Cuando caído en desgracia ante la fortuna
y ante los ojos de los hombres lloro mi condición de proscripto,
y perturbo los indiferentes cielos con mis lamentos;
cuando me contemplo a mí mismo,
y maldigo mi destino,
deseando parecerme a otras personas
más afortunadas en esperanzas;
ser tan hermoso como ellas,
y como ellas disfrutar de muchos amigos;
cuando envidio el arte de aquél,
y el poder de este otro,
descontento de lo que más placer me da;
y cuando en el fondo del pensamiento ya casi me desprecio,
de pronto,
pienso al azar en tí, y toda mi alma,
como la alondra que asciende al surgir del día,
se eleva desde la sombría tierra
y canta ante las puertas del cielo.
Porque el recuerdo de tu dulce amor me llena de riquezas,
y en esos momentos,
no cambiaría mi destino por el de un rey.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario