La olla de Altea.
Un castillo marino y en el cielo
un oasis de luz.
El mar es un espejo en la bahía
blanca como los senos de una diosa.
Se oye el murmullo de las barcas,
la tenue melodía de las olas.
y la mirada vive un paraíso.
De "Poesía reciente" 1995-1998
Las palabras se han gastado para siempre...
Las palabras se han gastado para siempre.
El cielo que habitamos ya no existe.
Las casas se han poblado de vacío.
Y yo soy los harapos de los días
felices que recuerdo como un dolor
que suele sin heridas. Fuimos
sombras que el viento ha ido borrando.
Somos charcas abandonadas en el tiempo.
Todos los espejismos se han quebrado.
Sólo queda el instante de las cruces.
De "Los espejos del mar" 1998
Llegamos a la casa del amor...
Llegamos a la casa del amor
y de sus treinta puertas
Y llamamos y no abren
y llamamos
y oímos al Amor
que no nos oye.
De "Poemas dispersos" 1980-1993
Llegan de un aire tan delicado...
Llegan de un aire tan delicado
las palabras, llevan
tan delicada luz, tan suaves
cuerpos, brisa de los sueños,
amor recién nacido en las orillas,
campanario de luz junto a las olas,
cielo, signos
del día frágil e inmortal.
Como hombres desnudos
en los muros
de vidrio de la ciudad del sol
aún no habitada
y luego las mujeres como flores,
la boca que se besa en el espejo,
la mano en las arañas,
los peldaños de sal
hasta el cofre y el ancla
y el llanto de los vientres,
sus melancólicos gemidos:
amor que es como un pozo
de luz en el jardín
de la ceniza, espesura
en el triángulo del pubis
donde oímos canciones que claman
sin cesar.
De "En las rejas del tiempo" 1991-1994
Lloramos para que alguien nos consuele...
Lloramos para que alguien nos consuele
y porque nadie quiere consolarnos.
Y así amamos, y seguimos amando,
y en el pozo del odio se desborda
el odio: lodo, hedor de la muerte
de los días felices, espejismos
de luz en las playas de yerbajos,
cruces de arena, palmeras
en un cielo agrietado y sucio.
Amamos y lloramos. Recordamos
las verjas y el jardín. Las niñas
en el patio del colegio, el vello
en el pantano. Y en sus puertas
podridas esperaba a mi primer
amor. Y así aprendí a llorar
ya buscar un consuelo
en el más desolado desconsuelo.
Las manos que acarician mis mejillas
son mis manos. Me arañan,
me rechazan. Los labios
que me manchan con su sangre
son mis labios. El vientre
en el que gimo compasión
es mi vientre vacío.
Y abrazado a mí mismo
me amo en soledad
pues también el amor
es, como el odio, un vicio
solitario.
De "Poesía reciente" 1995-1998
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