miércoles, 5 de marzo de 2025

Poemas. Robert Merrick (1591-1674)

A las flores. 


Hermosas promesas de árbol fructífero,
¿por qué caéis tan deprisa?
Vuestro día no ha pasado tanto,
sino que podéis quedaros aquí un rato,
para sonrojaros y sonreír gentilmente;
e iros al fin.

¿Qué, nacisteis para ser
deleite de una hora o media,
y así dar las buenas noches?
Fue una lástima que la naturaleza os diera a luz
meramente para mostrar vuestra valía
y perderos del todo.

Pero sois adorables hojas, donde
leemos lo pronto que las cosas tocan
a su fin, aunque nunca tan bellas:
y después de mostrar su orgullo
como vosotras un rato, se deslizan
a la tumba.





Los ritos funerarios de la rosa.


La rosa estaba enferma, y sonriendo murió;
y, habiendo de ser santificada,
en torno al lecho suspirando estaba
la dulce hermandad floral.
Unas inclinaban la cabeza, mientras algunas llevaban,
para lavarla, agua de la fuente.
Unas la extendían, mientras otras lloraban,
pero todas solemne ayuno guardaban.
Las santas hermanas entre varias
las sagradas elegías y trenos cantaban.
Pero ah, ¡qué dulzuras se olían por doquier,
cual si el cielo hubiera agotado todos los perfumes allí!
Al fin, cuando las oraciones fúnebres
y los ritos se hubieron completado,
llorando extendieron una tela herbosa
y la cubrieron como en una tumba.





El deleite del desorden.


Un dulce desorden en el vestido
enciende en las ropas un capricho:
un pañuelo alrededor de los hombros soltado
en fina distracción;
un lazo errante, que aquí y allí
cautiva el ceñidor carmesí;
un puño negligente, y por él
cintas que fluyen confusamente;
una atractiva onda, digna de atención,
en las tempestuosas enaguas;
un cordón descuidado en el zapato, en cuyo lazo
veo una civilidad salvaje:
me embrujan más que cuando el arte
es demasiado preciso en cada parte.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario