuestra señora esposa, que todavía me debe ocho cuartos de mi salario, me hará un gran servicio dándoselos a los pobres en mi nombre.

—Ya que vienes del otro mundo, dame noticias de Pierre Defais, muerto hace poco.
—Se ha salvado.
—¿Y Bernier, nuestro conciudadano?
—Se ha condenado por haber desempeñado mal su oficio de juez y por haber robado a la viuda y al inocente.
—¿Y Alfonso, rey de Aragón, muerto hace dos años?

Entonces, el otro espectro, que Pierre d'Engelbert todavía no había visto, pero que distinguió en ese momento, sentado en el vano de la ventana, tomó la palabra y dijo:

—No le pidáis nuevas del rey Alfonso, no puede deciros nada de él, no lleva bastante tiempo con nosotros para saber cosas de él; pero yo, que estoy muerto desde hace cinco años, os puedo dar alguna información. Alfonso estuvo con nosotros algún tiempo, pero los monjes de Cluny se lo llevaron, y no sé dónde está ahora.

En ese momento el espectro se levantó y le dijo a Sancho:

—Vamos, es hora de partir, sigamos a nuestros compañeros.

Dicho esto, Sancho le repitió los ruegos a su amo y los dos fantasmas salieron.

Una vez que se hubieron marchado, Pierre d'Engelbert despertó a su mujer que, a pesar de que estaba acostada junto a él, no había visto ni oído nada de todo lo que había sucedido. Reconoció que debía ocho cuartos a Sancho, lo que probó que el espectro había dicho la verdad. Los dos esposos cumplieron los deseos del difunto: dieron mucho a los pobres y mandaron decir un gran número de misas y oraciones por el alma del pobre Sancho, que no se apareció más.


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