En la noche, cuando los enfermos yacen despiertos,
Escucho pasar al Carruaje de la Muerte;
Lo oí pasar salvaje, por senderos desiertos,
Y supe que mi hora aún no había llegado.
Click-clack, click-clack, los cascos pasaron,
Tirando del Carruaje, viajando en rápidas alas,
Viajando lejos, a través de la lúgubre noche.
Los muertos deben descansar hasta el alba.
Si alguien caminase sigiloso tras sus huellas,
El Carro y los caballos, negros como la medianoche,
Verá viajando a la Sombra de la Perdición,
Que atrae a todos, y a cada uno por venir.
Dios es piadoso con los que aguardan en la noche,
Escuchando al Carruaje de la Muerte en el umbral,
Y aquel que lo oiga, aunque sea débilmente,
El espantoso Carro se detendrá para él.
Él partirá con el rostro lívido,
Subiendo al Carro y tomando su lugar,
La puerta se cerrará, sin nunca vacilar.
Rápido se cabalga en compañía de los muertos.
Click-clack, click-clack, la Hora es fría,
El Carruaje de la Muerte sube la distante colina.
Ahora, Dios, Padre de todos nosotros,
Limpia de tu viuda las lágrimas que caen.
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