El mar está en calma esta noche.
La marea está alta, y la luna descansa hermosa
Sobre los estrechos – en la costa Francesa la luz
Resplandece y se ha ido; los acantilados de Inglaterra se yerguen,
Con luz tenue y vastos, allá en la tranquila bahía.
Ven a la ventana, ¡el aire de la noche es dulce!
En quietud, desde la larga línea de espuma
Donde el mar se encuentra con la tierra palidecida por la luna,
¡Escucha! Puedes oír el rugir chirriante
de las piedrecillas que las olas mueven hacia delante y hacia atrás, arrojándolas,
a su regreso allá en el ramal de arriba,
Comienza y cesa, y luego comienza otra vez,
Con trémula cadencia disminuye, y trae
La eterna nota de la tristeza.
Sófocles, hace mucho tiempo
Lo escuchó en el Egeo, y trajo
A su mente el turbo flujo y reflujo
De la miseria humana, nosotros
También encontramos un pensamiento en el sonido,
Escuchándolo cerca de este distante mar del norte.
El Mar de la Fe
También era uno, en su plenitud, y bordeaba las orillas de la tierra,
yacía como los pliegues de una brillante diadema recogida.
Pero ahora solamente escucho
su rugir lleno de melancolía, largo y en retirada,
alejándose, hacia el sereno
de la noche nocturna, hacia los vastos bordes monótonos,
y al aire libre hace guijarros al mundo.
Oh, mi amor, ¡seamos fieles
el uno al otro! Pues el mundo, que parece
que parece yacer ante nosotros como una tierra de sueños,
tan variado, tan bello, tan nuevo,
no tiene realmente ni gozo, ni amor, ni luz,
ni certeza, ni paz, ni alivio para el dolor;
Y estamos aquí como en una llanura sombría
envueltos en alarmas confusas de batallas y fugas,
donde los ejércitos ignorantes se enfrentan por la noche
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