miércoles, 10 de julio de 2024

Poemas. Gilbert Keith Chesterton (1874-1936)

A Hillaire Belloc. 


Dios hizo las estrellas especialmente
Para cada diminuto pueblo o lugar;
Extasiados, los bebés las miran
Y las ven enredadas en un árbol;
Desde los Downs de Sussex, una Luna viste,
Una Luna de Sussex que no viaja todavía.
Yo vi una Luna citadina,
La farola más grande en Campden Hill.

Sí, en su casa el cielo está por doquier,
La gran bóveda azul que siempre se ajusta,
Y así sucede (no te inquietes; ya llegan a su meta,
Por fin, mis divagaciones),
Y lo mismo ocurre con todo lo heroico,
Que no se acabará con el fin del mundo
Y aunque se agiten las tétricas máquinas,
No te asustes demasiado, amigo mío.

Esto no acabó ante la urna de Nelson,
Donde se asienta una Inglaterra inmortal,
Ni cuando los altos jóvenes, uno a uno,
Bebieron la muerte, cual vino, en Austerlitz.
Tampoco cuando los pedantes nos pidieron una señal
De los fríos y mecánicos acontecimientos
Por venir; en la oscuridad, nuestras almas dijeron,
"Quizá, pero hay cosas más probables".

Es más probable que en estos prados lejanos,
En esos llanos libres y ondulados
Los tambores toquen un vals de guerra
Y la Muerte baile con la Libertad;
Es más probable que se levanten barricadas
Con la muerte por debajo y el humo por encima,
Y la muerte, el odio y el infierno declaren
Que los hombres han encontrado algo para amar.

Lejos de tus montañas soleadas
Vi el sueño, las calles que pisé
Las calles rectas y claras que se unen
Las calles estrelladas que apuntan a Dios.
La leyenda de una hora épica
Un niño que soñé y que sueño aún,
Bajo una gris e inmensa torre de agua
Que enciende las estrellas en Campden Hill.





El anticristo o el conciliábulo cristiano: una oda.


A Bill, quien ha azuzado la conciencia
de cada comunidad cristiana en Europa

F. E. Smith, en el Welsh Disestablishment Bill

Mientras se aferran a sus cruces,
F. E. Smith,
Donde se botan las veloces flotas bretonas,
¿Son ellos, Smith?
¿Acaso esperan las noticias de nuestra ciudad
Ayunando, temblando, sangrando?
Exclamando: "¡Esa es la Segunda Lectura!"
Musitando: "¡Todavía existe el Comité!"
Si vacila la voz de Cecil,
Si McKenna pone el dedo en la llaga,
¿Se estremecen en sus altares?
¿Hacen eso, Smith?

Los campesinos rusos rodean a su patriarca,
Se agrupan, Smith,
Escucho hablar de eso, creo,
¿No es así, Smith?
En el paisaje de las aldeas montañesas,
En los picos más allá del pálido Cáucaso,
Donde el Establishment nada significa
Y nunca han oído hablar de Gales,
Leyeron todos en Hansard
—con pesebre y todo—
"Diezmos galeses: respondió el Dr. Clifford".
¿Fue eso realidad Smith?

En las tierras donde había cristianos,
F. E. Smith,
Pequeñas tierras desnudas,
¡Smith, ah, Smith!
En donde están muy ocupadas las bandas turcas,
Y el conservador nombre Tory es bendecido

¡Y saludan a la Desvanecida Cruz
De los estandartes del Occidente!
Los hombres no pensarían que fuera medio difícil
Si el Islam prendiera fuego a su pariente y amigo,
Pues en Cardiff vive un cura
Por Smith patrocinado.

Yo también, en mayor medida, algo debería poseer.
¡Alívieme, Smith!
Si tan solo usted abandonara este tema,
¡Santo Smith!
Por causa legal o civil.
Usted porfía bien y consigue su tajada;
Deberá responder
A su Dios, a su sueño o a su diablo,
Pero no a mí.
Hable sobre asientos de iglesia y campanarios,
¡Y también del dinero constante y sonante
Que desde aquí vuela!
Pero las almas de los cristianos...
Eso ¡déjelo, Smith!





Una pequeña letanía.


Cuando Dios se salió de la eternidad y joven fue,
Antiguos días, creció un poco para su propia alegría
(Como bajo el horizonte es luminosa la tierra)
Y a través suyo me asomé, puerta de cielo —y vio la tierra.

Acallando por un momento sus brillantes cielos
Construyó cerca de él una casa de oro
Para en paredes imaginarias ver su acontecido mundo
Y a él regresar como quien dice un cuento.

Allí encontró su espejo; el único vidrio
Que no se rompería con tan insufrible luz
Hasta que en una esquina de la alta casa oscura
Dios se parecía a Dios, Cual fantasmas que en la noche se saludan.

La estrella de la mañana, esa estrella no caída
En ese extraño vuelco estrellado del espacio
Cuando tierra y cielo intercambiaron su lugares por una hora
Y el cielo parecía más de rostro humano.

Joven, sobre sus fuertes rodillas se levantó,
La sabiduría, cuya voz está en la calle, lloró
Más que el crepúsculo del biforme querubín
Que hizo de su trono un misericordioso asiento.

De tu pálido dobladillo del hábito, surgido de la escena,
Dios crece venturoso del reposo de todo el tiempo,
Tu alto cuerpo la torre de marfil toca
Y la rosa mística besa tu boca.





El burro.


Cuando los peces vuelan y los bosques caminan
Y los higos crecen de espinas
En algún momento, cuando la luna era sangre que vi
Seguramente entonces yo nací.

Con cabeza monstruosa y enfermo lamento
Y orejas como alas errantes,
Parodia del diablo andante,
Sobre cuatro patas, algo mendicante.

El andrajoso marginado de la tierra,
De antiguo y falso testamento;
Hambreado, azotado, denigrado: yo soy mudo,
Y mi secreto aún guardo.

¡Tontos! Yo también tenía mi hora;
Una hora dulce y feroz:
Un grito golpea mis orejas,
Y las palmas se tienden a mis pies.





La balada del caballo blanco. 


Levemente se cierran las puertas del cielo,
Y no guardamos nuestro oro,
Los hombres se desarraigan donde comienzan los mundos,
Leen el nombre del pecado anónimo;
Ganen o pierdan, A ningún hombre se le dice.

Los hombres de Oriente deletrear pueden las estrellas,
Y señalan las horas y los triunfos,
Pero los hombres suscribieron la cruz de Cristo Y
marchan alegremente a la oscuridad...

Cosas malas saben los sabios
que están escritas en el cielo
Reparan lámparas tristes, tañen melancólicas cuerdas,
Y escuchan pesadas alas púrpuras,
Donde los seráficos reyes olvidados
Aún planean la muerte de Dios...

Pero tú y toda la bondad de Cristo
Son ignorantes y arrojadas,
Y tienes guerras que apenas ganarás
Y almas que apenas salvarás.

No digo nada para tu consuelo,
Sí, nada para complacer tu deseo,
A menos que el cielo se oscurezca aún más,
Y el mar suba más alto.

La noche lo será tres veces sobre ti,
Y el cielo, hierro encapotado.
¿Acaso tienes alegría sin causa,
sí, fe sin esperanza?
(...)





Gloria in profundis. 


Ha caído sobre la tierra por una moneda
Un dios muy bueno para las estrellas.
El ha estallado fuera de todas las cosas y roto
Los limites de la eternidad:
Dentro del tiempo y la tierra terminal
El se ha estrellado como un ladrón o un amante
Por el vino del mundo se desborde,
Su esplendor esta dividido en la arena

¿Quien es orgulloso cuando los cielos están humildes?
¿Quién monta si las montañas se caen?
Si las firmes estrellas se vuelcan y caen?
Y un desborde de amor los ahogue a todos-
¿Quién levantara en alto su cabeza por una corona?
¿Quién sostendrá su voluntad por un mandato?
¿Quién luchara con el destellante torrente?
¿Cuando todo lo que es bueno se va para abajo?

Por preocuparse por semejante caída y fracaso
Los caídos ángeles sienten
Invertidos en insolencia, escalando
La colgante montaña del infierno:
Pero sin medir la caída y vara
Muy profundo para que sus sentidos puedan escudriñar
Apurando la caída del hombre
Es la cumbre de la caída de Dios

Gloria a Dios en lo Profundo
El chorro de las estrellas está fluyendo
Donde el rayo piensa ser lento
Y el relámpago teme llegar atrasado:
Como el hombre se zabulle por la sumergida gema
Persiguiendo, la cazamos y acosamos
La estrella caída lo ha encontrado
En la caverna de Belén.





Lepanto.


Blancos los surtidores en los patios del sol;
El Sultán de Estambul se ríe mientras juegan.
Como las fuentes es la risa de esa cara que todos temen,
Y agita la boscosa oscuridad, la oscuridad de su barba,
Y enarca la media luna sangrienta, la media luna de sus labios,
Porque al más íntimo de los mares del mundo lo sacuden sus barcos.
Han desafiado las repúblicas blancas por los cabos de Italia,
Han arrojado sobre el León del Mar el Adriático,
Y la agonía y la perdición abrieron los brazos del Papa,
Que pide espadas a los reyes cristianos para rodear la Cruz.
La fría Reina de Inglaterra se mira en el espejo;
La sombra de los Valois bosteza en la Misa;
De las irreales islas del ocaso retumban los cañones de España,
Y el Señor del Cuerno de Oro se está riendo en pleno sol.
Laten vagos tambores, amortiguados por las montañas,
Y sólo un príncipe sin corona, se ha movido en un trono sin nombre,
Y abandonando su dudoso trono e infamado sitial,
El último caballero de Europa toma las armas,
El último rezagado trovador que oyó el canto del pájaro,
Que otrora fue cantando hacia el sur, cuando el mundo entero era joven.
En ese vasto silencio, diminuto y sin miedo
Sube por la senda sinuosa el ruido de la Cruzada.
Mugen los fuertes gongs y los cañones retumban,
Don Juan de Austria se va a la guerra.
Forcejean tiesas banderas en las frías ráfagas de la noche,
Oscura púrpura en la sombra, oro viejo en la luz,
Carmesí de las antorchas en los atabales de cobre.
Las clarinadas, los clarines, los cañones y aquí está él.

Ríe Don Juan en la gallarda barba rizada.
Rechaza, estribando fuerte, todos los tronos del mundo,
Yergue la cabeza como bandera de los libres.
Luz de amor para España ¡hurrá!
Luz de muerte para África ¡hurrá!
Don Juan de Austria
Cabalga hacia el mar.

Mahoma está en su paraíso sobre la estrella de la tarde
(Don Juan de Austria va a la guerra.)
Mueve el enorme turbante en el regazo de la hurí inmortal,
Su turbante que tejieron los mares y los ponientes.
Sacude los jardines de pavos reales al despertar de la siesta,
Y camina entre los árboles y es más alto que los árboles,
Y a través de todo el jardín la voz es un trueno que llama
A Azrael el Negro y a Ariel y al vuelo de Ammon:
Genios y Gigantes,
Múltiples de alas y de ojos,
Cuya fuerte obediencia partió el cielo
Cuando Salomón era rey.
Desde las rojas nubes de la mañana, en rojo y en morado se precipitan,
Desde los templos donde cierran los ojos los desdeñosos dioses amarillos;
Ataviados de verde suben rugiendo de los infiernos verdes del mar
Donde hay cielos caídos, y colores malvados y seres sin ojos;
Sobre ellos se amontonan los moluscos y se encrespan los bosques grises del mar,
Salpicados de una espléndida enfermedad, la enfermedad de la perla;
Surgen en humaredas de zafiro por las azules grietas del suelo,-
Se agolpan y se maravillan y rinden culto a Mahoma.
Y él dice: Haced pedazos los montes donde los ermitaños se ocultan,
Y cernid las arenas blancas y rojas para que no quede un hueso de santo
Y no déis tregua a los rumíes de día ni de noche,
Pues aquello que fue nuestra aflicción vuelve del Occidente.
Hemos puesto el sello de Salomón en todas las cosas bajo el sol
De sabiduría y de pena y de sufrimiento de lo consumado,
Pero hay un ruido en las montañas, en las montañas y reconozco
La voz que sacudió nuestros palacios -hace ya cuatro siglos:
¡Es el que no dice "Kismet"; es el que no conoce el Destino,
Es Ricardo, es Raimundo, es Godofredo que llama!
Es aquel que arriesga y que pierde y que se ríe cuando pierde;
Ponedlo bajo vuestros pies, para que sea nuestra paz en la tierra.
Porque oyó redoblar de tambores y trepidar de cañones.
(Don Juan de Austria va a la guerra)
Callado y brusco -¡hurrá!
Rayo de Iberia
Don Juan de Austria
Sale de Alcalá.

En los caminos marineros del norte, San Miguel está en su montaña.
(Don Juan de Austria, pertrechado, ya parte)
Donde los mares grises relumbran y las filosas marcas se cortan
Y los hombres del mar trabajan y las rojas velas se van.
Blande su lanza de hierro, bate sus alas de piedra;
El fragor atraviesa la Normandía; el fragor está solo;
Llenan el Norte cosas enredadas y textos y doloridos ojos
Y ha muerto la inocencia de la ira y de la sorpresa,
Y el cristiano mata al cristiano en un cuarto encerrado
Y el cristiano teme a Jesús que lo mira con otra cara fatal
Y el cristiano abomina de María que Dios besó en Galilea.
Pero Don Juan de Austria va cabalgando hacia el mar,
Don Juan que grita bajo la fulminación y el eclipse,
Que grita con la trompeta, con la trompeta de sus labios,
Trompeta que dice ¡ah!
¡Domino Gloria!
Don Juan de Austria
Les está gritando a las naves.

El rey Felipe está en su celda con el Toisón al cuello
(Don Juan de Austria está armado en la cubierta)
Terciopelo negro y blando como el pecado tapiza los muros
Y hay enanos que se asoman y hay enanos que se escurren.
Tiene en la mano un pomo de cristal con los colores de la luna,
Lo toca y vibra y se echa a temblar
Y su cara es como un hongo de un blanco leproso y gris
Como plantas de una casa donde no entra la luz del día,
Y en ese filtro está la muerte y el fin de todo noble esfuerzo,
Pero Don Juan de Austria ha disparado sobre el turco.
Don Juan está de caza y han ladrado sus lebreles-
El rumor de su asalto recorre la tierra de Italia.
Cañón sobre cañón, ¡ah, ah!
Cañón sobre cañón, ¡hurrá!
Don Juan de Austria
Ha desatado el cañoneo.

En su capilla estaba el Papa antes que el día o la batalla rompieran.
(Don Juan está invisible en el humo)
En aquel oculto aposento donde Dios mora todo el año,
Ante la ventana por donde el mundo parece pequeño y precioso.
Ve como en un espejo en el monstruoso mar del crepúsculo
La media luna de las crueles naves cuyo nombre es misterio.
Sus vastas sombras caen sobre el enemigo y oscurecen la Cruz y el Castillo
Y velan los altos leones alados en las galeras de San Marcos;
Y sobre los navíos hay palacios de morenos emires de barba negra;
Y bajo los navíos hay prisiones, donde con innumerables dolores,
Gimen enfermos y sin sol los cautivos cristianos
Como una raza de ciudades hundidas, como una nación en las ruinas,
Son como los esclavos rendidos que en el cielo de la mañana
Escalonaron pirámides para dioses cuando la opresión era joven;
Son incontables, mudos, desesperados como los que han caído o los que huyen
De los altos caballos de los Reyes en la piedra de Babilonia.
Y más de uno se ha enloquecido en su tranquila pieza del infierno
Donde por la ventana de su celda una amarilla cara lo espía,
Y no se acuerda de su Dios, y no espera un signo-
(¡Pero Don Juan de Austria ha roto la línea de batalla!)

Cañonea Don Juan desde el puente pintado de matanza.
Enrojece todo el océano como la ensangrentada chalupa de un pirata,
El rojo corre sobre la plata y el oro.
Rompen las escotillas y abren las bodegas,
Surgen los miles que bajo el mar se afanaban
Blancos de dicha y ciegos de sol y alelados de libertad.
¡Vivat Hispania!
¡Domino Gloria!
¡Don Juan de AustriaHa dado libertad a su pueblo!

Cervantes en su galera envaina la espada
(Don Juan de Austria regresa con un lauro)
Y ve sobre una tierra fatigada un camino roto en España,
Por el que eternamente cabalga en vano un insensato caballero flaco,
Y sonríe (pero no como los Sultanes), y envaina el acero...
(Pero Don Juan de Austria vuelve de la Cruzada.)





La balada del suicida.


De la horca en mi jardín, dice la gente
Que es nueva, limpia y de altura decente
Me pongo el nudo al cuello de una forma estudiada,
Como una pajarita para una culta velada.
Pero mientras los vecinos al muro asomados,
contienen el aliento para aplaudir preparados.
El más extraño capricho me ha llegado a atrapar
Y creo que después de todo, hoy no me pienso ahorcar

Mañana el sueldo he de cobrar...
La espada de mi tío no llegué a descolgar...
Veo una nube pequeña y rosada.
Quizás la madre del rector no haga esa llamada...
Me parece que el Sr.Gall va a contestar ...
Estos hongos de otra forma se pueden cocinar ...
Las obras de Juvenal aún he de terminar...
Hoy no me pienso ahorcar.

El mundo su ropa sucia volverá a lavar.
Los decadentes han de empeorar, los pedantes se han de aburrir.
Y H.G.Wells ha visto a los niños reír
y Bernard Shaw los ha visto llorar
El racionalismo es cada vez más racional
Y por lo más profundo del bosque he visto un arroyo fluir
tan secreto que al propio cielo llega a ocultar...
Hoy no me pienso ahorcar.

Mensajero
Príncipe, los clarines de Germinal oigo sonar
Y a los carros de guerra en su terrible camino retumbar.
Incluso hoy, tu real cabeza podría rodar ...
Hoy no me pienso ahorcar.





El esqueleto. 


El pinzón que parlotea y la brisa
No son más felices que yo;
Aquí yazco entre flores
Con mi eterna risa.
No; para nada cómodamente;
Aunque claro, amigos, por pensar de prisa
No supuse la muerte, que el buen rey
Ocultó como broma… cuidadosamente.





Hojas de oro.


¡Hey! Vengo al otoño,
Cuando todas las hojas de oro son;
Cabellos grises y hojas doradas se lamentan
Somos viejos el año y yo.

En la juventud busqué al príncipe de los hombres,
Capitán de guerras cósmicas,
Nuestro Titán; las cizañas se mostraban
Desafiantes, incluso a las estrellas.

Hoy, cualquier cosa grandota de la calle
Merece una reverencia humana,
Que se trueca en extraña democracia:
Millones de máscaras de Dios.

En la juventud busqué la flor dorada
Escondida en bosques y hondonadas,
Pero llego al otoño,
Cuando las hojas todas de oro son.





Canción de lo acertado y lo erróneo.


Fiesta en vino o fasto en agua
Su honor permanecerá incólume.
El hijo y la hija del Dios Omnipotente,
Él, valiente, ella, pura;
Si un ángel del cielo
Te trajera otras cosas para beber,
La agradecerías sus amables atenciones,
E irías y las vaciarías bajo la sentina.

El té es como el Este que crece en él,
Un gran mandarín amarillo
Con reglas de urbanidad
E inconsciencia del pecado;
Todas las mujeres, como un harén,
Como colas de cerdo en tropel;
Y, como todo el Este que crece en él,
Cuando se fortalece, veneno se vuelve.

Aunque oriental, el té Es un caballero al menos;
El cacao es sinvergüenza y cobarde,
El cacao es una bestia común,
El cacao es sombrío, desleal,
Allí se queda, arrastrándose el desvergonzado,
Haciéndose el payaso,
Y puede que le agradezca
Al tonto que lo toma.

En cuanto a las aguas huracanadas,
Que llovieron como tempestades
Cuando deshonraron las buenas bebidas
De los bebedores del pueblo;
Cuando el vino tinto trajo la ruina roja
Y la danza de la muerte de nuestros tiempos,
El cielo nos envió Agua que Refresca
Como tormento para nuestros crímenes.





Agua y vino.


El viejo Noé tenía una granja de avestruces y aves
a gran escala,
Comió su huevo —que estaba en una copa grande como cubo— con un cucharón,
Y la sopa que tomó era sopa de elefante y el pescado que comió era de ballena,
Pero cuando inició su travesía todos eran pequeñuelos en el sótano.
Frecuentemente, cuando se sentaban a cenar, Noé decía a su esposa:
"El agua sólo me importa si va al vino".
Desde el precipicio celestial se desbordó la catarata
y no dejaba ver,
Como si lavara las estrellas, igual que la espuma bajo un fregadero,
Los siete cielos, rugientes, descendieron
para que bebieran los cogotes del infierno,
Y Noé guiñó su ojo y dijo: "parece lluvia, creo,
El agua ha inundado el Monte Cervino igual
que la mina de Mendip,
Pero no me importa a donde vaya el agua si no va
al vino".
Noé pecó, pecamos nosotros también; caminamos con pasos de embriaguez,
Hasta que nos enviaron un gran abstemio negro como cetro,
Y ya no se puede conseguir vino en P. S. A., en una capilla o en Eisteddfod,
Y, para Maldición del Agua, de nuevo ha llegado
por la ira de Dios,
Y el agua está en la mesa del obispo y en el altar
del Más Elevado Pensador,
Pero no me importa a donde vaya el agua si no va
al vino.





Canto de la extraña ascesis. 


Si hubiese sido pagano,
Habría ensalzado la vid purpúrea,
Mis esclavos habrían labrado los viñedos
Y yo bebería vino.
Pero Higgins es el pagano,
Y sus esclavos crecen famélicos y encanecen;
Quizás él pueda beber un poco de leche tibia
Unas dos veces al día.

Si hubiese sido pagano,
Habría coronado los rizos de Neaera,
Y colmado mi vida de aventuras amorosas
Y mi casa con muchachas que bailan;
Pero Higgins es el pagano,
Y diserta a fuerzas en sus aposentos,
Donde sus tías que no están casadas
Exigen divorciarse.

Si hubiese sido pagano,
Habría enviado mis ejércitos por delante,
Y por la retaguardia arrastraría
A los Jefes del Norte.
Pero Higgins es el pagano,
Y esgrime con pesar la pluma,
Para prestar a los pobres dinero divertido
Lo que lo hace aún más pobre.

Si hubiese sido pagano,
Habría colocado mi pira en lo alto,
Y un gran torbellino rojo
Rugiendo se iría al cielo;
Pero Higgins es el pagano,
Y es más rico que yo:
Pero ellos son los que lo pusieron en un horno,
Como si fuera un pastel.

Ahora quien corra por ahí puede leer
El enigma que escribo,
De por qué este pobre viejo pecador
Debe pecar sin deleite.
Sin embargo yo, yo no puedo leerlo
(Por más que corro y corro),
Pues ellos carecen de fe
Y nunca se divertirán.





La espada de la sorpresa.


Separado yo de mis huesos, ¡oh!, espada de Dios,
Hasta que ellos permanezcan de pie y ajenos,
como los árboles;
Yo, cuyo corazón sube volando hacia los bosques
Y puede maravillarse tanto como ellos.

Separado yo de mi sangre que, en la oscuridad,
Escucha al ancestral río correr,
Y cómo los ríos subterráneos se confunden en el mar
Pero nunca el sol ven.

Dame ojos milagrosos para ver mis ojos
Espejos rodantes que viven en mí,
Cristales terribles más increíbles
Que todas las cosas que vi.

Separado yo de mi alma, que puedo ver
Los pecados como heridas sangrantes, valientes golpe de vida,
Hasta que a un extraño en la calle
Salve como yo mismo me salvaría.





El converso.


Después de un momento, cuando incliné mi cabeza
El mundo todo cambió y se enderezó,
Salí adonde el viejo camino brilló en su blancura,
Caminé las veredas y oí lo que todos los hombres dijeron,
Bosques de lenguas, como las hojas de otoño sin caer,
No dignas de amar pero extrañas y ligeras;
Viejos enigmas y nuevos credos, no a pesar de,
Sino con sencillez, cual hombres que sonríen
por un muerto.

Los sabios tienen cien mapas que ofrecer,
Huella que su cosmos arrastra como un árbol,
Y criban tanto su razón, igual que un tamiz
Que conserva la arena y permite que el oro, libre, se vaya:
Y todas estas cosas son para mí menos que el polvo
Pues mi nombre es Lázaro y estoy vivo.





El mito de Arturo.


¡Ah! hombre instruido que nunca aprendiste a aprender,
Y que evitas deducir mediante pequeños y tímidos pasos,
Como el elevado humo que el fuego jamás podrá consumir
Y los grandes relatos de hombres que nunca fueron grandes.
Di, ¿has pensado de qué clase de hombre se trata?
¿De quién dicen los hombres que "podría derribar gigantes"?
O qué profundos recuerdos en el abismo del tiempo
Aburren el boato de Camelot y de la corona.
Y por qué un estandarte tapiza todo el fondo,
Más allá de las cabalgatas de tantas lanzas,
Y en virtud de qué brujería, en las colinas occidentales,
Un trono ha permanecido vacío mil años.
Quién sostiene, con tal desconsideración, este inmenso ardid,
La historia inmortal de un pecado mortal;
Menos fábula humana que hecho histórico
Que mata mitos como polillas y se bate con un alfiler.
Ten consuelo; lo demás no es difícil.
Jamás un mito serás, te lo prometo.





Eternidades. 


No soy capaz de contar los guijarros del arroyo.
Bien, dijo Él: "No lo jure por su testa
Ni por los cabellos que alisa", aunque Él, lo leímos,
Inscribe ese descabellado número en Su propio extraño libro.

No puedo contar las arenas ni inventariar los mares,
Muerte repentina, que tanto he desandado,
Concédeme inmortal aureola, ¡oh! Dios mío,
Y designaré las hojas de los árboles.

Permaneceré de pie en el cielo, sobre cristal y oro,
Empollando aún la aritmética de la tierra para deletrearla;
O para ver extinguirse los fuegos del infierno
Después de agradecer a Dios la eternidad del césped.





Femina contra mundum.


El Sol era negro y juicioso, y sangrienta
La Luna: pero entre ambos
Apareció un hombre de pie, diciendo: "Para mí,
Al menos el césped es verde.

Maravillado y con amor, ninguna estrella había
Que olvidara temer;
Me han amado las aves"; pero ninguna respuesta llegó.
Sólo el trueno.

Una vez más, el hombre de pie decía: "Miraba fijamente
A través de una puerta de la cabaña;
En ese instante me voltee —sí, soy vil, me dije;
Y mis ojos ardieron todavía.

"Porque ya había pesado las montañas
en una balanza,
Y los cielos en una báscula,
Vengo a vender estrellas —lámparas viejas por nuevas—
¡Estrellas viejas que vendan!"
(...)





El aristócrata.


(Compilado en 1915)

El Diablo es un caballero: pide que nos quedemos
En su pequeño lugar, Cualquiera-que-sea-su-nombre (no está lejos).
Dicen que practica un espléndido deporte; siempre tiene algo nuevo,
Con escenas de hadas y hechos temibles que sólo
él puede maniobrar;
Él puede disparar a querubines emplumados
si sobrevuelan su terreno,
O pesca para el Padre Neptuno usando sirenas
como cebo;
Y descascara las estrellas en el cielo que así
se tambalean en el precipicio;
Tocó su trompeta en el cielo —y sobrevivió al dominio
De la corona estrellada del mismo Dios—
y la arrumbó en el estante;
Pero el Diablo un caballero es y no lo presume.

Sus ojos deslumbran, su corazón estremece
y con su mano te ataja desde lejos,
Y estropea tu amor y afeita tu cabeza;
pero no va a quedarse en
Su pequeño lugar, Cualquiera-que-sea-su-nombre, donde la gente es rica y lista;
Dorada y graciosa casa donde las cosas siempre van
de mal en peor;
Hay cosas que no necesitas saber, aunque vivas
y mueras en vano,
Hay almas más enfermas de placer de lo que él mismo está enfermo de dolor;
Hay alguien que juega al Necio de Abril y toca
la puerta
En la que los tontos siempre permanecen y abril
no llega nunca más,
Y donde el esplendor de la luz del día crece aún más triste que la oscuridad,
Y las caídas de la vida gustan de un buitre que alguna vez fue una alondra:
Y ése es el Diablo Azul que alguna vez fue un Pájaro Azul;
Pero el Diablo es un caballero y nunca su palabra honra.





Al guerrero desconocido. 


Tú, a quien saludaron los reyes; quien no se negó
Al gran placer de innobles días,
Fama sin nombre y gloria sin murmuraciones,
Y a quien ningún biógrafo profanó con alabanza.

¿Quién te llamó "Derrotado"? En la oscuridad,
La trinchera a donde nunca llega la luz del foco,
Ni el gran tambor del show de Barnum puede retumbar,
Inquietante vibración después de tantos tambores.

Aunque llegará el tiempo en que cada circo yanqui
Pueda valerse de nuestros soldados para hacer sandwiches humanos,
Como quien al flautista paga por tocar una melodía.
Tú ya no bailarás. No te moverás de nuevo.

No marcharás para Fatty Arbuckle,
Aunque todavía tiene buena prensa,
San Francis es tan tierno como San Francisco
O como los ángeles son a Los Ángeles.

No atacarán el último reducto,
Del castillo solitario y libre,
Morada del guerrero desconocido e invicto.
Eso sólo la Publicidad lo avasalló.


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