Isla.
Estrecharé tu cintura ligera
con miedo de perder cosas de vidrio
Vacías estancias del crepúsculo
infiernan rojos rubis de espumas
y toda temblorosa fúlgida plata
me convoca la encarnada concha lisa
Esta isla de piedra sobre la lámina
del mar de Lapamán en quieto instante
detiene el color cesura de infinito
o absorta suspensión de tránsitos
Bocinas incendiadas de silencio
prorrumpen en estrépito callado
La ola no revienta está inmóvil
detenida en el proceso de cogerte
Monumento de sí mismo el sol se detiene
y su fulgor de fuego que llamea
se fija en brasa o moneda estática
Quedó quieta la gaviota la dorna absorta
Naufragó en mi verso tanto instante
Por qué he de rasgar este aire de mármoles
ceñiré tu talle y en un asombro
de carnes todo volverá a ser móvil.
De "El fin de un canto"
Versión de Eloísa Otero y Manuel Outeiriño
Levantad, dijo Safo...
Levantad, dijo Safo,
más alto el techo para mí, el esposo,
porque voy a entrar a caballo en el tálamo y en lo oscuro
y necesito espacios como cuadras de ganado muy grandísimo
para contar todos los dientes, el estremecer lunar, las carantoñas,
el caer de la mañana
sobre los ojos de mi esposa odiada.
Ven, Cipria, dijo Safo,
y el amor me conturbó el mismo hígado
casi como el viento retumba por el monte en el olivar
y quiero que padezcas mi vientre sin luz
y me mantengas amado, armado, yerto, azul
por el secreto del agotamiento, espada.
El frío, dijo Safo,
entró en el corazón de algunos pájaros como muerte o lienzo
de perecer, y me volví palomo,
crisantemo de piedra o ausencia tuya, estando.
Más blanca que la leche, dijo Safo,
y dejó que te viese esbelta como una yegua
porque cada mañana me diste un hijo de fuego y desespero
y gran erizo.
Éstas son, dijo Safo,
tus cenizas, oh muerta antes de las bodas,
y en los encarnados lechos del crepúsculo yacen jacintos,
borona, duros, dulces
camelios derrotados para siempre.
De "Con pólvora y magnolias"
Versión de Eloísa Otero y Manuel Outeiriño
Me sentará bien llorar esta noche...
Me sentará bien llorar esta noche
pondré irlanda vilanova dos infantes dos rosas en el ferrol de
hierro
y tus ojos infieles en el filo del crepúsculo
intentaré ponerme delante de mí por una vez
y dejar en las puertas banderas desgarradas pimentel y sedas rotas
me sentará muy bien llorar y una pipa
me dará ese tono o'casey cuando hijos de carne mía y no de
piedra pómez
se deshacen en abalorios entre los dedos
me sentará muy bien un escalofrío en lecho de metal y solo
sé considero entiendo y sin embargo
la botella de dulcísimo aguardiente de no ser hombre junto a
la mano
me sentará muy bien un descargar horror y cierta insania
porque tengo un caballo que nunca tuve y este crepúsculo
me sentarán muy bien delante de los ojos culebras y detalles
de azabache
que digan soy yo solo me pierdo entre ceniza desesperado
viento harija
me sentará bien llorar por mi pasado yo como alabastro
erguido en los amaneceres isla alabada de cristal cunqueiro
naturalmente naturalmente me sentarán bien pipa y alcohol
dulces entregadas cosas chinas enquistadas lacas y como sedas
y cerezos
y el negro fondo del vino que perdimos ayer
me sentará de azul lo que no digo
llorar y contemplar en el techo horrendo que se comba y quiebra
la presencia impar de partes tuyas que jamás me diste
y súbito tremendamente macstiofain junto a mi aldea y los
amigos
o cualquier cosa rota y muy vecina
reclamando quizá madre o patria celta o simplemente piedra
without usura ciertos mediodías
cualquier cosa de lo que no tiene sombra
digo que hermanos no tengo en esta noche
digo que estoy llorando solo como quien canta
y ciego el canto contra el gran silencio que estalla y trae un tiro
en el estómago.
De "Con pólvora y magnolias"
Versión de Eloísa Otero y Manuel Outeiriño
Momento último.
«-miña Señor amada?»
Cunqueiro
¿Sientes, Señora mía amada, en este instante de las trompetas
del adiós,
cómo la magnolia cobra un matiz espantoso
y viene toda la tristeza del mundo a ponérseme en el pubis ?
¿Notas cómo la caída del verano sobre las islas
y sobre las corrientes del mar que había sido limpio me arrincona
con fuerza
y desfigura el jilguero, oh Señora mía dejada?
¿Aprecias, Señora mía odiada, cómo se pierde el viento
entre mis pestañas y cómo se me abren pozas verdes en las manos
y se pueden ver en ellas petroglifos de muerte?
¿Te das cuenta de que la tristeza de la despedida era antes de
la despedida
y que tengo ojos de no tener ojos y de que lo pierdo todo,
Señora mía perdida antes de ser perdida?
¿Ves, Señora mía de humo, Señora mía de viento,
Señora mía de ceniza, cómo sedas y vasos y piedras
de silencio y libros que no hubo y sonrisas mentidas
atraviesan el espléndido aire de este crepúsculo,
nos convocan a luto?
Porque muero a cada instante y mueres, Señora
!;mía de rápidos instantes también perdidos,
señalo alguna cosa en el fondo de tus ojos,
piedra quizás o rosa, y en el avance de las sombras
me pierdo en mí y te pierdo, y te declaro
mía, y un tiempo nuevo empieza.
¿Te das cuenta, Señora mía querida,
que un tiempo nuevo nos mata y que mi cuerpo entero
navegará en las turbias aguas de tu recuerdo?
De "Con pólvora y magnolias"
Versión de Eloísa Otero y Manuel Outeiriño
Podría llamar ahora.
Podría llamar ahora
por Kerouac
porque entre los dos hay un río
de tristísimo otoño
pero
prefiero contemplar
las criaturas preciosas
-ya sabéis: perlas, oro,
cuando en el cristal luciente y mármol-
de Bembo
y miro atentamente
lo más estéril,
-gema, libro, lámpara-
que denote las propias
bases o pies de barro
de mi palabra
y presagie hermosamente
la cosa la cosa
el objeto formal
e inerte
en que me voy erigiendo cuidadosa y artificiosamente
podría llamar ahora
por Kerouac
o a la juventud perdida
porque entre las olas discurre el río
de la muerte.
De "Con pólvora y magnolias"
Versión de Eloísa Otero y Manuel Outeiriño
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