Gansos salvajes.
No tienes que ser buena.
No tienes que recorrer el desierto de rodillas, arrepintiéndote.
Sólo tienes que dejar que el suave animal de tu cuerpo ame lo que ama.
Háblame del dolor, del tuyo, yo te hablaré del mío.
Mientras tanto, el mundo sigue.
Mientras tanto, el sol y las claras piedrecitas de la lluvia
avanzan por los paisajes,
sobre prados y árboles frondosos, las montañas y los ríos.
Mientras tanto, los gansos salvajes, allá arriba, en el cielo azul y limpio,
emprenden rumbo de vuelta a casa.
Seas quien seas, te sientas lo sola que te sientas,
el mundo está ahí para tu imaginación,
llamándote, como los gansos salvajes, rudamente, emocionante:
anunciando una y otra vez tu lugar
en el mundo de todo lo que existe.
Capullos.
En abril
las lagunas
se abren
como capullos negros,
la luna
nada en cada una;
hay fuego
en todos lados: ranas gritando
su deseo,
su satisfacción. Lo que
sabemos: que el tiempo
nos atiza como
un azadón de hierro; que la muerte
es un estado de parálisis. Lo que
añoramos: goce
antes de la muerte, noches
en los pantanos: todo lo demás
puede esperar, pero no
este impulso que sale
de la raíz del cuerpo. Lo que
sabemos: somos más
que sangre; somos más
que nuestra hambre y sin embargo
pertenecemos
a la luna y cuando las lagunas
se abren, cuando comienza
el ardor
los más
pensativos entre nosotros
sueñan con
apurarse hacia dentro
de los pétalos negros,
hacia el fuego,
hacia la noche donde el tiempo yace vencido,
hacia el cuerpo de otro.
Paisaje.
¿No está claro que las camas de musgo,
a excepción de no tener lenguas, podrían dar charlas
todo el día, si quisieran, acerca
de la paciencia espiritual? ¿No está claro
que los cedros negros junto al camino están parados
como si fuesen las flores más frágiles?
Cada mañana camino por aquí
hacia la laguna, pensando: si las puertas de mi corazón
se cierran alguna vez, me doy por muerta.
Cada mañana, hasta el momento, he estado viva. Y ahora
los cuervos se rompen del resto de la oscuridad
e irrumpen en el cielo, como si
durante toda la noche hubiesen meditado
lo que les gustaría que fuese su vida, y hubiesen imaginado
sus fuertes y densas alas.
Poema matutino.
Cada mañana
se crea
el mundo.
Bajo las pajillas
anaranjadas del sol
las cenizas
amontonadas de la noche
se convierten en hojas otra vez
y se adhieren de nuevo a las altas ramas,
y los estanques parecen
una tela negra
donde han pintado islas
de lirios estivales.
Si es tu naturaleza
estar contento
nadarás por las suaves veredas
durante horas, y tu imaginación
se posará en todas partes.
Y si tu espíritu
lleva consigo
la espina
que es más pesada que el plomo,
si no te deja
pausa,
hay todavía
un lugar en lo profundo de ti mismo
donde hay una bestia gritando que la tierra
es exactamente lo que quiere:
cada estanque con sus lirios llameantes
es una oración oída y contestada,
generosamente,
cada mañana,
te hayas o no
atrevido a ser feliz,
te hayas o no atrevido
a rezar alguna vez.
Amanecer.
Puedes
morir por ello:
una idea,
o el mundo. La gente
lo ha hecho,
brillantemente,
dejando
que sus pequeños cuerpos
sean llevados a la hoguera
creando
una inolvidable
furia de luz. Pero
esta mañana,
cuando subía la colina de siempre
en la cotidiana
tela de la madrugada, pensé
en China,
en la India
y en Europa, y pensé
en cómo el sol
resplandece
para todos
tan gozosamente
alzándose
bajo las pestañas
de mis mismos ojos, y pensé
¿Acaso soy tantos?
¿Cuál es mi nombre?
¿Cuál es el nombre
de la inspiración profunda
que haré una y otra vez
en nombre de todos? Llámalo
como quieras, es
felicidad, es otra
de las maneras de entrar
en el fuego.
Los girasoles.
Ven conmigo
al campo de girasoles.
sus rostros son discos bruñidos,
sus espinas secas
crujen como mástiles de barcos,
sus hojas verdes,
tantas y tan pesadas,
llenan el día de los pegajosos
azúcares del sol.
Ven conmigo
a visitar a los girasoles,
ellos son tímidos
pero quieren amigos;
tienen historias maravillosas
de cuando eran jóvenes:
la importancia del tiempo,
los cuervos vagabundos.
¡No te dé miedo
hacerles preguntas!
Sus rostros brillantes,
seguidores del sol,
escucharán, y todas
esas filas de semillas
—cada una nueva vida—
desean una amistad más profunda;
cada una de ellas, aunque alzada
entre una multitud,
como un universo aparte,
está sola, en el largo trabajo
de hacer girar sus vidas
en una celebración:
no es fácil. Ven
y hablemos con esos rostros modestos:
el vestido sencillo de hojas,
las rudas raíces en la tierra
ardiendo tan rectamente.
El viaje.
Finalmente un día supiste
Lo que debías hacer y empezaste,
A pesar de que las voces a tu alrededor
No cesaran de gritar
Su mal consejo,
A pesar de que la casa entera
Empezara a temblar
Y te fallaran las fuerzas.
¡Salva mi vida!
- gritaban las voces.
Pero tú no te detuviste.
Sabías lo que debías hacer,
A pesar de que el viento hurgara
Con sus tenaces dedos,
A pesar de que su melancolía
Fuera terrible.
Ya era tarde,
Oscura noche,
Y el camino estaba lleno de
Piedras y ramas caídas.
Pero poco a poco,
Mientras dejabas sus voces atrás,
Las estrellas empezaron a brillar
Entre los parches de nubes
Y oíste una nueva voz,
Que lentamente
Reconociste como la tuya,
Que te hacía compañía
Mientras te adentrabas cada vez más
En el mundo,
Con la determinación de hacer
Lo único que podías hacer.
Con la determinación de salvar
La única vida que podías salvar.
Cuando llega la muerte.
Cuando llega la muerte
como el hambriento oso de otoño;
cuando llega la muerte y toma
sus brillantes monedas de su monedero
para comprarme, y lo cierra;
Cuando llega la muerte
como el sarampión
cuando llega la muerte
como un iceberg entre los omoplatos.
Quiero atravesar el umbral lleno de curiosidad,
preguntándome:
¿qué aspecto tendrá esta morada oscura?
Y por eso lo observo todo
como una fraternidad y hermandad,
y miro sobre el tiempo como no más que una idea,
y considero la eternidad como otra posibilidad.
Considero cada vida como una flor, tan común
como un campo de margaritas y a la vez singular,
y cada nombre una música comfortable en la boca,
tendiendo, como toda música hace, hacia el silencio.
y cada cuerpo, el coraje de un león, y algo
precioso para la tierra.
Cuando acabe, quiero decir:
Toda mi vida fui una novia desposada con el asombro.
Fui el novio, que tomó el mundo en sus manos.
Cuando encima, no deseo preguntarme
si he hecho de mi vida algo particular, y verdadero.
No quiero encontrarme a mí misma suspirando y asustada,
o llena de argumentos.
No quiero acabar simplemente habiendo visitado este mundo.
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