viernes, 24 de mayo de 2024

Poemas. Emily Dickinson (1830-1886)

Sobreviví la noche.


De algún modo sobreviví la noche
y entré en el día.
Al salvado le basta su salvación
aunque no sepa el cómo.

Así tomo mi lugar entre los vivos,
como alguien me escoltase,
candidata al azar de la mañana
pero citada con los muertos.




Sentí un funeral en mi cerebro.


Sentí un funeral en mi cerebro,
los deudos iban y venían
arrastrándose -arrastrándose- hasta que pareció
que el sentido se quebraba definitivamente

-y cuando todos estuvieron sentados,
una liturgia, como un tambor-
comenzó a temblar -a batir- hasta que pensé
que mi mente enmudecía,

y luego los oí levantar el cajón
y crujió a través de mi alma
con los mismos zapatos de plomo, de nuevo,
el espacio- comenzó a repicar,

como si todos los cielos fueran campanas
y existir, sólo una oreja,
y yo, y el silencio, alguna raza extraña,
náufraga, solitaria, aquí

-y luego un vacío en la razón, se quebró,
caí, y caí-
y di con un mundo, en cada zambullida,
y terminé sabiendo -entonces -.




Presentimiento.


Presentimiento es esa larga sombra sobre el césped
que indica el hundimiento del sol;
la noticia corre por la hierba temerosa:
la oscuridad está a punto de pasar.




Podría estar más sola.


Podría estar más sola sin mi Soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir en la oscuridad
y llenar los vacíos del pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,
no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,
sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.




No era la muerte.


No era la Muerte, pues yo estaba de pie
Y todos los muertos están acostados,
No era de noche, pues todas las campanas
se agitaban bajo el sol del mediodía.

No había helada, pues en mi piel
Sentí cálidos vientos reptar,
Ni había fuego, pues mis pies de mármol
Podían helar un santuario.

Y, sin embargo, se parecían a todas
Las figuras que yo había visto,
Ordenadas para un entierro
Que rememoraba como el mío.

Como si mi vida fuera recortada
Y calzada en un marco,
Y no pudiera respirar sin una llave
Y era como si fuera medianoche.

Cuando todo lo que late se detiene
Y el espacio mira a su alrededor,
La espeluznante helada, primer otoño que llora,
Repele la apaleada tierra.

Pero todo como el caos,
Interminable, insolente,
Sin esperanza, sin mástil
Ni siquiera un informe de la tierra
Para justificar la desesperación.




Morí por la belleza.


Morí por la Belleza, pero apenas
mi cuarto se transformó en Tumba,
uno que murió por la Verdad yacía
en un cuarto contiguo,
Me interrogó en voz baja por qué morí.
-Por la Belleza -repliqué-
-Y yo -por la Verdad, las dos son una,
somos Hermanos -dijo-
Y así, como Parientes reunidos en la Noche,
Hablamos de un cuarto a otro,
hasta que el Musgo alcanzó nuestros labios,
y cubrió con olvido nuestros nombres.




El secreto.


¿Qué confiesa el viento a los árboles?
¿Qué declara la marea contra el río?
¿Qué significa el suspiro de la brisa que pasa?
¿Por qué la hierba se estremece?
¿No has oído el angustioso canto
De las flores que dicen adiós, adiós?

Escucha como la gris paloma gime su pena
Bajo la bóveda del bosque;
Escucha el balanceo de las hojas que caen,
Escucha el lamento del amante.
¿Es que no entiendes el mensaje
De la marea, la brisa y el ave?

Ven, ven hacia el banco del río,
Ven en la mañana desnuda;
Ven cuando la hierba se baña con el rocío
-Allí encontrarás una advertencia-
Una pista en el beso que flota
Sobre el secreto que las aves y las brisas soportan.




El misterio del dolor.


Hay un elemento blanco en el Dolor;
Yo no puedo recordar
Cuando hubo de comenzar,
Si fue durante el día
Cuando en realidad no.

No tiene futuro sino el propio,
Sus reinos infinitos
contienen el pasado,
Percibiendo, iluminado,
Un nuevo período de dolor.




Detrás de mí.


Detrás de mí, profunda eternidad.
Frente a mí, inmortalidad.
Yo misma, la frontera entre ambos.
La Muerte fluye en el Gris Oriental,
disolviéndose en el alba distante,
antes de que el Oeste comience.

Estos Reinos, después de todo, dijeron ellos;
en perfecta, incesante monarquía,
cuyo príncipe es hijo de nadie,
Él mismo, dinastía inmemorial,
Él mismo, él mismo diversificado
en un celestial duplicado.

Este Milagro ante mí,
Este Milagro detrás de mí,
siempre creciendo hacia el mar,
con la medianoche en mi norte,
con la medianoche en mi sur,
y la Tempestad en los cielos.




De todas las almas creadas.


De todas las almas creadas
supe elegir la mía.
Cuando huya el espíritu
y se apague la vida,
y sean el Hoy y Ayer
como fuego y ceniza,
y cierre de la carne
la tragedia mezquina,
y hacia la Altura vuelvan
todos la frente altiva,
y se rasgue la bruma...
yo diré: Ved la chispa
y el luminoso átomo
que preferí a la arcilla.




A salvo en sus cámaras de alabastro.


A salvo en sus Cámaras de Alabastro,
Insensibles al amanecer y al mediodía,
Duermen los mansos miembros de la Resurrección,
Vigas de raso, y techos de piedra.

La luz se ríe de la brisa en su castillo,
Sobre ellos susurra la abeja en un oído imperturbable,
Trinan los dulces Pájaros en melodías ignoradas,
-Ah, ¡Cuánta sagacidad yace aquí muerta!

Solemnes pasan los años, crecientes,
Sobre ellos los mundos recogen sus arcos -y los firmamentos reman-
Se arrojan diademas y se rinden los sabuesos
Tácitos como puntos -sobre un Disco de nieve-.


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