Círculo.
Él dibujó un círculo y me encerró
un renegado, un hereje, algo para desobedecer
Pero el amor y yo somos perspicaces para ganar;
dibujamos un círculo que lo encerró dentro.
Epitafio.
Aquí yacen las cenizas de Edwin Markham
pero, Gloria a Dios, él no está aquí, está muy lejos
cumpliendo grandes tareas bajo los poderosos cielos
y apurándose para llegar a una estrella melodiosa.
El hombre de la azada.
Agobiado por el peso de los siglos,
se apoya en la azada y mira el suelo,
el vacío insondable en los ojos,
y en el hombro la carga del mundo.
¿Quién le privó de gozo y desaliento
y le hizo inmune al pesar y la esperanza,
un ser que, como el buey, es flema y pasmo?
¿Quién dejó así abierta la brutal boca?
¿De quién fue la mano que sesgó su frente?
¿De quién el soplo que extinguió sus luces?
¿Es éste el ser a quien el Señor hizo y otorgó
el dominio de tierras y mares,
seguir los astros, buscar el poder de los cielos,
sentir pasión por lo Eterno?
¿Es éste el sueño de quien formó los soles
y en el vacío atemporal trazó sus rutas?
Ni en la última sima de todas las grutas del averno
hay forma humana más terrible que ésta,
más clamante contra la ciega codicia del mundo,
más llena de negros augurios para el alma,
más cargada de peligro para el universo.
¡Qué abismos le separan de los serafines!
Esclavo de la brega cotidiana,
¿qué es Platón para él, y el vaivén de las Pléyades?
¿Qué las inmensidades de las cimas sonoras,
la rendija del alba, el arrebol de la rosa?
A través de esta forma espantosa mira un padecer de siglos;
la tragedia del tiempo habita en su doliente encorvadura;
a través de esta forma espantosa, la humanidad
engañada, expoliada, profanada y desheredada
grita su protesta a las Potencias que hicieron el mundo,
una protesta que es también profecía.
Oh, dueños y señores, dirigentes del orbe,
¿es ésta la obra que dais a Dios,
este monstruoso ser deforme con el alma a oscuras?
¿Cómo conseguiréis enderezar su forma,
bañarlo nuevamente de inmortalidad,
devolverle la mirada alta, la luz,
reponer en él la música y el sueño,
corregir las inmemoriales infamias,
las pérfidas ofensas, los incurables males?
Oh, dueños y señores, dirigentes del orbe,
¿cómo tratará el futuro con este Hombre?
¿Cómo responderá a su brutal pregunta cuando
el torbellino de la rebelión sacuda la tierra?
¿Qué será entonces de reinos y reyes,
de quienes lo moldearon en el ser que es,
cuando este mudo Terror se alce para juzgar al mundo,
tras el silencio de los siglos?
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