miércoles, 6 de agosto de 2025

Poemas V. Antonio Martínez Sarrión (1939-2021)

Ocho elegías con pie en versos antiguos.

I

                         Setembrio trae varas, sacude las nogueras,
                          apretava las cubas, podava las vimbreras,
                      vendimiaba las viñas con fuertes podaderas:
                        no dexava los pássaros llegar a las figueras.
                                                                          Libro de Aleixandre

A estas alturas, muestras vida mía,
sólo se trata ya de correcciones:
Tálamo oscuro: Mudas ventanas: Violines enfundados.
Sólo ya
de correcciones: Minucias: Dos centímetros más y el
dobladillo
puede servir de cuerda estrangulante. Autumn
Wind. Anochece. Brutalmente
anochece (el alcohol de septiembre viene muy rebajado).
Nunca tendré la fruta apetecida. No prendió
el vástago. El injerto
fue devorado por las hienas y el sucio podador estalló en
carcajadas.
Ajustan / Desajustan (Minucias: Correcciones). Cortan
despacio
el bosque. Talan ya en el vacío. Así, sin un sonido,
acabaran con los días incendiados
con las radiantes mañanas de nuestra juventud sin lugar
para el tigre.
Allí quedó el retrato arqueado por las llamas. Estas son
unas ramas de abeto ya dispuestas
para «the late late show»*.

* Sin duda es muy obvia para los conjurados la aclaración de que
The late late es el más madrugador programa de variedades que
la televisión U.S.A. emite antes de la odiosa gimnasia matinal.

De "El centro inaccesible"





La niña de siete años.

mira que si estuviera destrozada
si ya fuese leña algún oscuro invierno
la mesa
la mesa de billar ya desechada
donde aquella sirvienta contaba obscenidades
y todos nos reíamos
enamorado tú?
qué tiempo en la cocina!
el cielo raso lóbrego
corrían los ratones dios qué risa
mi madre; mira mira los ratones
cómo se están volviendo a su agujero
la cortina de trapos amarillos
las cadenas
que oímos una noche de tormenta
tú patinando por aquel casino
con tu cara oriental
y nada que creí morirme
                                                    de amor
lo cierto es que te llevo muy adentro





Profecía entre signos.

                                                                                                   Déjame
         Renunciar a mi vida por esta vida, a mi palabra por
                                                                                       la no hablada.
                                                                                                 T. S. Eliot

Aquí estarás
-déjame que invente esta tarde sin ti-
entre los utensilios prescindibles, ya de todo segura,
con la casa comida por la sal, y reíamos,
los cielos sofocantes del verano, aquí desnuda y tuya
(y algunos ratos mía) mientras vuelca el sirocco
mariposas quemadas, niños mudos, paladas
de cárdenos claveles -que tirábamos-
porque lo nuestro eran las margaritas pobres,
los caminos sin rumbo por el silente barrio
hasta encontrar el reto de las panaderías,
de las carpinterías con rótulos a mano,
de los atardeceres de color amaranto,
de las piernas sonámbulas y los ahumados pechos.

Aquí estarás, con la sonrisa tuya
entre gorrión mojado y huella del invierno
que de pronto nos abre los caminos de junio,
los fuegos de San Telmo en la ciudad inviable,
mientras, sobre el asfalto, sobre la atroz grisalla
insinúas -no dices- que el dentista es de níquel,
que la conspiración, de algún modo, hace agua,
que tu cuaderno azul se disolvió en el viento,
y que los dos zarpamos -abrazados y huérfanos-
rumbo al sueño, esa orden opaca e imperiosa,
que mañana remite, y allí estás, y aquí yo.

"El centro inaccesible" 1975 - 1980





Requisitoria general por la muerte de una rubia.

acodados en las irreales barandas
acodados resistiendo la marea de aromas
azaleas tamarindos
luna de california en el lento week-end
errantes aves marinas
                                         también
los barcos también
los barcos hacia lejanas islas madrepóricas
también los marineros empañados
                                                              también
los bidones vacíos las botellas vacías
las boyas arrancadas al pacífico
cuando acabó la victoriosa empresa
también los habitantes abisales
estaban al acecho marilyn

recuento de jugadas medias azules
prendas floridas en los hondos rincones
el incinerador a toda la presión
la inminente llegada del lechero
y
con la muñeca fea la estantería con freud
las últimas camelias del jugador de beisbol
la cintura tronchada
                                     sirenas
impasibles en las rocas ella
fitzgerald canta luces de pasadena
tobogán de la angustia blanca luz sideral
también ellos
fumaban incansables y distantes
en los horrendos bungalows la luna aparatosa
en el lento week-end de california
laberinto de gatos vidrios en el asfalto
sombras inmemoriales casas de té llamadas
al vacío también
ellos
con pelucas postizas reventando de alcohol
suicidio de john gilbert
farsas de paula strasberg hediondez
del dramaturgo norteamericano

mil barcos de basora cargados con especias
techos de muérdago happy
christmas vigilias
esperando los besos imposibles
                                                        también
ellos los hornos crematorios
los pájaros nocturnos rebosantes de herrumbre
la sofocada baja amenazante noche
boulevard
del crepúsculo
                          ráfagas
de terror en los ojos enormes de mi amor
aferrada a su sucio frasco de nembutal

De "Antología poética"





Riquezas.

Unos sostienen sus huertos oreados,
sus panales, sus eras y sus viñas,
mas no conocen las fases del mosto.
Yo no te tengo más que a ti.
Otros tienen sus flotas y arsenales
y capean temporales en la Bolsa
durmiendo entre unos brazos mercenarios.
Yo no te tengo más que a ti.

Los demás tienen prisas y negocios
y tratan de llegar pronto a una cita
para que esta demencia continúe.
Yo no te tengo más que a ti.

"El centro inaccesible" 1975 - 1980





Saldo.

Duró poco, como era de prever.
Aún menos, como diría el clásico,
que la verdura de las eras. Quedan,
en la herida memoria
-esa puta borrosa conforme caen los años-
la noche en aquel faro
viendo entrar las falúas en el puerto,
algún afortunado calembour,
la fría y lluviosa vez
en que con gran ternura la cobijé en mi abrigo,
el circo de la nieve en el Paular
mantenido a distancia por la flor del almendro
que purísima ardía aquel marzo precoz.
Pienso que poco más. Si preferís
otro balance bien podría ser este:
la estrella de la tarde hecha pedazos
y el vendaval de vidrios en mi cara,
dos docenas de orgasmos no siempre compartidos
y una plausible tregua para el hígado.

"Cordura" 1999


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