1. Antología de Spoon River: La colina.
¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley,
el abúlico, el forzudo, el bufón, el borracho, el peleador?
Todos, todos están durmiendo en la colina.
Uno se fue por una fiebre,
uno se quemó en una mina,
uno fue muerto en una pendencia,
uno murió en la cárcel,
uno se cayó del puente donde trabajaba para sus hijos
y su mujer;
todos, todos están durmiendo en la colina...
2. Antología de Spoon River: Hod Putt.
Yazgo aquí, junto a la tumba
del viejo Bill Piersol,
que se enriqueció traficando con los indios, y que
tiempo después aprovechó la ley de quiebras
y salió de eso más rico que antes.
Cansado de fatigas y de miseria
viendo como el viejo Bill y otros se hacían cada vez más opulentos,
una noche asalté a un viajero cerca de Proctor,
y sin querer lo maté,
por lo que fui procesado y ahorcado.
Esa fue mi manera de presentarme en bancarrota.
Ahora que nosotros, cada uno a su modo, hemos
aprovechado la ley de quiebras,
dormimos pacíficamente hombro a hombro.
8. Antología de Spoon River: Amanda Barker.
Henry me embarazó
sabiendo que no podía dar a luz
sin perder la vida.
Así fue que en mi juventud
pasé por los portales de polvo.
Viajero: en el pueblo donde viví se cree
que Henry me amó con amor de esposo,
mas proclamo desde el polvo
que por satisfacer su odio me mató.
10. Antología de Spoon River: Chase Henry.
En mi vida fui el borracho del pueblo;
cuando morí el cura me negó el entierro
en suelo consagrado.
Eso me trajo buena fortuna.
Porque los protestantes compraron este lote
y sepultaron mi cuerpo aquí,
junto a la tumba del banquero Nicholas
y de su esposa Priscilla.
Tomad nota, almas discretas y piadosas,
de las contracorrientes de la vida
que confieren honor a muertos que vivieron en el
oprobio.
12. Antología de Spoon River: El juez Somers.
¿Cómo ocurrió, decidme,
que yo, el más erudito de los abogados,
que conocía a Blackstone y a Coke
casi de memoria, que pronuncié el más notable discurso
que el tribunal hubiera oído nunca y escribí
un alegato merecedor del elogio del juez Breese?,
¿cómo ocurrió, decidme,
que ahora yazgo aquí, olvidado, ignorado,
mientras Chase Henry, el borracho de la ciudad,
tiene un pedestal de mármol, rematado por una urna
en la cual la Naturaleza, por irónico capricho,
ha sembrado césped en flor?
40. Antología de Spoon River: Theodore, el poeta.
De niño te pasabas horas y horas
Sentado en la ribera del Spoon turbio.
Los ojos fijos en la entrada de la guarida,
Esperando que el cangrejo de río
Saliera y se arrastrara por la orilla arenosa.
Veías primero sus antenas trémulas,
Briznas de paja al viento.
Luego su cuerpo de color de greda,
Adornado por ojos negro-azabache.
Como en trance te preguntabas:
Qué sabe, qué desea, para qué vive el cangrejo.
Más tarde dirigiste la mirada
Hacia hombres y mujeres
Ocultos del destino en sus guaridas
De las grandes ciudades
Y esperaste que salieran sus almas
Para ver cómo
Y con qué objeto viven
Y para qué se arrastran con tanto afán
Por la orilla arenosa en la que falta el agua
Cuando termina el verano.
51. Antología de Spoon River: Lois Spears.
Yace aquí el cuerpo de Lois Spears,
nacida de Lois Fluke, hija de Willard Fluke,
esposa de Cyrus Spears,
madre de Myrtle y Virgil Spears,
niños de ojos claros y miembros sanos;
(yo nací ciega) .
Fui la más dichosa de las mujeres
como esposa, como madre y ama de casa,
ocupándome de los que amaba,
y haciendo de mi hogar
un sitio de orden y de generosa hospitalidad:
porque andaba por los cuartos
y por el jardín
con un instinto tan infalible como la vista,
como si tuviera los ojos en las puntas de los dedos;
Gloria a Dios en los cielos.
57. Antología de Spoon River: Diácono Taylor.
Pertenecía a la iglesia
y al partido prohibicionista,
y los lugareños creyeron que había muerto
por comer sandía.
En verdad tenía una cirrosis hepática,
porque cada mediodía durante treinta años
me deslizaba detrás de la mampara de las recetas
de la botica de Trainor
y me servía un generoso trago
de la botella rotulada
"Sipiritus frumentis".
75. Antología de Spoon River: John Horace Burleson.
Gané el premio de ensayo en el colegio
aquí en el pueblo,
y publiqué una novela antes de los veinticinco años.
Fui a la ciudad en busca de temas y para enriquecer mi arte;
allá me casé con la hija de un banquero,
y más tarde llegué a ser presidente del banco;
esperando siempre estar desocupado
para escribir una novela épica sobre la guerra.
Entretanto era amigo de los grandes, y amante de las letras,
y huésped de Matthew Arnold y de Emerson.
Un orador de sobremesa, escritor de ensayos
para los círculos locales. Al final me trajeron aquí
—el hogar de mi infancia, sabéis—,
sin siquiera una pequeña lápida en Chicago
para mantener vivo mi nombre.
Oh la grandeza de escribir este solo verso:
"¡Agítate, profundo y tenebroso Océano azul, agítate!"
82. Antología de Spoon River: John M. Church.
Fui abogado de la “Q”
y de la compañía que aseguró
a los dueños de la mina.
Soborné a juez, jurado
y cortes superiores
para burlar al tullido,
la viuda y el huérfano;
así gané mi fortuna
y en el Colegio de Abogados
me colmaron de elogios elocuentes.
Los tributos florales fueron muchos
pero las ratas devoraron mi corazón
¡y una serpiente anidó en mi calavera!
108. Antología de Spoon River: Robert Davison.
Crecí espiritualmente nutriéndome del alma de la gente.
Si veía un alma fuerte
la hería en su orgullo y devoraba su fuerza.
Los refugios de la amistad conocían mi astucia,
porque cuando podía robar a un amigo lo hacía.
Y toda vez que lograba ensanchar mi poder
socavando una ambición, lo hacía,
así calmaba la propia.
Y triunfar sobre las otras almas,
sólo para afirmar y demostrar mi fuerza superior
era para mí un placer,
el agudo regocijo de la gimnasia del alma.
Devorando almas hubiera podido vivir eternamente.
Pero sus indigestas sobras me provocaron una nefritis mortal,
con terrores, desasosiegos, depresiones,
odio, suspicacia, visiones perturbadoras.
Al fin me desplomé con un alarido.
Recordad a la bellota;
no devora a las otras bellotas.
109. Antología de Spoon River: Elsa Wertman.
Yo era una campesina que emigró de Alemania,
Robusta, alegre, sonrosada, de ojos azules.
Fui sirvienta en la casa de Thomas Greene.
Un día de verano, cuando no estaba su mujer,
Greene entró en la cocina, me abrazó
Y me besó en el cuello.
Intenté rechazarlo
Pero después ninguno de los dos
Pareció darse cuenta de lo que hacía.
Y lloré por lo que iba a ser de mí
Y continué llorando
Al ver que mi secreto era notorio.
La señora Greene me dijo que estaba al tanto
Pero no haría nada en mi contra.
Mujer estéril,
Se hallaba bien dispuesta a la adopción.
(Su esposo le obsequió una granja para aquietarla.)
Se recluyó en su cuarto
Y difundió rumores de embarazo
Y todo salió bien y nació el niño.
Conmigo se portaron muy amables.
Más tarde me casé con Gus Werthman
Y pasaron los años.
Pero en los mítines políticos,
Cuando aquellos sentados junto a mí
Pensaban que la elocuencia de Hamilton Greene
Me hacía derramar lágrimas,
Erraban por completo:
¡No! Yo quería gritarles:
¡Es mi hijo, es mi hijo!
110. Antología de Spoon River: Hamilton Greene.
Fui hijo único
De Frances Harris, de Virginia,
Y Thomas Greene, de Kentucky,
Ambos de honrado e impecable linaje.
A ellos les debo cuanto llegué a ser:
Juez, representante en el Congreso, líder político.
De mi madre heredé la vivacidad,
El talento, el don de la palabra;
De mi padre, la voluntad, la lógica, el buen juicio.
Reciban ellos todos los honores
Por los servicios que presté en mi pueblo.
135. Antología de Spoon River: Roscoe Purkapile.
Ella me amaba. ¡Oh, cómo me amaba!
No logré nunca esquivarla
desde el día en que me vio por vez primera.
Pero después, cuando nos casamos, pensé
que podría demostrar su mortalidad y dejarme libre,
o que podría divorciarse de mí.
Pero pocas mueren, ninguna renuncia.
Entonces me escapé y anduve un año de parranda.
Sin embargo nunca se lamentó. Decía que todo saldría
bien, que yo volvería. Y volví.
Le dije que mientras remaba en un bote
había sido capturado cerca de la calle Van Buren
por piratas del lago Michigan,
y atado con cadenas, así que no pude escribirle.
¡Ella lloró y me besó, y dijo que eso era cruel,
ultrajante, inhumano!
Comprendí entonces que nuestro matrimonio
era un designio divino
y no podría ser disuelto
sino por la muerte.
Tuve razón.
136. Antología de Spoon River: Mrs. Purkapile.
Huyó y se fue por un año.
Cuando volvió me contó la historia tonta
de su rapto por piratas en Lago Michigan
que lo tuvieron encadenado, de modo que no pudo escribirme.
Fingí creerlo, aunque sabía muy bien
lo que había estado haciendo, y que de tanto en tanto
veía a la modista, Mrs. Williams, cuando ella iba a la ciudad
a comprar mercaderías, según declaraba.
Pero una promesa es una promesa
y el matrimonio es el matrimonio,
y dejando de lado mi propio carácter,
me negué a ser arrastrada al divorcio
por el ardid de un marido que simplemente se cansó
de su deber conyugal y de su voto.
149. Antología de Spoon River: Searcy Foote.
Quería ir a la universidad, lejos de aquí.
Pero mi tia, Persis, la rica, no me quiso ayudar.
Entonces fui jardinero, y rastrillé los céspedes
y con lo que gane compré unos libros de John Alden
y luché por la supervivencia.
Querîa casarme con Delia Prickett,
pero ¿cómo con lo que yo ganaba?
Y ahí estaba mi tía, Persis, septuagenaria,
instalada en su silla de ruedas, medio muerta,
su garganta tan paralizada que cuando comía
se le escurría la sopa como a un pato…
Y todavía no satisfecha, invertía sus ingresos
en hipotecas, nerviosa en todo momento
por sus acciones, rentas y papeles.
Ese día le estaba cortando leña
y leyendo a Proudhon en mis descansos.
Fui a la casa por un poco de agua,
y allí estaba, dormida en su sillón,
y Proudhon sobre la mesa,
y un frasco de cloroformo sobre el libro,
¡lo usaba a veces para dolor de muelas!
Vertí el cloroformo en un pañuelo
y se lo apliqué a la nariz hasta que murió…
Oh Delia, Delia, tú y Proudhon
firme mantuvieron mi mano, y el forense
dijo que fue su corazón.
Me casé con Delia y me dieron el dinero…
¿Verdad que te burlé, Spoon River?
181. Antología de Spoon River: Tom Merritt.
Al principio empecé a sospechar...
estaba tan calmada, casi ausente.
Y un día escuché al fondo de la casa un portazo
cuando entré por la puerta principal. Lo vi deslizarse
detrás de la ahumadora hacia el lugar
para alcanzar el campo abierto.
Quería matarlo a primera vista,
pero ese día, mientras caminaba cerca del puente,
sin siquiera un palo o una piedra a la mano,
lo vi de repente, parado ahí,
asustado por la muerte, agarrando sus conejos
y no pude decir más que “No, No, No”,
mientras el apuntaba y disparaba a mi corazón.
211. Antología de Spoon River: Columbus Cheney.
¡Este sauce llorón!
¿Por qué no plantáis unos cuantos
para los millones de niños que aún no han nacido,
y no sólo para nosotros?
¿Son acaso inexistentes o células dormidas sin mente?
¿O vienen a la tierra borrando con su nacimiento
el recuerdo de su vida anterior?
¡Responded! El campo de las intuiciones inexploradas es vuestro,
pero, en cualquier caso, ¿por qué no plantar sauces para ellos,
y no sólo para nosotros?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario