miércoles, 3 de julio de 2024

Poemas. Pamela Alexander.

Historia dentro del asilo. 


Vení para el té,
chickadee en el siempre verde; claro té verde
Cuan Largo. Oolargo
Música en el porche.
Foxtrots en el césped. Los vástagos de la menta
son abundantes como los pasos. Vení.
Confortable. Un paño blanco.
Té con crema, té azucarado, redondo. Escarpado
Escarpado té y luz marrón luz
Tempranas acuarelas grises, esmaltadas
urnas de arcilla.
Las azaleas son amorosas.¿Porqué
ser una? Las personas hacen esto, ponen colores ¿Por qué estar
bebiendo un té de jazmín?
Además de los amargos dulces arbustos
las personas continúan hablando y bebiendo
Vigile a la más fácil.
Alguna fácil está en casa, su casa es
en cualquier lugar una letra mayúscula hecha
del aire alrededor de él. Una inicial
que es el resto.
La casa de aire vibrante en el sol: sus voces
Abiertas, un pájaro sin medida
Las cosas continúan pasando.
Los dos formamos un sistema: tierra y agua
Una costa es una certeza, se mueve un poco pero permanece.
Te veo, parece decir, abierta
Como ése aire que nos sostiene a los dos. Algo de agua
es hielo; las personas también: se vuelven duras y frías
Toda cosa lo hace. Los rompecabezas transparentes
son difíciles de ensamblar, la mente es
un sujeto delicado dice él.
Sus palabras caen como guijarros, una cantidad de letras
que puso juntas y lanzó lejos.
Las cosas se van lejos, ninguna puede mantener
un río alrededor.
Lo último de la menta luz alumbró desde
las lámparas del gran olmo.
Lo último del lustroso hielo; amarillo té; el ultimo
gusto tomado en ése ángulo
donde los pájaros frenan.
El va. Viene nuevamente. Veo
una clave de sol romperse
en el vacío cristal que aterriza





Aire. 


Nos sostiene juntos
suavemente.
Presiona desde fuera, contra el tímpano.
Presiona. Se encrespa
en las palmas de nuestras manos
pero nada sostiene
para sí. La media camina encima
de la silla, la blusa
en el piso. Cuando la tocamos,
se mueve hacia el costado—un modesto médium
desplaza estas sólidas cosas
Los chicos corren a través de la calle
golpeándose, dejando
la forma de una herida en cada posición
que planea por un instante
detrás de ellos.
Realiza una ronda
de cosas hiladas pero se ajustará en un espacio rectangular como
el de un cuarto.
Es la única compañía
para el viejo que ha estado todo el día en su largo
calzoncillo.
Él vino hasta el porche al mediodía
para ponerse más.
Las personas identificadas con el objeto que las rodea.
Ellas lo llaman “Atmósfera”
Lo que las personas ven
es a si mismas: ellas aprueban o no,
ellas dejan por buena o ellas regresan.
El aire es inocente ante estos juicios, no tiene
personalidad que proteger.
Tiene
un hábito simple:
llena cualquier cosa.
Ocupa enteramente los hoteles
en temporada baja
Dibuja el vacío como lo hace
una pregunta ante la respuesta. Solo una persona
puede adivinarlo: la vacante interior
encerrada tras las miradas.
Permanecen todas fluyendo alrededor
de las paredes y del cuchillo.
Podemos cambiarlas muy poco,
tanto como a nosotras mismas u
a otra persona.





Retrato con bestias y ómnibus. 


La parafernalia requiere
traer de vuelta al fotógrafo de la centuria
que pudo haber sido el más considerable
pero demasiado común
ya que nadie le prestaría mucha atención
a los chismes en la playa
--la mayoría de las figuras secundarias se muestran
como partes posteriores de sombreros o espaldas.
El asno, por supuesto, es desinteresado, media cabeza fuera de foco.
Es el estilo de su especie
estar tranquilo
con Mesías o máquinas, independientemente
de su recepción por otro género.
En las dos dimensiones
del blanco y marrón de la foto
que ha sido impresa torcida en una postal,
la mujer parece usar
como sombrero el edificio de atrás de ella: dos largas
ventanas arqueadas y cúpulas;
un louvered de la estación de tranvías
encuadrando su cabeza
igual que lo hace una pagoda al sentarse un santo.
Bajo el rebosar
una franja
adornada con borlas que tiene la larga pollera
de la distante mujer al ir a encontrar el
siguiente automóvil en la curva de la acera.
Con las piernas desnudas pendiendo
alrededor del barril del asno,
dos chicos miran fijamente la montañosa
orden de la cámara; sus historias es una pausa
sosteniéndoles la respiración.
Una mano en un hombro de cada chico
como paréntesis o blancas
mitades de una oración, ella esta de pie
detrás de los durables bestia y pasajero
apuntando a éste en dirección
a su inescrutable futuro
aunque un rato después las personas se apresuren en la calle
para alcanzarlos
y la centuria de vuelta en la esquina
de su propia invención.


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