Era un mundo verde.
Verdes pensamientos
ondulaban callados
en el campo de su mente.
Olor de vaca, olor de leche,
subterránea expansión
de raíces tiernas.
Oyó el trueno.
El cielo se desplomó sobre su espalda.
La colina se tragó el sol.
El mundo se apagó
como cerilla al viento.
Bajo la piel del vientre
daba patadas la camada viva.
Tenía abiertos los ojos,
la sucia baba de la muerte destruyendo
el goce, el resplandor.
Perdóname, muchacha.
No tenía cuchillo
para liberar a tus hijos.
Perdóname.
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