Llegada al Waldorf.
De Guatemala a casa, otra vez en el Waldorf.
Llegada a la tierra salvaje del alma,
agotadas todas las aproximaciones, estar enteramente allí
donde el poema salvaje es sustituto
de la mujer que amamos o deberíamos amar,
rapsodia salvaje sucedánea de otra.
Tocas el hotel como tocas la luz de la luna
a la del sol y canturreas y la orquesta
canturrea y tú dices « El mundo en un verso,
generación sellada, hombres remotos, más que las montañas,
mujeres invisibles en la música y en el movimiento y en el color,
tras esa ajena, a bocajarro, verde y real Guatemala.
Les plus belles pages.
Vino el lechero a la luz de la luna y la luz de la luna
fue menos que luz de luna.
Nada por sí mismo existe.
Sí la luz de la luna, al parecer.
Sí la luz de la luna, al parecer.
Dos personas, tres caballos, un buey
y el sol, las olas juntas en el mar.
Sí la luz de la luna y Tomás de Aquino, al parecer.
Él hablaba y hablaba, de Dios.
Yo troqué la palabra en hombre.
El autómata, contenido en sí mismo por la lógica,
por sí mismo existía.
¿O acaso el santo sobrevivió?
¿Acaso varios espíritus adoptaron una forma única?
La teología después del desayuno se pega a los ojos.
Dominio del negro.
De noche, junto al fuego,
Los colores de los arbustos
Y de las hojas caídas
Repitiéndose,
Giran en la habitación,
Como las hojas mismas
Girando en el viento.
Si: pero el color de los pesados abetos
Vino a grandes pasos.
Y recordé el llanto de los pavos reales.
Los colores de sus colas
Eran como las hojas mismas
Girando en el viento,
En el viento del crepúsculo.
Pasaron sobre la habitación,
Cuando volaban de la rama de los abetos
Hacia la tierra.
Oí gritar a los pavos reales.
¿Era un grito contra el crepúsculo?
O contra las hojas mismas
Girando en el viento,
Girando como las llamas
Giraban en el en fuego,
Girando como las colas de los pavos reales
Giraban en inmenso fuego,
Recio como los abetos
¿Lleno del llanto de los pavos reales?
¿O fue éste un grito contra los abetos?
La poesía es una fuerza destructiva.
Esto es la pobreza:
nada tener en lo hondo.
Es o tener o nada.
Es cosa que tener,
león, buey en el pecho,
para sentirlo allí acezante.
Corazón, perro fornido,
buey joven, oso patizambo,
prueba su sangre, no saliva.
Es como un hombre
dentro del cuerpo de una fiera
cuyos músculos le pertenecen...
Duerme el león al sol.
Con el hocico entre las zarpas.
Puede matar a un hombre.
Teoría.
Soy lo que me rodea.
Las mujeres comprenden esto
Nadie es duquesa
a cien yardas de un carruaje.
Estos, entonces son retratos:
un vestíbulo negro;
un alto lecho protegido por cortinados.
Estos son tan sólo ejemplos.
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