jueves, 28 de noviembre de 2024

Poemas II. Rudyard Kipling (1865-1936)

El segundo libro de la selva. (Canción nocturna de la aldea)


Los hermanos de Mowgli
Desata a la noche Mang, el murciélago;
en sus alas acarréala Rann, el milano;
duerme en el corral la vacada
y de corderos duerme el atajo;
tras las reforzadas cercas se esconden
pues hasta el amanecer con libertad vagamos.
Orgullo y fuerza, zarpazo pronto,
prudente silencio: es nuestra hora.
¡Resuena el grito! ¡Para el que observa
la ley que amamos, caza abundante!




El secreto de las máquinas.


Extraídas del lecho del mineral y de la mina,
en el horno derretidas y en el pozo—
fundidas y forjadas y golpeadas según diseño,
cortadas y alineadas y labradas y calibradas hasta encajar.
Un poco de agua, carbón y aceite es toda nuestra demanda,
y una milésima de pulgada para podernos mover:
y ahora, si a nuestra labor nos aplicas,
las veintincuatro horas del día te serviremos.

Podemos tirar e izar y empujar, levantar y conducir,
podemos imprimir y arar y tejer, calentar e iluminar,
podemos correr y acelerar y nadar, volar y bucear,
podemos ver y oír y contar y leer y escribir.

¿Llamarías a un amigo desde el otro medio mundo?
Si nos dejas tomar tu nombre, ciudad y estado,
podrás oír y ver tu pregunta reciente lanzada
a través del arco del cielo mientras esperas.
¿Ha respondido? ¿te necesita a su lado?
Esta misma tarde si quieres puedes partir,
y tomar el Océano Occidental al ritmo
de setenta mil caballos y pocas tuercas.

El barco expreso está esperando tus órdenes...

Mas recuerda la ley que rige nuestras vidas;
No estamos construidos para entender mentiras,
No podemos amar, llorar ni perdonar.
Si nos manejas mal, encontrarás la muerte.
Somos mayores que el Hombre o los Reyes.
Sé humilde cuando te arrastres por debajo de nuestras bielas,
Nuestro toque puede cambiar todas las cosas creadas.
Somos todo en el mundo salvo los dioses.

Aunque nuestro humo oculte los cielos de sus ojos,
Desaparecerá y las estrellas volverán a brillar;
Porque pese a nuestra fuerza, peso y magnitud,
No somos más que el producto de su intelecto.




Canción de los galeotes.


Remamos para que avanzaras con el viento en contra y las velas bajas.
¿No nos dejarás nunca en libertad?
Pan y cebolla comíamos cuando tomabas ciudades, o rápido regresábamos a bordo
si te perseguía el enemigo.
Los Capitanes paseaban de proa a popa sobre cubierta con el buen
tiempo, cantando canciones; nosotros estábamos abajo.
Desfallecíamos, la barbilla sobre los remos, y no te dabas cuenta pues
seguíamos meciéndonos hacia adelante y hacia atrás.
¿No nos dejarás nunca en libertad?
La sal dejaba el palo de los remos como la piel del tiburón; nuestras
rodillas abiertas hasta el hueso con cristales de sal; pegado
el pelo a la frente; y nuestros labios cortados hasta las encías,
y nos dabas con el látigo porque no podíamos remar.
¿No nos dejarás nunca en libertad?
Pero, pronto escaparemos, a través de los ojos de buey, igual que
corre el agua por los palos de los remos, y, aunque ordenes
a los otros que nos persigan, no podrás nunca prendernos a
menos que empuñes tú los remos y encierres los vientos en la
panza de la vela. ¡Aho!
¿No nos dejarás nunca en libertad?




El camino a través de los bosques.


Cerraron el camino que cruzaba los bosques
hace setenta años.
El tiempo y la lluvia lo han deshecho otra vez
,ahora ya no podrías saber
que una vez hubo un camino a través de los bosques
antes de ser los árboles plantados.
Está debajo de los sotos y de los brezos
y de las anémonas delgadas.
Sólo el guarda ve
allí, donde los pichones aprenden a volar,
y los tejones escarban con más facilidad,
una vez hubo un camino a través de los bosques.

Sí, si entras en los bosques
del verano, al anochecer,
cuando el aire de la noche se enfría en los estanques de truchas
donde la nutria silba a su pareja,
(no temen al hombre en los bosques
porque se ven tan pocos).
Oirás los golpes de las uñas de un caballo,
y el chasquido de unas faldas en el rocío,
firmemente a medio galope a través
de la soledad, de la bruma,
como si perfectamente conocieran
el viejo camino a través de los bosques...
Pero no hay camino que cruce los bosques.




Una canción en la tormenta.


Asegúrate bien de que a tu lado peleen
los océanos eternos, aunque esta noche
el viento en contra y las mareas
nos hagan su juguete.
A fuerza de tiempo, no de guerra,
en medio del peligro nos guiamos:
Sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que aparezca
en todo tiempo de angustia y también
en el de nuestra salvación,
el juego vence siempre al jugador
y el barco a su tripulación.

De la niebla salen rumbo a la tiniebla
las olas que brillan y se encrespan.
Casi estas aguas sin conciencia se comportan
como si tuviesen alma
casi como si hubieran pactado sumergir
nuestra bandera debajo de sus aguas verdes:
sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que pueda verse, etc.

Asegúrate bien, a pesar de que las olas y el viento
en reserva guardan ráfagas aún más poderosas,
que los que cumplimos las guardias asignadas
ni por un instante descuidemos la vigilancia.
Y mientras nuestra proa flotando rechaza
cada carrera frustrada de las olas,
canta, sea bienvenida la descortesía del Destino
dondequiera que se desvele, etc.

No importa que sea barrida la cubierta
Y se rompan la arboladura, el madera
mende cualquier pérdida podremos sacar provecho
salvo de la pérdida del regreso.
Por eso, entre estos Diablos y nuestra astucia
deja que la cortesía de las trompetas suene,
y que sea bienvenida la descortesía del Destino,
dondequiera que se encuentre, etc.

Asegúrate bien, aunque en poder nuestro
nada quede para dar
salvo sitio y fecha para encontrar el fin,
y deja de esforzarte por vivir,
que hasta que éstos se disuelvan, nuestra Orden se mantiene
nuestro Servicio aquí nos ata.

Sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
,dondequiera que aparezca,
en todo tiempo de angustia y también
en el de nuestro triunfo,
el juego vence siempre al jugador
y el barco a su tripulación.




Para ser un hombre.


Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fé que te niegan
y no desprecias nunca los dardos que ellos tengan.
Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera.
Si engañado, no engañas.
Si no buscas más odio, que el odio que te tengan.
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres.
Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.
Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo.
Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.
Si tropiezas al triunfo y llega la derrota,
y a los dos impostores los tratas de igual forma.
Si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del Orbe encallado.
Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.
Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría
tus ganancias de siempre y la suerte de un día,
y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.
Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,
aún despues de su fuga de tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo cuando no quede nada,
porque tu lo deseas, lo quieres y mandas.
Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.
Si marchas junto a reyes con su paso y su luz.
Si nadie que te hiera llega a hacerte la herida.
Si todos te reclaman y ni uno te precisa.
Si llenas el minuto inolvidable y cierto
de sesenta segundos que te llevan al Cielo,
Todo lo de esta Tierra será de tu dominio,
y mucho más aún ...¡Serás Hombre, hijo mio!




El segundo libro de la selva. (Canción de caza de la manada de Seeonee) 


Ya el sambhur baló al amanecer
¡una vez, dos veces, tres!
Saltó un gamo, un gamo saltó
del lago, do va el ciervo a beber.
Lo pude ver yo, yo solo en acecho,
¡una vez, dos veces, tres!

Ya el sambhur baló al amanecer
¡una vez, dos veces, tres!
Regresóse el lobo, tornóse atrás
para la noticia pronto llevar a los demás:
de la ansiada pista, vámonos detrás
¡una vez, dos veces, tres!

La tribu ululó al amanecer
¡una vez, dos veces, tres!
Pies que pisan, y ni huella notarás!..
¡Ojos abiertos en la noche, y ven claro al mirar!...
¡Gritos! ¡Estruendo!... ¡Torna a escuchar!...
¡Una vez, dos veces, tres!




El segundo libro de la selva. (La caza de Kaa) 


Del leopardo orgullo son sus manchas, honor del búfalo son sus cuernos.
¡Limpio! Pues del que caza se juzga a fuerza por el color de su piel.

Si acaso el toro te embiste y aterra, o una cornada del sambhur recibes,
por narrarlo el trabajo no abandones, pues cosa es que tenemos ya olvidada.

Nunca del cachorro débil y ajeno abuses; cual a un hermano debes mirarle,
que, aunque débil y torpe, es probable que a una osa -puede ser- tenga por madre.

Nadie corno yo! -jáctase el cachorro cuando a sus plantas ve la primera pieza.
Pero él es pequeño, y grande, la Selva: que medite en calma, porque ahora apenas empieza.

Máximas de Baloo




El segundo libro de la selva. (Canción de los Bandar-log al ponerse en camino)


¡Como un festón flotante aquí estamos,
lanzados hacia la envidiosa luna!
¿Querrían ustedes ser uno de los nuestros?
¡Más de dos manos tener! ¡Oh, dicha!
¿Y esta cola, cual arco de cupido,
no envidian? ¿Gustaríales una?
Pero, tranquilícense, hermanos,
se adivina, sí, en su espalda, el rabo.

¡Sobre la fronda quietos estamos,
en largas filas hermosuras sin fin meditando;
imaginando cosas grandes que, ¡vamos!,
al momento se trocarán en realidades;
algo que noble, grande y bueno sea...
que con desearlo sólo, se conquiste!
¡Lo verán, sí! ¡Pero, hermanos,
se adivina, en su espalda, el rabo!

Tantas voces de fieras o aves,
o bien de los murciélagos que chillan
(de animales que tengan escama, pluma o pelo),
cuantas en nuestra vida hayamos escuchado,
mezclemos, y repitiéndolas cien veces
produzcamos rápida y confusa algarabía.
¡Grandioso, excelente! Como los hombres
al hablar harían, esa pauta nosotros seguimos.
¿No lo somos?... Hermanos,
se adivina, sí, en su espalda, el rabo.
Costumbres son éstas del pueblo
de los monos, y ésta es la vida.

¡Corran entre los pinos, busquen la vid silvestre;
formen en nuestras filas, vengan con nosotros!
¡Qué ruido metemos al despertarnos se escucha!
¡Que haremos cosas grandes, no puedan dudarlo!




El segundo libro de la selva. (La ley de la jungla)


Esta es la Ley de la Jungla -como el cielo vieja y cierta;
prosperará el Lobo que la cumpla. mas el Lobo que la transgreda habrá de morir.
Igual que trepa la hiedra alrededor del tronco del árbol avanza la Ley y retrocede...
pues es el Lobo la fuerza de la Manada. y la fuerza del Lobo está en la Manada.
Cada día lávate desde el hocico hasta la cola; bebe mucho, pero no muy deprisa nunca;
y recuerda que la noche para la caza está hecha, y no olvides que el día se debe al sueño.
Puede el Chacal seguir al Tigre, pero, Cachorro, cuando te hayan crecido los bigotes,
recuerda que el Lobo es un cazador -sigue adelante y por tu cuenta consigue la comida.
Mantén la paz con los Señores de la Jungla el Tigre, la Pantera, el Oso;
y no importunes a Hathi el Silencioso, ni te burles del Jabalí en su guarida.
Si una Manada con otra Manada se encuentra en la Selva, y no quiere ninguna retroceder,
descansa hasta que los jefes hayan hablado -tal vez las palabras justas prevalezcan.
Cuando pelees con un Lobo de la Manada, debes enfrentarte a solas, alejado,
pues otros tomarían parte en la disputa, y la batalla debilitaría la Manada.
La Guarida del Lobo es su refugio, donde ha construido su hogar,
ni siquiera el Jefe de la Manada puede entrar, ni siquiera el Consejo.
La Guarida del Lobo es su refugio, pero si no es profunda,
el Consejo enviará una orden y deberá otra vez mudarse.
Si antes de medianoche matas, hallo en silencio y no despiertes al bosque con tu aullido,
asustarás a los ciervos que en la maleza se esconden, y regresarán con las manos vacías tus hermanos.
Para ti puedes matar y para tus compañeros y para tus cachorros tanto como necesiten;
pero no mates por el placer de matar, y siete veces nunca mates al Hombre.
i robas la Presa de uno más débil, no la devores con orgullo;
el Derecho de la Manada es el del más humilde, cédele pues la cabeza y la piel.
La Presa de la Manada es la carne de la Manada. Debes comerla allí donde se encuentre;
y nadie podrá llevar esa carne a su guarida, o morirá.
La Presa del Lobo es la carne del Lobo. Con ella puede hacer su voluntad,
y, hasta que dé su permiso, no puede la Manada comer de esa Presa.
El Derecho del Cachorro es el derecho del Primero. De cualquiera puede exigir en su Manada,
y hartarse de comer cuando haya comido el Cazador; y nadie podrá negárselo.
El Derecho de la Guarida es el derecho de la Madre. De cualquiera de su misma edad puede exigir
una pata de cada presa para su camada; y nadie podrá negárselo.
El Derecho de la Cueva es el derecho del Padre ---(azar a solas para sí:
libre para no seguir a la Manada; por el Consejo sólo juzgado.
Por su edad y su astucia, por su fuerza y sus garras,
en todo aquello que la Ley deja abierto, es Ley la palabra del Jefe de los Lobos.
Estas son las Leyes de la Jungla. muchas y muy rígidas;
pero la cabeza y las uñas de la Ley y la patas y el lomo es ¡Obedece!




El segundo libro de la selva. (Al tigre! Al tigre!) 


-¿Qué tal de caza, fiero cazador?
-Largo fue el ojeo; el frío, atroz.
-¿Dónde la pieza que fuiste a cobrar?
-En el bosque, hermano, creo que estará.
-¿Dónde tu orgullo, tu pujanza?
-De ambos la herida trajo mudanza.
-¿Por qué corriendo vienes a mí?
-¡Ah, hermano! A casa voy, a morir.


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