miércoles, 3 de septiembre de 2025

Poemas. Edward Thomas (1878-1917)

Lluvia. 


Lluvia. Medianoche, lluvia. Nada más que la salvaje lluvia
En ésta choza desierta y solitaria y yo
Recordando otra vez que moriré.
Y ni escuchar la lluvia o agradecerle
Por lavarme y limpiarme desde
Que nací en el interior de esta soledad.
Bendecidos son los muertos por lluvia y lluvias
Pero aquí yo rezo por alguien a quien una vez amé
Y que estará muriendo ésta noche o yaciendo despierto;
Solitario, escuchando la lluvia.
Apenado o de otro modo compasivo.
Desvalido en medio de vivos y muertos.
Como agua fría entre los quebrados juncos.
Miríadas de juncos rotos, todos inmóviles y tiesos
Como yo que no he sido amado por esta lluvia salvaje
Que no disuelve excepto el amor de la muerte.
Si el amor es dirigirse hacia lo que es perfecto y lo que no,
La puesta a prueba me habla de la desilusión.





El árbol de cerezas.


El árbol de cereza se dobla encima y está derramándose
En el viejo camino donde todos aquellos que lo pasaron han muerto.
Sus pétalos se esparcían en el césped como para un casamiento
Esta temprana mañana de Mayo, cuando ahí nadie se casaba.


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