viernes, 27 de junio de 2025

Poemas. Ben Jonson (1572-1637)

Volpone. 


¿Qué puedo hacer
sino dar rienda suelta a mi ingenio, y vivir abierto
a todas las delicias que mi buena fortuna me depara?
No tengo esposa, padres, hijos, aliado,
a quien dejar mi riqueza; aquel que yo
nombre a de ser mi heredero: y esto hace que los hombre me vigilen
Esto trae diariamente nuevo aduladores a mi casa,
personas de todo sexo y edad
que me traen regalos; que me envían platas, monedas, joyas,
con la esperanza de que cuando yo muera (lo que ellos esperan
a cada minuto ansioso, ello les ha de producir
diez veces más.





Himno a Diana.


Reina y cazadora, casta y hermosa,
ya el sol se ha acostado a dormir,
sentada en tu silla de plata,
el estado en la manera habitual guarda.
Héspero implora tu luz,
diosa excelentemente brillante.

Tierra, que tu envidiosa sombra
no ose interponerse;
la reluciente orbe de Cintia la hicieron
para aclarar el cielo cuando se cerrase el día:
bendícenos con la vista deseada,
diosa excelentemente brillante.

Deja el arco de perla a un lado,
y el carcaj reluciente como el cristal;
dale al ciervo que huye
espacio para respirar, por corto que sea:
tú que haces día de la noche,
diosa excelentemente brillante.





Lo natural es elegante.


Siempre estar arreglada, siempre estar vestida
como si fuerais a una fiesta;
siempre estar empolvada, siempre perfumada,
señora, es de presumir que,
aunque las causas ocultas del arte no se descubran,
no todo es dulce, no todo es auténtico.

Dadme una mirada, dadme un rostro
que haga de la sencillez gracia,
ropas que fluyan sueltas, cabello también libre,
tal dulce descuido me conquista más
que todas las falsedades del arte:
me llegan a los ojos, pero no al corazón.





A Celia.


Bebe a mi salud solo con los ojos,
y yo brindaré con los míos;
o deja un beso sino en la copa
y no buscaré vino.
La sed que del alma surge
pide bebida divina;
pero aunque pudiera
del néctar de Júpiter sorber,
no lo cambiaría por el tuyo.

Te envié hace poco una corona de rosas,
no tanto honrándote
como dándole esperanza de que ahí
no pudiera marchitarse,
pero tú solo le respiraste encima
y me la devolviste; desde entonces lozanea y huele, lo juro,
¡no por sí sino por ti!





La sombra.


Seguid una sombra, siempre os huye;
fingid huir de ella, os seguirá:
así, cortejad a una dama, os niega;
dejadla en paz, os cortejará.
Decid: ¿no se declara de las mujeres con razón, pues,
que no son sino las sombras de nosotros los hombres?

Por la mañana y al atardecer las sombras son más largas;
al mediodía son o cortas o nada:
así, cuando los hombres estamos más débiles ellas están más fuertes,
pero si se nos encuentra perfectos, a ellas no se les reconoce.
Decid: ¿no se declara de las mujeres con razón, pues,
que no son sino las sombras de nosotros los hombres?


No hay comentarios.:

Publicar un comentario