jueves, 23 de mayo de 2024

Poemas. D.H. Lawrence (1885-1930)

Misterio.


Soy un enorme
Tazón de besos,
Como el alto
Y delgado cuenco
Llenado en Egipto
Para los excesos de Dios.

Alcé hacia ti
Mi tazón de besos,
Y a través del receso
Azul del templo,
Lloré hacia ti
Con salvajes caricias.

Y hacia mis labios
La pasión deslizó
Un rubor brillante,
Y por mi silueta
Blanca y delgada fluyó
El himno tonante.

De pie frente al altar
Ofrecí el cáliz,
Y lloré hacia el cielo,
Para que te inclines
Y bebas, oh, Señor.

Oh, bebed mi cuerpo,
Que tal vez yo sea
El interior del cuenco,
Como un misterio,
Como el vino inmóvil
En el éxtasis.

Brillantes todavía
En el éxtasis,
Vinos mezclados
De ti y de mí,
En un completo
Y absoluto Misterio.




Por qué ella se lamenta.


Calla y dime
¿Por qué lloras?
Somos tu y yo
Los mismos de antes.

Si oyes un lamento
Es sólo un conejo
Volviendo a su agujero,
En un momento.

Si algo se agita en las ramas,
Es el paseo inquieto de las ardillas,
Abrumadas por nosotros, debajo,
Amándonos.

¿Por qué lloras entonces?
¿Le temes a Dios
En la oscuridad?

Yo no le temo.
Deja que venga.
Si se oculta entre las hojas,
Deja que venga.

Ahora, en el día fresco, somos nosotros
Los que andamos entre los árboles
Llamando a Dios: ¿dónde estás?
Y es él quien se oculta.

¿Por qué lloras?
Mi corazón es amargo.
Deja que venga a justificar
Sus actos, ahora.

¿Porqué lloras?
Pero si puedes sufrir
Entonces llora, por la memoria
De nuestra vieja justicia.

Nos hemos equivocado
Muchas veces;
Pero esta vez comenzamos
A hacerlo bien.

Llora, entonces, llora
Por la abominación de nuestra justicia.
Dios seguirá oculto.
Él nunca vendrá.




El deseo está muerto.


El deseo puede estar muerto
y aún así un hombre puede ser
el lugar de reunión de la lluvia y el sol,
maravilla que derroca al dolor
como un árbol en invierno.




Íntimos.


¿No te interesa mi amor? -me preguntó con amargura.

Le alcancé el espejo y dije:
¡Tenga a bien dirigirle esas preguntas a quien corresponda!
¡Tenga a bien formular sus pedidos a la central!
¡En todas las cuestiones de importancia emocional,
diríjase directamente a la suprema autoridad!

De modo que le pasé el espejo.

Y en la cabeza me lo hubiera partido,
pero entonces se fijó en su reflejo.
Fascinada, sus ojos lo observaron, perplejos,
mientras yo huía.




Últimas palabras a Miriam.


Nuestra es la vergüenza y el dolor
Pero la desgracia es sólo mía;
Tu amor fue oscuro y profundo,
El mío fue como el amor del sol por las flores
Que crea con su brillo.

Yo era diligente para explorarte,
Floreciendo tallo por tallo,
Hasta que el fuego de mi creación te arrojó
Quemando hacia la última frontera de la Angustia,
Entonces fui rechazado.

Conocí tu dolor, y quebró
Mi delicado nervio de artesano;
Tu cuerpo se encogió en mi pulso,
Y mi coraje fracasó al intentar darte
La última y bella tortura que merecías.

Eres esbelta, adornada,
Pero opaca y abatida en la carne,
La cuál, habiéndola penetrado con implacable
Y ardiente angustia, fue consumida
En una adorable y brillante mortaja.

Como una ventana pintada: el refinado
Sufrimiento arde a través de tu carne,
Desnúdala y bendícela con la temblorosa
Dulzura de la sabiduría: porque ahora
¿Quién se llenará de nuevo en tí?

¿A quién consumirás en libertad,
Con la escoria y el terror de tu cuerpo,
Desde que tu fuego ha fracasado en mí?
¿Qué hombre se inclinará sobre tu carne
Para penetrarla con la gimiente cruz?

Una silenciosa, casi una cosa bella es tu rostro,
Que me llena de vergüenza
Al verlo endurecer,
Torciendo la imagen perfecta de Dios,
Y oscureciendo mi eterna fama.


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