Rima.
Labios, guardianes de mi amor que iba extinguiéndose
manos, lazos de mi juventud que iba escapándose
tez de un rostro perdido en algún punto de la naturaleza
árboles... pájaros... caza...
Cuerpo, uva negra de sol ardiente
cuerpo, bajel de mi riqueza, ¿adónde vas?
Llegó la hora en que el crepúsculo se ahoga
y me gana el cansancio en pos de las tinieblas...
(Nuestra vida va mermando cada día.)
La hoja del álamo.
Temblaba tanto que se la llevó el viento
temblaba tanto cómo no se la iba a llevar el viento
allá lejos
un mar
allá lejos
una isla al sol
y las manos aferradas a los remos
muriendo a la vista del puerto
y los ojos cerrados en anémonas marinas.
Temblaba tanto y tanto
la he buscado tanto y tanto
en la acequia de los eucaliptos
en primavera y en otoño
en todos los bosques desnudos
cuánto la he buscado, Dios mío.
Flores de la roca.
Flores de la roca frente al verde mar,
vetas que me evocan otros amores,
bruñidas por la lentitud de la llovizna,
flores de la roca, semblantes
que llegaron cuando nadie hablaba y que me hablaron
cuando me dejaron tocarlas después del silencio
entre los pinos, las adelfas y los plátanos.
Estrofa.
Instante, venido de una mano
que tanto había amado,
me diste precioso alcance al oscurecer,
como una paloma negra.
Clareaba ante mí el camino,
vaho sutil de un sueño
en el ocaso de una sagrada cena...
Instante, grano de arena
solitario, tú que entero ocupaste
la trágica clepsidra
muda, como tras de haber visto a la Hidra
en el jardín del cielo.
Epitafio.
Los tizones en la niebla
eran rosas enraizadas en tu corazón,
la ceniza velaba tu rostro
cada mañana.
Desbrozando sombras de cipreses
te marchaste el otro verano.
Epigrama.
Un borrón en el verde secante
un verso apagado sin final,
una pala de ventilador estival
que ha cortado el denso calor;
el ceñidor que se quedó en mis manos
cuando el deseo cruzó a la otra orilla
-esto es lo que puedo ofrecerte, Perséfone,
apiádate de mí y concédeme el sueño de una hora.
Octubre 1939
En las grutas del mar.
En las grutas del mar
hay una sed, hay un amor,
hay un embeleso,
sustancias sólidas todo como las conchas
que puedes tenerlas en tu mano.
En las grutas del mar
te miraba a los ojos días enteros:
yo no te conocía ni tú me conocías.
Dieciséis hai-ku.
Este instante...
Marco Aurelio
Vierte en el lago
sólo una gota de vino
y el sol se extinguirá.
Ni un solo trébol
de cuatro hojas en el campo,
¿quién falla de los tres?
Sillas vacías,
las estatuas volvieron
a otro museo.
¿Es la voz
de nuestros amigos muertos
o un fonógrafo?
Sus dedos
en el pañuelo verde mar,
míralos: corales.
La más grave
preocupación,
su busto en el espejo.
Volví a llevar
la fronda del árbol
y tú balabas.
En la noche, el viento
la distancia se ensancha
y flota el viento.
Joven Parca
Mujer desnuda
la granada que se ha abierto
estaba llena de estrellas.
Recojo ahora
una mariposa muerta
sin maquillaje.
Dónde reunir
los mil pedazos
de cada persona.
Trazo estéril
¿Qué le pasa al timón?
La barca describe círculos
y ni una sola gaviota.
Erinis enferma
No tiene ojos
la serpiente que sostenía
le devoran las manos.
Esta columna
tiene un agujero,
¿ves a Perséfone?
Se hunde el mundo
guárdate, te dejará
solo en el sol.
Estás escribiendo;
la tinta ha mermado
la mar crece.
Desasosiego.
Por apagar su sed pugnaban tus labios
en busca del fresco prado regado del Eurotas
y tú a galope en pos de tu lebrel, no te alcanzaron
y de las puntas de tus senos destilaba el sudor.
Caligrama.
Las pirámides
son los senos de la arena
donde mama el cielo
y esta palmera
es el falo del sol
hincado en la soledad absoluta
15-XI- 1942
Balance.
He viajado, me he cansado y escrito poco
pero pensé mucho en el regreso, cuarenta años.
El hombre en todas las edades es un niño:
la ternura y la brutalidad de la cuna;
a lo demás le pone límite la mar, como a la orilla,
a nuestro abrazo y al eco de nuestra voz.
Anhelo.
Sin color, sin cuerpo
este cariño que vaga
disperso, apiñado,
una y otra vez disperso,
palpita sin embargo
en el bocado de la manzana,
en la incisión del higo,
en una cereza grana,
en el grano de un racimo.
Tanta Afrodita difusa por el aire
dará sed y palidez
a una boca y a otra boca
sin color, sin cuerpo.
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