Canción de glicina.
Miré un rayo de sol,
combado en el azul, hasta la tierra,
y allí vi un pájaro atrevido:
¡oh, qué encantado y dulce!
Bajábase y subía, parpadeaba, en círculos
volaba por el rayo de soleada niebla,
con sus ojos de llama y con su pico de oro
y todo su plumaje de amatista.
Y así cantaba: "¡Adiós! ¡Adiós!
Lo que sueña el amor se cumple raramente.
Las flores no se quedan nunca, nunca;
no permanecerán las gotas de rocío.
¡Oh, mayo, mayo dulce:
ya es hora de partir!
Iremos lejos, lejos,
¡iremos hoy, hoy mismo!"
Inscripción para una fuente que mana en un brezal.
¡Sicómoro, a menudo con música de abejas!
Tales tiendas querían los Patriarcas. Cubran
esas añosas ramas intactas largo tiempo
la taza pequeñita y redonda, que ampara
de las hojas caídas una piedra. y envíe,
tranquila como el hálito de un infante dormido,
primavera esas aguas frías al caminante,
con palpitar seguro y suave. Que no cese
el cono de arenita en su mudo danzar,
al fondo, como un paje de los Ellos, pues baila
ahora, tan menudo y alegre como ellos,
sin turbar a la fuente en su tersura clara.
Aquí hallarás frescor y crepúsculo y musgo,
un blando asiento y una sombra profunda y vasta.
Más árboles no busques: ni lejos los verías.
Bebe, pues, peregrino, y descansa. y si tienes
muy limpio el corazón, también podrá tu espíritu
refrigerarse, oyendo algún sonido dulce
de las brisas o las abejas murmurantes.
Kubla Khan.
En Xanadú, Kubla Khan
mandó que levantaran su cúpula señera:
allí donde discurre Alfa, el río sagrado,
por cavernas que nunca ha sondeado el hombre,
hacia una mar que el sol no alcanza nunca.
Dos veces cinco millas de tierra muy feraz
ciñeron de altas torres y murallas:
y había allí jardines con brillo de arroyuelos,
donde, abundoso, el árbol de incienso florecía,
y bosques viejos como las colinas
cercando los rincones de verde soleado.
¡Oh sima de misterio, que se abría
bajo la verde loma, cruzando entre los cedros!
Era un lugar salvaje, tan sacro y hechizado
como el que frecuentara, bajo menguante luna,
una mujer, gimiendo de amor por un espíritu.
Y del abismo hirviente y con fragores
sin fin, cual si la tierra jadeara,
hízose que brotara un agua caudalosa,
entre cuyo manar veloz e intermitentes
e enlazaban fragmentos enormes, a manera
de granizo o de mieses que el trillador separa:
y en medio de las rocas danzantes, para siempre,
lanzóse el sacro río.
Cinco millas de sierpe, como en un laberinto,
siguió el sagrado río por valles y collados,
hacia aquellas cavernas que no ha medido el hombre,
y hundióse con fragor en una mar sin vida:
y en medio del estruendo, oyó Kubla, lejanas,
las voces de otros tiempos, augurio de la guerra.
La sombra de la cúpula deliciosa flotaba
encima de las ondas,
y allí se oía aquel rumor mezclado
del agua y las cavernas.
¡Oh, singular, maravillosa fábrica:
sobre heladas cavernas la cúpula de sol!
Un día, en mis ensueños,
una joven con un salterio aparecía
llegaba de Abisinia esa doncella
y pulsaba el salterio;
cantando las montañas de Aboré.
Si revivir lograra en mis entrañas
su música y su canto,
tal fuera mi delicia,
que con la melodía potente y sostenida
alzaría en el aire aquella cúpula,
la cúpula de sol y las cuevas de hielo.
Y cuantos me escucharan las verían
y todos clamarían: "¡Deteneos!
¡Ved sus ojos de llama y su cabello loco!
Tres círculos trazad en torno suyo
y los ojos cerrad con miedo sacro,
pues se nutrió con néctar de las flores
y la leche probó del Paraíso".
Helada a medianoche.
La helada cumple su secreto oficio
sin ayuda del viento. Un búho deja
su chillido en la noche -escucha- inmensa.
Todos descansan ya y me entrego a esa
soledad que propicia el desvarío.
Tan sólo queda junto a mí, en su cuna,
el reposado sueño de mi hijo.
¡Es tan tranquilo! Tanto que perturba
el pensamiento con su extremo y raro
silencio. ¡Mar, colina y arboleda,
junto a este pueblo! ¡Mar, colina y bosque
con los hechos diarios de la vida,
inaudibles cual sueños! La azul llamase a
quieta en el hogar y ya no tiembla;
sólo esa cinta interrumpe la calma,
agitándose aún sobre la verja.
Su meneo en la calma de esta escena
le da una semejanza con mi vida,
la toma una amistosa forma cuyo
endeble flamear hace un juguete
del pensamiento y es interpretada
a su modo por el alma, que busca
en cada cosa espejo de sí misma(...)
La sombra de este tilo, mi cárcel.
A Charles Lamb, de la Casa de la India, Londres
Ya se han ido y aquí debo quedarme,
a la sombra del tilo que es mi cárcel.
Afectos y bellezas he perdido
que serán intensos recuerdos cuando
la edad ciegue mis ojos. Mientras tanto
mis amigos, que acaso nunca encuentre
de nuevo por los campos y colinas,
se pasean alegres, tal vez llegan
a ese valle boscoso, estrecho y hondo
del que yo les hablé y que sólo alcanza
el sol del mediodía; o a ese tronco
que se arquea entre rocas como un puente
y ampara al fresno sin ramas y oscuro
cuyas escasas hojas amarillas
no agita la tormenta pero airea
la cascada. Y allí contemplarán
mis amigos el verde de las hierbas
desgarbadas -¡fantástico lugar!-
que se comban y lloran bajo el borde
de esa arcilla morada.
Ya aparecen
bajo el cielo abierto y de nuevo ven
la ondeada y magnífica extensión
de campos y colinas, y el mar
quizá con un navío cuyas velas
alegran el azul entre dos islas
de penumbra violácea. ¡Y caminan
alegres todos, pero tal vez más
mi bienaventurado Charles !Pues muchos años
has anhelado la naturaleza,
recluso en la ciudad, sobre
llevandocon alma triste y paciente el dolor,
el mal y la calamidad (...)
Meditaciones religiosas.
Poema sin orden, escrito en la Navidad de 1794
Este es el tiempo en que la voz de la adoración,
que es divina para el oído, me levanta
como con la trompeta de un ángel; y accediendo
y mezclándome con el coro, casi creo ver
la muchedumbre celestial que cantó el himno
de la paz sobre los campos de Belén.
Pero tú eres más luminoso que el resplandor de los ángeles
que anunciaron tu nacimiento; tú, varón de dolores,
¡despreciado Galileo! Porque lo Grande
e invisible (que sólo percibimos por símbolos)
con extraña e insuperable luz
brilla desde el rostro del justo y oprimido
cuando, sin cuidar de sí, el santo flagelado
compadece al opresor. ¡Hermosa la miel
del viernes, el bosque, el mar, el sol, las estrellas,
huellas de su Señor Creador! (...)
Miedos en soledad.
Una verde y silenciosa mancha, entre las colinas,
Un pequeño y silencioso valle! Sobre tan calmo lugar
Ni el canto de la alondra alguna vez se balanceó.
Las colinas son desérticas, salvo aquel estupendo declive
Que tiene una alegre y vistosa envoltura,
Que ahora florecen más profusamente: pero el valle
Bañado por la bruma, es fresco y delicado
Como los primaverales campos de maíz, o el verde lino,
Cuando, por sus transparentes tallos, en la víspera
La luz del sol vislumbra con verde luz.
Oh! Un tranquilo rincón de espíritu curativo!
Que todos amarían; pero principalmente él
El humilde hombre, quien, en sus jóvenes años,
Sabía tanto de la locura, como lo había hecho
Más firmemente sabio su hombría!
Allí él podría descansar sobre el helecho o el brezo marchito
Mientras la alondra canta ( canta oculta
Como el trovador que la soledad ama),
Y desde el sol, y desde el ventoso aire,
Una suave influencia sobre su marco tembló;
Y él, con muchos sentimientos y pensamientos
Se inició en la meditativa alegría, y encontró
Sentidos religiosos en las formas de la Naturaleza!
Y entonces, sus sentidos gradualmente se envolvieron
En un semi-sueño, sueña con mundos mejores,
Y soñando aún lo oye, oh alondra que canta
Que canta como un ángel en las nubes!
Mi Dios! Qué melancolía
Para tal hombre, quien preservara
Su alma en calma, y aún se debe sentir forzado
Por todos sus hermanos, oh mi Dios!
Le pesa sobre el corazón, debe pensar
Qué alboroto y qué disputa se conmocionan ahora
Aquí o allí en esta silenciosa colina
La Invasión, y el trueno y el grito,
Y el despliegue del ataque, miedo y rabia,
Y el conflicto indeterminado, aún ahora,
Aún ahora, casualmente, y en su isla nativa:
Matanza y gemidos bajo este bendito sol!
Nosotros hemos ofendido, oh! Compatriotas!
Nosotros hemos ofendido gravemente,
Y hemos sido tiranos. Desde Este a Oeste
Un gemido de imputación agujerea el cielo
El triste suplicio contra nosotros; multitudes
Innumerables y vehementes, los hijos de Dios
Nuestros hermanos! Como una nube que viaja
Vaporosa del pantano pestilente del Cairo,
Aún así, compatriotas! Hemos ido hacia adelante
Y hemos llevado a tribus distantes a la esclavitud y al dolor
Y, más mortales, nuestros vicios, que profundo manchan
Con lenta perdición asesinan al hombre entero,
Su cuerpo y su alma! Mientras tanto, en nuestro hogar,
Toda la dignidad individual y el poder
Envueltas en las Cortes, Comités, Instituciones
Asociaciones y Sociedades,
Un vano, discurso vocal, reporte gremial
Un Club benéfico de galantería mutua
Hemos bebido, sobrios por gracia
Las poluciones de la rebosante copa de la riqueza;
Desdeñosos de toda regla honorable,
Aún así cambiando la libertad y la vida del pobre hombre
Por oro, como en un mercado! Las palabras dulces
De la promesa cristiana, palabras que aún
Serían tallo de la destrucción, donde sabiamente predicaron,
Son gruñidos de los hombres, cuyos tonos proclaman
Cuan chatos y hastiados sienten sus oficios
Algunos mofadores groseros, pero también indolentes
De juzgar las falsedades o conocer su verdad
Oh! Blasfemos! El Libro de la vida esta hecho
Un instrumento supersticioso, en el cual
Charlamos sobre las promesas que luego queremos romper;
Todos debemos jurar, todos y en todas partes
Colegio y muelle, concilio y corte de justicia;
Todos, todos debemos jurar, el sobornador y el sobornado
Comerciante y abogado, senador y sacerdote
El rico, el pobre, el hombre viejo y el joven;
Todos, confeccionados en una conspiración del perjurio
Que la fe devana; el mismo nombre de Dios
Suena como el encanto del juglar; y movido por la gracia
Fuera de su oscuro y solitario escondite
Portentosa vista! El búho ateísmo
Navegando en obscenas alas a través del mediodía,
Tira sus tapas de borde azul, y las sostiene cerca
Y ululando al glorioso sol del Cielo,
Grita, "Dónde está?"
Desagradecido por la paz
(Paz preservada por flotas y peligrosos mares)
Seguro por la guerra actual, hemos amado
Hinchar el alarido de la guerra, apasionados por la guerra!
Ay! Por tiempo ignorantes de todos
Sus más horribles modos ( hambre y plaga azul,
Batalla, o sitio, o vuelos a través de nieve invernal)
Nosotros, toda esta gente, fuimos clamorosos
De la guerra y la matanza; animando al deporte
Aquel que pagamos como una cosa para hablar de
Espectadores y no combatientes! Ninguna conjetura
Premonitoria de un incorrecto sinsentido
Sin especulación en contingencia,
Sin embargo es débil y vago, demasiado vago y débil
Para someterse ante una justificada causa; y adelante
(sofocado con gran preámbulo, nombres santos,
y abjurados al Dios del Cielo)
Nosotros mandamos nuestros mandatos para la muerte segura
De cientos y diez cientos! Muchacos y muchachas,
Y mujeres, que gemirían por ver a un niño
Quitarle a un insecto su ala, rojo de guerra
El mejor entretenimiento para nuestra matutina comida!
El pobre infeliz, que ha aprendido solo sus propios rezos
Blasfemos, y quien no conoce palabras suficientes
Para preguntarle a su bendición por su Divino Padre,
Se convierte en un fraseador, absoluto
Y técnico en las victorias y derrotas,
Y todos nuestros delicados términos para el fratricidio
Términos que hacemos rodar suavemente por nuestras lenguas
Como meras abstracciones, vacíos sonidos a los cuales
Le sumamos ningún sentimiento o adjuntamos ninguna forma!
Como si el soldado muriera sin una herida
Como si las fibras de este sagrado marco
Fueran corneadas sin ningún remordimiento, como si el infeliz,
Que calló en batalla, cometiendo hechos sangrientos
Falleciera al cielo, traducido y no muerto;
Aunque no tuviese esposa que lo desee,
Ni Dios que lo juzgue! Por lo tanto, días malignos
Están viniendo sobre nosotros, oh! Mis compatriotas!
Y qué si nuestra Providencia vengadora,
Fuerte y retributiva, debiera hacernos saber
El sentido de nuestras palabras, nos fuerce a sentir
La desolación y la agonía
De nuestros feroces actos?
Perdónanos aún por algún tiempo,
Padre y Dios! Perdónanos aún por algún tiempo
Oh! No dejes que las mujeres inglesas arrastren su vuelo
Desvaneciéndose bajo el nacimiento de sus hijos
De los dulces infantes, que ayer
Se reían en el pecho! Hijos, hermanos, maridos, todos
Aquellos que contemplaron con interés en las formas
Que crecieron contigo alrededor del mismo hogar,
Y todo aquel que alguna ves oyó la campana del Sabbath
Sin el desprecio del infiel, háganse puros!
Manténganse derechos! Sean hombres! Repelan al enemigo impiadoso,
Impiadoso y falso, una cruel raza todavía
Que espantó toda virtud, mezclando gozo
Con hechos de muerte; y todavía prometiendo
Libertad, ellos demasiado sensuales para ser libres,
Envenenan las amistades de la vida, y engañan al corazón
De fe y calma esperanza, y todos los alivios,
Y todo lo que eleva al espíritu! Permaneceremos adelante
Rindiéndolos sobre el océano insultado,
Y los dejaremos sacudirse como holgazanes en sus olas
Y la vil gaviota, que la ráfaga de la montaña
Barrió de nuestras costas, Oh! Deberemos volver
No con un embriagado triunfo, pero con miedo,
Repitiendo de los incorrectos con los que atamos
A tan fiero enemigo con locura
He dicho,
O Británicos! O Hermanos! He dicho
La más amarga verdad, pero sin amargura
Ni juzgado mi celo, o faccioso o desestimado;
Por lo que nunca el verdadero coraje vivirá en ellos,
Quienes, jugando conscientes juegos, no se atreven a mirar
Sus propios vicios. Hemos sido por demasiado tiempo
Crédulos de una profunda desilusión! Algunos, asimismo
Gruñendo con inquieta enemistad, esperan
Todo el cambio del cambio del poder constituido;
Como si el Gobierno fuera una túnica,
Donde nuestros vicios y miserias fueran etiquetadas
Como fantásticos puntos o flecos, con la túnica
Arrancada del placer. Amorosamente conlleva
A una causa para algunos
Pobres esclavos de casta Providencia
Que toman prestado todos sus tintes y atributos
De nuestra propia locura y lozana malicia
Con la que les dimos luz y los amamantamos. Otros, mientras tanto
Dotados de una loca idolatría; y todo
No caerá antes que sus imágenes
Y se rendirá su culto, son enemigos
Aún de su país!
Así he sido juzgado
Pero Oh! Queridos Británicos! O mi isla Madre!
Debo mostrar tu nombre adorado y santo
A mi, un hijo, un hermano, un amigo,
Un esposo, y un padre! Quien venera
Todas las fronteras del amor natural, y las encuentra a todas
Junto a los límites de las rocosas costas.
Oh nativos Británicos! Oh mi isla Madre!
Cómo pudiera mostrar cosa alguna más adorada y santa
A mí, que desde sus ríos y cimas de montañas,
Sus nubes, sus calmos valles, sus rocas y sus mares,
Han embriagado toda mi vida intelectual,
Las dulces sensaciones, los nobles pensamientos,
La adoración de Dios en la naturaleza,
Las bellas y honorables cosas
Cualquiera que haga sentir a este espíritu mortal
La alegría y la gracia de su futuro ser?
No vive ninguna forma o sentimiento en mi alma
Sin prestar a mi país! Oh divina
Y hermosa isla! Tu has sido mi suela
Y mas magnifico templo, en el cual
Camino con temor, y canto mis canciones majestuosas,
Amando al dios que me creó!
Deban mis miedos,
Mis filiales miedos, ser vanos! Y deban los valores
Y la amenaza del vengativo enemigo
Pasar como la ráfaga, que crepita y luego muere
En el árbol distante: oído, y solo oído
En este bajo valle, no se inclina el delicado pasto
Pero ahora el gentil rocío que cae lleva consigo
El perfume de frutas del dorado tojo
La luz ha dejado la cima de la colina,
Aunque todavía el soleado brillo descanse hermoso
Aislado en la hiedra almenara. Ahora Adiós
Adiós, por algún tiempo, O suave y silencioso punto!
En la verde huella de la oveja, arriba en el páramo de la colina
Guardián yo retuerzo mi camino, y recordé
Cuerpos que me han fastidiado durante la noche,
Me encuentro sobre la cresta,
Asustado! Y luego de solitarias moradas
En tan calmo y rodeado rincón,
Esta ráfaga de porvenir, aquí el ensombrecido mayor
Teñido tenue, allí la poderosa majestad
De aquel enorme anfiteatro de ricos
Campos con olmos, parece la sociedad-
Conversando con la mente, y dándole
Un vital impulso y una danza de pensamiento!
Y ahora, amado Polizón! Contemplo
La torre de la Iglesia, y, los cuatro gran olmos
Agrupándose, que marcan la mansión de mi amigo;
Y cierra detrás suyo, oculto a mi vista,
Es mi propia cabaña solitaria, donde mi bebé
Y la madre de mi bebé moran en paz! Con luz
Y acelerados pasos que cuido,
Recordándote, oh verde y silencioso valle!
Un grandioso, que por la quietud de la naturaleza
Y solitarias meditaciones, todo mi corazón
Es suavizado, y es digno de satisfacer
El amor, y los pensamientos que anhelo para la especie humana.
Balada del viejo marino.
PARTE CUARTA
"¡Me das miedo, viejo Marino!
¡Me da miedo tu mano descarnada!
Y eres alto y flaco y moreno
como la agrietada arena del mar.
Me dais miedo tú y tu mirar ardiente,
y esa mano tuya, tan huesuda y curtida".
"¡No temas, no, Invitado!
Este cuerpo no llegó a sucumbir.
¡Solo estuve, solo, siempre solo,
solo en el vasto mar inacabable!
Y nunca ningún santo se apiadó
de mi alma que moría.
Cuántos hombres hermosos
yacían allí muertos
mientras vivos seguían mil seres
viscosos; y yo también vivía.
Miré el mar corrompido
y aparté mi mirada;
miré la cubierta corroída
y allí estaban los muertos.
Miré al cielo e intenté rezar;
pero antes de que pudiera elevar la plegaria
vino hacia mí un susurro impío
que seco como el polvo dejó mi corazón.
Estuve un buen rato con los ojos cerrados
que, como si tuvieran pulso, palpitaban;
pues el cielo y el mar, el cielo y el mar
yacían cual carga en mis ojos cansados
y todos los muertos estaban a mis pies.
Un sudor frío surgía de sus miembros
que no se pudrían ni emanaban hedor:
la mirada con que se miraban
ni un solo instante me dejaba.
La maldición de un huérfano llevaría al infierno
a un espíritu bueno;
pero, ¡oh!, ¡es mucho más horrible
la maldición que anida en los ojos de un muerto!
Y vi esa maldición siete días y noches
y, sin embargo, no llegué a morir.
Escalaba el cielo la errante Luna
sin detenerse nunca:
flanqueada de una o dos estrellas
lentamente ascendía.
Se burlaban sus rayos del sofocante mar,
esparcidos como en Abril la escarcha blanquecina;
pero adonde llegaba la gran sombra del barco
las calmas aguas hervían hechizadas
con un rojo de espanto.
Contemplé las serpientes marinas
más allá de la sombra del barco:
avanzaban en estelas de fúlgido blancor
y cuando se erguían derramaban
su luz hechizada en copos níveos.
En la sombra del barco
contemplé sus ricos atavíos:
azul, verde brillante y negro terciopelo
se encogían, nadaban; y era cada estela
un vivo resplandor de aúreo fuego.
¡Qué felices seres vivos! No hay lengua
que pueda proclamar su hermosura:
una fuente de amor manó de mi corazón
y, sin querer, los bendije:
tuvo piedad de mí el ángel de la guarda
y, sin querer, los bendije.
Y pude rezar en aquel mismo instante;
y libre ya el Albatros
cayó de mi cuello e igual que plomo
se hundió en el mar.
La canción del viejo marinero.
Argumento
Cómo un barco habiendo pasado la Línea fue llevado por las tormentas hacia el frío país del Polo Sur; y cómo desde ahí siguió su curso a la latitud tropical del Gran Océano Pacífico; y de las extrañas cosas que sucedieron; y de qué manera el Viejo Marinero volvió a su propio país.
PRIMERA PARTE
Un viejo marinero se encuentra con tres Galanes convidados a una fiesta de bodas, y detiene a uno.
Es un viejo Marinero,
Y detiene a uno de tres.
"Por tu larga barba gris y tu brillante ojo,
Ahora, dime, ¿por qué me detienes?
Las puertas del Novio están abiertas de par en par;
Y yo soy pariente cercano;
Los invitados se encuentran; la fiesta comienza:
Puedes oír el feliz clamor."
Él lo detiene con su mano huesuda,
"Había una vez un barco," cita él.
"¡Suéltame! ¡saca tu mano, pajarraco-barba gris!"
Rápido su mano deja caer.
El Invitado-a-la-Boda queda hechizado por el ojo del viejo navegante, y obligado a oír su relato.
Él lo detiene con su ojo brillante-
El Invitado-a-la-Boda se queda quieto,
Y escucha como un niño de tres años:
El marinero hizo lo que quiso.
El Invitado-a-la-Boda se sentó en una piedra:
No puede elegir sino oír;
Y así le habla el hombre antiguo,
El Marinero de ojos que brillan.
"El barco saludado, el puerto despejado,
tan felices pasamos frente a la iglesia,
frente a la colina
frente a la cima del faro.
El Marinero cuenta cómo el barco navegó hacia el sur con buen viento y despejado clima, hasta que llegó a la Línea.
"El Sol salió por la izquierda,
¡Fuera del mar salió él!
Y rayó brillante, y a la derecha
Se metió en el mar.
"Alto y más alto cada día,
hasta sobre el mástil a mediodía-"
El Invitado-a-la-Boda golpea aquí su pecho
Pues ha escuchado el fuerte fagot.
El Invitado-a-la-Boda escucha la música nupcial; pero el Marinero continúa su relato.
La novia ha entrado en el salón,
Roja es ella como una rosa;
Moviendo sus cabezas delante de ella van
Los felices trovadores.
El Invitado-a-la-Boda golpea su pecho,
Pero no puede elegir sino oír;
Y así le habla el hombre antiguo
El Marinero de ojos que brillan.
El barco es arrastrado por una tormenta hacia el polo sur.
"Y ahora vino el golpe de la Tormenta, y él
era fuerte y tiránico:
Golpeó con sus alas que todo cubrían
Y nos ahuyentó hacia el sur.
"Con mástiles torcidos y proa sumergida,
Como el perseguido a gritos y a golpes
Aun pisa la sombra de su enemigo
y hacia adelante dobla su cabeza,
El barco iba rápido, fuerte rugía el estrépito
Y hacia el ojo del sur escapábamos.
"Y ahora vino la nube y la nieve,
Y hubo un frío extraordinario:
Y el hielo, alto como el mástil, vino flotando
Tan verde como la esmeralda.
La tierra de hielo, y de sonidos temibles, donde no había cosa viva para ver.
"Y a través de las corrientes los riscos nevados
que sí daban un desolado brillo:
Ni formas de hombres ni bestias vimos-
El hielo estaba entre todo.
"El hielo estaba aquí, el hielo estaba allí,
El hielo estaba todo alrededor:
¡Crujía y gruñía, y rugía y aullaba;
Como ruidos en lo salvaje!
Hasta que un gran pájaro de mar, llamado el Albatros, atravesó la niebla-de-nieve, y fue recibido con gran alegría y hospitalidad.
"Al fin cruzó un Albatros
A través de la niebla vino;
Como si hubiera sido un alma Cristiana,
Le gritamos en el nombre de Dios.
"Comió la comida que nunca comiera;
Y círculos y círculos voló.
¡El hielo se dividió con un ataque de trueno
El timonel a través nos dirigió!
¡Y vean! el Albatros probó ser un ave de buen augurio, y siguió al barco mientras éste volvía hacia el norte a través de la niebla y el hielo flotante.
"Y un viento bueno del sur se levantó detrás;
El Albatros aún seguía,
¡Y cada día, por juego o comida,
Venía al grito de los marineros!
"En nube o bruma, en mástil o velas,
Se posó durante nueve vísperas;
Mientras toda la noche, a través del humo-niebla blanca
Brillaba el rayo-luna blanca.
El viejo Marinero inhospitalariamente mató al ave piadosa de buen augurio.
"Dios te salve, viejo Marinero,
de los demonios que por esto serán plaga!-
¿Por qué miras así? Con mi ballesta
Yo maté al Albatros.
Tiempo, real e imaginario.
Alegoría
Sobre la ancha llanura de la cima de una montaña,
(no sabía dónde, pero era un sitio feérico)
sus brazos, tal de avestruz, como velas extendidas,
dos niños hermosos corren una carrera interminable,
¡hermano y hermana!
Esta mucho más aventaja al otro;
sin embargo, siempre corre con el rostro vuelto,
y observa y escucha al chico vuelto,
y observa y escucha al chico detrás:
pues él, ay, ¡es ciego!
Sobre rocas y yerbas con ritmo uniforme pasó
sin saber si será el primero o el último.
El arpa eólica.
¡Mi Sara pensativa! Reclinada
tu cabeza en mi brazo, es dulce estar
junto a nuestra cabaña recubierta
de jazmín y de mirto (los emblemas
de la inocencia y del amor reunidos)
y ver los montes rebosar la luz
de la tarde, reunirse lentamente
y mostrar el lucero refulgente
como la sabiduría. ¡Qué hermoso
el aroma del campo y qué callado
el mundo! El murmullo del mar lejano
nos habla del silencio.
Y esa humilde
arpa -óyela- en su lejano estuche,
acariciada por la simple brisa
cual tímida doncella ante el amante
es tan dulce reproche que me invita
a repetir la falta. Ya sus cuerdas,
suavemente tañidas, nos ofrecen
oleadas de notas que recuerdan
el embrujo sonoro que los elfos
pronuncian por la tarde, cuando viajan
con la brisa que llega de las hadas,
donde la música ronda las flores
salvajes como aves del paraíso
¡flotando en su ala indómita, sin pausa!
¡La vida dentro y fuera de nosotros,
que anima el movimiento y es su alma,
luz en sonido, sonido en la luz,
ritmo en el pensamiento y alegría
en todo! Cómo no amarlo todo
en un mundo tan pleno, donde canta
la brisa y el aire aquietado es música
dormida en ese tácito instrumento.
Así, mi amor, mientras al mediodía
paseo por las próximas colinas
con ojos entornados y contemplo
la danza de la luz como diamantes,
medito sosegado en el sosiego;
cruzan por mi cerebro, así indolente,
pensamientos que él mismo no convoca
y revuelos de ociosas fantasías
diversas y salvajes cual tormentas
que crecen y se agitan sobre el arpa.
Y ¿no serán los seres animados
arpas dispuestas de diverso modo
que se hacen pensamiento cuando sopla,
viva y vasta, una brisa intelectual,
de cada una el alma, Dios de todas?
Pero tus ojos serios me suponen
un sereno reproche, amada, y esos
borrosos pensamientos no rechazas
y me haces caminar en humildad
con Dios. ¡Hija del Cristo y de su estirpe!
Con sagrada razón has despreciado
conceptos de una mente aún corrupta,
pompas que brillan, se levantan, rompen
con el rumor de una filosofía
vana, ¡pues nunca podré hablar sin culpa
de Él, Incomprensible! Salvo cuando
con temor y con fe interior alabo
a aquel cuya piedad es salvación
para mí, miserable, pecador
e insensato. ¡Aquel que me dio paz
y a ti y esta cabaña, amada mía!
Amor.
Todos los pensamientos, pasiones, deleites,
todo lo que mueve este mortal cuerpo,
todos no son más que embajadores del amor,
y alimentan su sagrado fuego.
A menudo en mis sueños despiertos
a vivir vuelvo otra vez aquella feliz hora,
cuando a medio camino de la montaña estaba,
junto a la torre en ruinas.
La luz de la luna, invadiendo el paisaje,
mezclábase con las luces de la noche,
y allí estaba ella, esperanza mía, júbilo mío
¡mi muy querida Genevieve!
Recostada estaba contra el hombre armado,
la estatua del armado caballero;
quieta allí estaba y escuchaba mi lay,
entra la luz que se demoraba.
Pocas tristezas tenía que fueran suyas,
¡esperanza mía! ¡Júbilo mío! ¡Genevieve mía!
Mejor me ama, siempre que entono
las canciones que la hacen afligirse.
(…)
Fantasma.
Todo parecido y semejanza robado a la tierra,
todo accidente de parentesco y nacimiento,
se había desvanecido. No quedaba huella
de nada en aquel rostro iluminado,
elevado detrás de la piedra hendida,
salvo un espíritu todo suyo;
ella, ella misma y sólo ella,
brillaba a través de su cuerpo visiblemente.
El ruiseñor.
Poema-conversación escrito en abril de 1798
Ni nube ni reliquia del día hundido
distingue al oeste, ni larga y fina cinta
de luz sombría, ni oscuros matices temblorosos.
¡Ven, descansaremos en este vijo puente musgoso!
Ves el resplandor de la corriente debajo,
pero no oyes ni murmullo: fluye callada,
sobre un suave lecho de verdor. Todo está quieto,
noche embalsamada, y aunque pálidas estén las estrellas,
sin embargo, pensemos en las lloviznas primaverales,
que alegran la verde tierra, y encontraremos
un placer en la palidez de las estrellas.
¡Y, oye!, el ruiseñor comienza su canción,
¡pájaro «tan musical, tan melancólico»!
¿Pájaro melancólico? ¡Oh, inútil pensamiento!
Nada hay en la naturaleza que sea melancólico.
Pero un hombre que de noche vagaba, cuyo corazón estaba atravesado
por el recuerdo de un mal lastimero,
o lenta destemplanza, o amor desdeñado,
(y así, ¡pobre infeliz!, consigo llenaba todas las cosas,
y hacía que todos los dulces sonidos repitiesen el relato
de su propio dolor) él y tal como él,
primero nombró estas notas melancólico aire.
Y muchos poetas repiten el concepto;
poetas que han estado creando la rima,
cuando mejor hubiera sido que estirasen sus miembros,
junto a un arroyo en la cañada musgosa del bosque,
al sol o a la luz de la luna, a las afluencias
de formas y sonidos y cambiantes elementos,
entregando todo su espíritu, ¡de su canción
y de la fama olvidado! Así, su fama
compartiría la inmortalidad de la naturaleza,
¡objeto venerable! y así su canción
haría más hermosa a toda la naturaleza, ¡ella misma
sería amada como naturaleza! Pero no será así;
y los mozos y doncellas más poéticas,
que pierden los profundos crepúsculos de la primavera
en salones de bailes y tórridos teatros, aun ellos
de simpatía apacible llenos, deben elevar sus suspiros
sobre las melodías que piedad imploran de Filomela.
¡Amigo mío y tú, hermana nuestra! Hemos aprendido
un saber diferente; así puede que no profanemos
las dulces voces de la naturaleza, ¡siempre llenas de amor
y júbilo! Es el alegre ruiseñor
que amontona, y atropella, y precipita
con raudo y recio canto sus deliciosas notas,
como si temiera que una noche de abril
fuese demasiado corta para que el expresara
su canto de amor, y descargase su alma toda
de toda su música!
(…)
Abatimiento.
Oda
Tarde, tarde ayer noche vi la nueva luna,
con la vieja luna entre los brazos;
y temo, temo, mi señor estimado,
que tendremos una terrible tormenta.
Balada de Sir Patrick Spence
I
Pues, si el bardo era experto en el tiempo, quien hizo
la gran balada antigua de Sir Patrick Spence,
esta noche, ahora tan tranquila, no avanzará
agitada por los vientos, que plegan un alisio más altivo,
que las que modelan nubes lejanas en vagos copos,
o el monótono aire gemebundo, que gime y rasga
las cuerdas del laúd eólico,
que mejor mudas estarían.
¡Pero mirad, la nueva luna con su brillo invernal!
Extendida con luz fantasmagórica
(con flotante luz fantasmagórica extendida,
pero rodeada y cercada por un hilo argentino),
veo a la vieja luna en su regazo, prediciendo
la llegada de la lluvia y del ventarrón borrascoso.
y ¡oh, que ahora mismo se hinche la ráfaga,
y la racha de lluvia nocturna sea rauda y recia!
Esos ruidos que a menudo me han levantado, mientras me atemorizaban
y mi alma enviaban lejos,
¡podrian ahora entregar su habitual impulso,
y sobresaltar esta torpe pena y hacer que se mueva y viva!
II
Un dolor sin golpe, vacío, oscuro y más temible,
un dolor sin vehemencia, rígido y torpe,
que no encuentra natural desahogo, ni alivio,
ni en palabras, ni en suspiros, ni en lágrimas...
Oh señora, con este ánimo insensible y desvaído,
a otros pensamientos cortejados por zorzales más lejanos,
toda esta larga noche, tan embalsamada y serena,
he estado contemplando el occidental firmamento,
y su peculiar tinte verde amarillento:
y aún contemplo... Y con ojos tan vacíos.
Ya esas delgadas nubes arriba, en copos y listas,
que entregan su movimiento a las estrellas;
a esas estrellas que detrás o entre ellas se deslizan,
brillando ora, ora oscurecidas, pero siempre vistas:
luna creciente a lo lejos, tan fija como si creciera
en su propio lago azul sin estrellas y sin nubes;
todas las veo, tan mgníficamente hermosas,
veo, pero no las siento, cuán hermosas son!
III
Fallan mis ánimos cordiales,
y de qué pueden ellos servirme
para levantar este ahogante peso de mi pecho?
Sería una labor inútil,
aunque siempre contemplase
esa luz verde que perdura en occidente:
puede que no espere ganar de fuerzas externas
la pasión y la vida, cuyas fuentes corren dentro.
(…)
Soneto al río Otter.
¡Amado arroyo nativo! ¡Salvaje riachuelo del oeste!
¡Cuántos años de diverso sino han pasado!,
¡qué horas alegres y dolientes desde que por última vez
rocé la suave y fría piedra junto a tu pecho,
enumerando tus ligeros saltos!, sin embargo, tan profundamente
impresas,
se hunden las dulces escenas de la niñez, que mis ojos
nunca cierro en medio del rayo soleado,
sin que enseguida con todos sus matices tus aguas surjan,
tu tablón de cruce, tu margen con sauces grises,
y lecho de arena que jaspeado con diversos tintes
brillaba a través de tu clara transparencia. En mi camino,
visiones de niñez, a menudo han distraído
las cuitas del hombre solo, sin embargo despertando los suspiros más ansiados:
¡ah!, ¡que de nuevo fuera niño libre de cuidados!
Los dolores del dormir.
¡Antes de que sobre el lecho descanse los miembros,
no ha sido mi costumbre rezar
con labios emocionados o rodillas dobladas;
sino calladamente, paso a paso,
mi espíritu yo al amor sosiego,
con confianza humilde mis párpados cierro,
con resignación reverencial,
sin concebir deseo, ni expresar pensamiento!
Sólo un sentido de súplica.
Un sentido sobre toda el alma impreso
que soy débil, sin embargo no maldito,
ya que en mí, a mi alrededor, por todas partes
están la fortaleza y sabiduría eternas.
Pero ayer por la noche recé en voz alta
con angustia y con agonía,
desde la multitud demoníaca
de formas y pensamientos que me torturaban:
¡rojiza luz, atropellante tropel,
sentimiento de mal intolerable,
y a quienes despreció, sólo esos fuertes!
¡Sed de venganza, la voluntad impotente
aún confundida y, sin embargo, ardiendo aún!
Deseo con aversión extrañamente mezclado,
establecido sobre salvajes u odiosos objetos.
¡Fantásticas pasiones! ¡Reyerta enloquecedora!
¡Y vergüenza y terror sobre todo!
Acciones para ser escondidas no estaban escondidas,
que todo confundido no sabía yo
si las había sufrido o infligido:
pues todo parecía culpa, remordimiento o pena,
las mías propias o las de otros eran el mismo
temor que ahoga la vida, vergüenza que ahoga el alma.
Así pasaron dos noches: el desmayo de la noche
entristecía y aturdía el día que llegaba.
Dormir, la vasta bendición, me parecía
la peor calamidad de la destemplanza.
La tercera noche, cuando mi propio grito fuerte
me despertó del sueño diabólico,
dominado por sufrimientos extraños y salvajes,
lloré como si hubiera sido un niño;
y habiendo así vencido por las lágrimas
mi angustia, hacia un ánimo más templado,
tales castigos, dije, eran debidos
a las naturalezas más profundamente manchadas por el pecado:
pues siempre agita de nuevo
el infierno insondable dentro
el horror de sus acciones a la vista,
para conocerlas y aborrecerlas; sin embargo, ¡desearlas y hacerlas!
Tales dolores con tales hombres bien se acuerdan,
pero, ¿por qué, por qué caen sobre mí?
Ser amado es todo lo que necesito,
y a quien amo, en verdad amo.
Trabajo sin esperanza.
Toda la naturaleza parece trabajar. Las babosas dejan su cubil,
agítanse las abejas... Vuelan los pájaros...
Y el invierno durmiendo al aire libre,
muestra en su rostro sonriente ¡un sueño de primavera!
y yo, mientras, el único ser desocupado,
ni hago miel, ni pareja, ni construyo, ni canto.
Sin embargo, bien conozco las orillas donde se mecen los amarantos,
he encontrado la fuente de donde manan corrientes de néctar.
Floreced, ¡oh vosotros, amarantos! Floreced para quien queráis,
¡para mí no florezcáis! Deslizaos ricas, ricas corrientes!
Con labios apagados, frente sin laureles, yo paseo:
¿aprenderiais los encantamientos que adormecen mi alma?
Trabajo sin esperanza saca néctar en un tamiz,
y esperanza sin objeto vivir no puede.
Juventud y vejez.
Verso, brisa entre flores errante,
donde la esperanza se aferra alimentándose, como abeja,
¡ambas eran mías! La vida celebrando mayo iba.
con naturaleza, esperanza y poesía,
¡cuando yo era joven!
¿Cuándo yo era joven? — desdichado cuando!
¡Ay, por el cambio entre ahora y entonces!
Esta casa que respira no construida con manos,
este cuerpo que me inflije lastimoso mal,
sobre aéreos acantilados y cegantes arenas,
cuán fácilmente entonces se inflamaba:
como esos esquifes esbeltos, desconocidos antaño,
en arremolinados lagos y anchos ríos,
que ayuda no piden ni de vela ni de remo,
que no temen maldad de viento ni de marea!
De nada se cuidaba este cuerpo del viento ni del tiempo
cuando la juventud y yo en él juntos vivíamos.
Las flores son preciosas; el amor es como las flores;
la amistad es un árbol cobijante;
¡oh los júbilos, que caían como lloviznas,
de la amistad, el amor y la libertad!
¡Antes de que fuera viejo!
¿Antes de que fuera viejo? ¡Ay, desdichado antes,
que me dice que ya no hay más juventud!
¡Oh, juventud! Durante años tan dulce y espléndida,
es sabido que tú y yo éramos uno,
no lo tomaré sino como una presunción querida....
¡No puede ser que tú te hayas ido!
Tu campana vespertina aún no ha doblado:
¡y tú fuiste siempre una máscara osada!
¿Qué extraño disfraz ahora te has puesto,
para fingir que te has ido?
Veo estos rizos en los plateados mechones,
este andar abatido, este vestido alterado:
¡pero flores primaverales en tus labios,
y lágrimas que reflejan el sol desde tus ojos!
La vida no es sino pensamiento: así creeré
que la juventud y yo aún compartimos la misma casa.
Epitafio.
¡Detente, cristiano caminante! ¡Detente, hijo de Dios,
y lee con manso pecho! Bajo esta tierra
descansa un poeta o eso que una vez lo pareció.
¡Oh, eleva una meditación en plegaria por S. T. C.;
aquel que muchos años con esfuerzo alentando
encontró la muerte en vida, pueda aquí encontrar la vida en la muerte!
Misericordia por la loa: que sea perdonado por la fama
que pidió y esperó, por medio de Cristo. Haz tú lo mismo.
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