Cuando fui un pájaro.
Me trepé al árbol de karaka
y llegué hasta un nido hecho todo de hojas
pero suaves como plumas.
Inventé una canción que siguió cantándose sola
y sin palabras, aunque se volvía triste al final.
Había margaritas en el pasto bajo el árbol.
Les dije, para ponerlas a prueba:
"Les sacaré las cabezas de un mordisco para darles
de comer a mis hijitos".
Pero no creyeron que yo fuera un pájaro;
y siguieron bien abiertas.
El cielo parecía un nido azul con plumas blancas
y el sol era la madre pájaro que lo mantenía tibio.
Eso decía mi canción: aun sin palabras.
Mi Hermanito llegó por el campo empujando su carretilla.
Convertí mi vestido en alas y me quedé muy quieta.
Y cuando estuvo cerca dije: "Pío, pío!"
por un momento pareció sorprendido;
luego dijo: "Bah, no sos un pájaro; se te ven
las piernas".
Pero las margaritas realmente no importaban,
Y mi Hermanito realmente no importaba;
Yo me sentía igual a un pájaro.
Para L.H.B.
Anoche, por primera vez desde tu muerte
caminamos juntos, hermano mío, en mi sueño.
Estábamos otra vez en casa, junto al arroyo
bordeado de grandes arbustos de bayas blancas y rojas.
"No las toques: son venenosas", te decía.
Pero tu mano lo intentó, y vi un destello
de una risa extraña, luminosa que te sobrevolaba
Y cuando te inclinaste vi las bayas centellear.
"¿No recuerdas? ¡Las llamábamos Pan de Muerto!"
Me desperté y se oía el quejido del viento y el rugido
de las olas oscuras despeñándose allá en la costa.
¿Dónde- dónde está el sendero del sueño para mis pasos ansiosos?
Junto al arroyo evocado está mi hermano
me espera con bayas en las manos... "
Son mi cuerpo. Hermana, tómalas y come".
El golfo.
Un golfo de silencio nos separa
Me detengo a un lado del golfo -tu al otro
No puedo verte ni oírte -pero sé que estás allí-
Suelo llamarte por tu apodo infantil
Y simulo que el eco de mi llanto es tu voz
Cómo podríamos unir el golfo -nunca a través de la palabra o el tacto.
Alguna vez creí que podríamos llenarlo con nuestras lágrimas
Ahora deseo romperlo con nuestras risas.
¿Por qué el Amor es ciego?
El pequeño Cupido, cansado de los días de invierno
Lloraba lamentándose por el cielo triste
Hasta que, ¡niño tonto! Lloró todos sus ojos;
Y crecieron las violetas
Temprana primavera.
Los campos ya no están nevados
Hay pequeños lagos azules y banderas de un verde mullido.
La nieve ha sido atrapada en el cielo
Tantas nubes blancas -y el azul del cielo es frío.
El sol pasea ahora por el bosque
Toca las ramas y los tallos con su dedo dorado
y tiemblan, y despiertan de su sueño.
Sobre las ramas áridas sacude sus rizos amarillos.
Aún está el bosque cubierto del sonido de las lágrimas...
Y el viento baila sobre los campos
Claro y penetrante el sonido de su risa al caminar,
Aún se estremecen los pequeños lagos azules
Y las banderas de verde mullido vibran y flamean.
El encuentro.
Empezamos a hablar
Nos miramos; dejamos de mirarnos
Las lágrimas subían a mis ojos
Pero no podía llorar
Deseaba tomar tu mano
Pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días que faltaban
Para nuestro próximo encuentro
Pero las dos sentíamos en el corazón
Que nos separábamos para siempre.
El tictac del relojito llenaba la habitación en calma
Escucha, dije, es tan fuerte
Como el galope de un caballo en un camino solitario
Así de fuerte - un caballo galopando en la noche.
Me hiciste callar en tus brazos
Pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones.
Dijiste `No puedo irme: todo lo que vive de mí
Está aquí para siempre'.
Después te fuiste.
El mundo cambió. El ruido del reloj se hizo más débil
Se fue perdiendo –se tornó minúsculo-
Susurré en la oscuridad: “Moriré si se detiene”.
Te de manzanilla.
Afuera el cielo está encendido de estrellas
Un hueco bramido llega del mar¡
Y qué pena las pequeñas flores del almendro!
El viento estremece el almendro.
Nunca imaginé un año atrás
En aquella horrible casucha en la ladera
Que Bogey y yo estaríamos sentados así
Tomando una taza de té de manzanilla.
Leves como plumas vuelan las brujas
El cuerno de la luna es fácil de ver
Sobre una luciérnaga debajo de un junquillo
Un duende tuesta una abeja.
Podríamos tener cinco o cincuenta años
¡Estamos tan cómodos, juiciosos, cercanos!
Bajo la mesa de la cocina
La rodilla de Jack oprime la mía.
Pero los postigos están cerrados el fuego está bajo
Gotea la canilla con suavidad
Las sombras de la olla en la pared
Son negras y redondas y fáciles de ver.
Malade.
El hombre del cuarto vecino
tiene el mismo mal que yo
Cuando me despierto a la noche lo oigo darse vuelta
Y después tose
Y toso yo
Y después de un silencio yo toso. Y él vuelve a toser
Esto sigue mucho tiempo.
Hasta que siento que somos como dos gallos
llamándose en un falso amanecer
Desde granjas distantes y escondidas.
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