jueves, 23 de mayo de 2024

Poemas. Dylan Thomas (1914-1953)

Amor en el hospicio.


Una extraña ha venido
a compartir mi cuarto en esta casa que anda mal de la cabeza,
una muchacha loca como los pájaros,

traba la puerta de la noche con sus brazos, sus plumas.
Ceñida en la cama revuelta
alucina con nubes en esta casa a prueba de cielos,

hasta alucina con sus pasos este cuarto de pesadilla.
libre como los muertos
o cabalga los mares imaginarios del pabellón de hombres.

Ha llegado posesa
la que admite la alucinante luz a través del muro saltarín,
posesa por los cielos

ella duerme en el canal estrecho, hasta camina el polvo,
hasta desvaría a gusto
sobre las mesas del manicomio adelgazadas por mis lágrimas.

Y tomado por la luz de sus brazos, al fin, mi Dios, al fin
puedo yo de verdad
soportar la primera visión que incendia las estrellas.




Al espíritu de la primavera.


Y dije al llegar la primavera,
No continúes oculto en los coloreados árboles,
Dulcemente sacude tu cabeza
Con la espuma de floreados mares.

Y tú te alzaste de las profundidades de la hierba
Que susurraba con el viento y lloraba,
Diciendo que deberías dejar pasar los gélidos mares,
Buscando tus pétalos que todavía dormían.

Y yo olvidé la espuma inmóvil y la arena,
Indolente con el brillo de las horas
Entre los árboles mudos. Y, mano sobre mano,
Extrañamente, entre las flores cantamos.




Diablo encarnado.


Diablo encarnado en una serpiente balbuceante,
Las planicies centrales de Asia fueron tu jardín,
En tiempo corpóreo el círculo fue despertado,
Tocando la hirsuta manzana en las formas del pecado,
Y Dios caminando por allí, como un guardián con su lira,
Tocaba su perdón desde las colinas del cielo.

Cuándo éramos extraños por los guiados mares,
Una media luna artesanal, santa, colgada en las nubes,
Los sabios me dicen que aquel jardín de los dioses
Conjuraba el bien y el mal en un árbol oriental;
Que cuando la luna se alzaba en la brisa virginal
Era negro como la bestia y más pálido que la cruz.

En el jardín conocimos a nuestro guardián,
En las aguas sagradas que no se congelan en invierno,
Lo sentimos en las poderosas mañanas del destierro
Vimos el infierno en un cuerno de sulfuro, el mito eterno,
Todo el cielo en la medianoche del sol,
Y una serpiente con su música en las formas del tiempo.




Y la muerte no tendrá dominio.


Y la muerte no tendrá dominio.
Muerto es desnudo, todos serán uno
Con el hombre en el viento y la luna occidental;
Cuando sus huesos estén limpios
Y limpios sus huesos se hayan ido,
Tendrán estrellas en los codos y pies;
Aunque vayan locos serán cuerdos,
Aunque se hundan en el mar se elevarán,
Aunque se pierdan los amantes el amor no,
Y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Bajo las vanas corrientes del océano
Ellos yacen a lo largo sin morir en vano,
Torciéndose cuando los nervios acechan,
Atados a una rueda, ellos no se quebrarán;
La fe en sus manos nunca se romperá,
Y el unicornio correrá entre los males;
Separando todo jamás se desarmarán;
Y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Las gaviotas ya nunca clamarán en sus oídos,
Ni las olas romperán sonoras sobre la costa;
Cuando brote un capullo la flor no alzará
La cabeza a los golpes de la tormenta;
Aunque sean dementes y muertos como clavos,
Líderes de los martillados entre margaritas;
Descansando al sol hasta que el sol descanse,
Y la muerte no tendrá dominio.


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