Duchesse de Normandie.
Con lunares postizos como las Silenciosas
paseas por la vulgar barriada de los ricos
vibrando en los incendios del color amarillo
fichando marquesinas y criados
para la fiesta tentacular del fuego.
A pie firme resistes el verano. Mientes
en danés. Acabas la noche ¡oh loca de ojos húmedos!
en imposibles barras de bares periféricos
pidiendo con voz ronca una copa no más la última copa
de espesa menta y una mirada amable
que borre tanta llaga, tanta
bajada a los infiernos, deseados lo sabes,
desde los días dorados de Palm Beach.
"Una tromba mortal para los balleneros" 1970 - 1973
El cine de los sábados.
maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con su mamá que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherezade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de la memoria tan margos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros
"Teatro de operaciones"
Eslabones idénticos.
Como la tea, que sirvió una vez
para alumbrar en el festín de bodas
y prender, de la novia, la pira funeraria,
con similar presura, desfilaron tus años.
Ni siquiera una ráfaga de viento
concedió tregua alguna a los instantes
que ahora, encadenados, se recuerdan.
Fue, asimismo, ilusoria suspensión
amar, leer, escribir y viajar. Y embriagarte.
"Cordura" 1999
Eula Varner / Ornella Mutti.
Acércate. No temas: irradia horror
pero siempre el horror
hizo crecerse a los mortales. Hinca
tu hocico, hoza perfumes inabarcables, roces
de hembra-delfín. Gasta tu tiempo: el vendaval
es su propio elemento. Aspira: aquí está la entregada.
No temas al volcán
de mantillo podrido y perfumado. Acércate: la gasa
se comba sobre el seno palpitante. No escuece su zarpazo: es visitable,
casi es acogedora desde que pisa el ruedo.
Acércate, su trono -es un efecto óptico-
sólo a primera vista se orna de sangre y médula. Estofada
de anchas volutas de organdí, irradia horror -te han dicho-
transpira opacidad y calentura. Teme -te han dicho-
los nupciales asaltos de la Reina: Eres
sólo el pulgón, sólo la larva zángana. Ya ves ahora que no:
A veces opalina cual medusa,
a veces material y reptante como un atroz ciempiés
arrastra su dulzura hasta tus labios, besa
tus párpados, coge tus manos y las funde
a su espalda arqueada por espasmos. Abre su trompa
-grácilmente retráctil- y la embriaguez te anega.
Succiona, ahora entregada, caen sus toscos vestidos
olorosos a tampax y a colegio de monjas. Apenas púber
ofrécele tu polen, hazte con la Gorgona
un puñado de lava incandescente. Ya sois indiscernibles
como el agua y las náyades. Ya la espuma rugiente de los acantilados
se acerca a vuestras ascuas. Ya reventáis erguidos y magníficos.
Ahora: Forma, Piedras profundísimas huellas del deseo en terrazas basálticas,
aluviones de afirmación ante el silencio hosco de los astros. Una vez más
el orujo apiñado en los hondos lagares
conmemora que un día fuisteis dioses.
De "Una tromba mortal para los balleneros"
Excelentes tiempos para la lírica.
¡Qué delicia escarbar en la pelambre
hasta dar con el cuero cabelludo
y allí cientos de liendres eruditas
ahítas de la sangre eminentísima
de talo tal talento alejandrino!
Felices con sus propias deyecciones
plasman en un papel los grumos últimos.
Como un rayo lo imprimen en itálicas,
y tras uso de zafa y toalla sucia,
y una vez ajustado busto y medias,
instalan su real cuerpo en Boulevard Cavafis
y les ingresa en cuenta el señor March.
"Horizontes desde la rada" 1983
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