jueves, 27 de junio de 2024

Poemas. Walter de la Mare (1873-1956)

La ruina. 


Cuando los últimos colores del día
Descienden ardiendo allá lejos,
Sobre aquella ruina, frío y perplejo,
El grillo salta de piedra en piedra;
Dispersándose sobre el oscurecido verdor,
Ejércitos de hadas se acercan, perfectos,
Batiendo sus alas como insectos,
Y ejecutan una danza extraña alrededor:
Mientras el gran oro de la pálida luna
Tiñe de blanco la diminuta tertulia.





La canción de las sombras.


Barre las delicadas cuerdas, Músico,
Con tu larga y hábil mano en llagas;
Abajo arden las velas estrelladas,
Se hunden suavemente en la arena;
El viejo sabueso en sueños se queja,
Las brasas arden apenas;
A través de los muros las sombras llegan,
Pasan y se quedan.

Barre tiernamente las cuerdas, Músico,
Los minutos se tornan horas;
La helada sobre el marco sin viento
Teje un laberinto de flores;
En el aire que oscurece los fantasmas se demoran,
Oyendo por la puerta abierta;
La música los llama, los invita a soñar,
Una vez más, con regresar al hogar.





El fantasma.


¿Quién golpea? Yo, quien fuera bella
más allá de todo sueño para regresar,
vengo de las raíces de la oscura espina más cercana
Y golpeo la puerta.

¿Quién habla? Yo... en un tiempo mi voz
tan dulce como el ave en vuelo,
cuando el eco acaricia las aguas;
Así te hablaba a tí.

¡Oscura es la hora! Ay, y fría.
Solitaria es mi casa. Ah, ¿y la mía?
Miro, toco, labios, ojos que destellan en vano.
Tanto tiempo muertos para mí.

Silencio. Una calma lánguida en la puerta
detiene la luz de las estrellas.
Una mano busca a tientas en la penumbra
sobre llaves, cerrojos y barrotes.

Un rostro mira con fijeza. La noche gris
en el caos de la ausencia brilló;
Sólo había allí un vasto dolor,
el dulce seno ausente.


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