lunes, 2 de junio de 2025

Poemas. Judith Ortiz Cofer (1952-2016)

El olvido (según las madres). 


Es una cosa peligrosa
olvidar el clima del
lugar en que naciste; alejar
las voces de los parientes muertos cuando
en sueños ellos te llaman por
tu nombre secreto; peligroso
rechazar las ropas que has
nacido para llevar para estar a la moda;
usar armas e instrumentos afilados con los que tú
no estás familiarizada; peligroso
desdeñar los santos de escayola ante
los cuales tu madre se arrodilla rezando por tí con
embarazoso fervor para que sobrevivas en
el lugar que has escogido para vivir; una habitación
cara, elegante y con pocos muebles, sin cuadros
en las paredes: un lugar de olvido donde
ella teme que mueras de frío.
Jesús, María y José.
El olvido es una cosa peligrosa.





La Deli Latina: Ars Poética. 


Preside desde el mostrador de formica,
con la Madona y el Niño de plástico imantados
por arriba de una antigua caja registradora,
con olores embriagantes de latas abiertas de
bacalao seco, racimos verdes de bananos
colgando de sus palos como ofrendas votivas:
ella es la Patrona de los Exilios,
una mujer sin edad que nunca fue bonita,
que pasa sus días vendiendo recuerdos enlatados
mientras oye a los puertorriqueños quejarse
de cuánto más barato sería volar a San Juan
que comprar aquí dos kilos de café Bustelo;
a los cubanos perfeccionando su discurso
de un “glorioso retorno” a la Habana, donde a nadie
se le permite morir ni cambiar hasta que llegue el día;
a los mexicanos que pasan con la cantaleta
de cuántos dolaritos van a ganar en El Norte, queriendo todos
del español hablando, para contemplar el retrato de familia
de su rostro ancho y plano, su busto generoso
derramado en sus brazos regordetes, su mirada denotando interés
cuando hablan con ella o entre sí
De sus sueños y sus desilusiones.
Cómo se ríe al comprender,
cuando caminan por los pasillos angostos de su tienda,
leyendo etiquetas de paquetes en voz alta como si
fuesen nombres de amores perdidos: suspiros,
merengues, los dulces racios de la infancia de cualquiera. Ella se pasa los días.
rebanando jamón y queso y envolviéndolos en papel de parafina
atado con mecate: puro jamón y queso
más barato en el A&P, pero que no saciaría
el hambre del viejo frágil perdido en los pliegues
de su abrigo de invierno, que le trae listas de víveres
y se los lee como poemas, o de los demás,
cuyos antojos ella debe adivinar, conjurando productos
de lugares que ahora sólo existen en sus corazones:
puertos clausurados donde ella debe comerciar.


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