jueves, 22 de agosto de 2024

Selección de "Cartas a una amiga desconocida". Café Lafayette, Toulouse, 24 de octubre de 1926. Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944)

Societé Anonyme des grands cafés de Toulouse
15, Place Wilson

Rinette, perdóname mi carta del otro día. Hoy vuelvo a escribirte.

Estoy al final de un domingo monótono. Llueve incesantemente. Un domingo fastidiado porque he tenido que levantarme a las
seis para sacar a pastar por las nubes a un Bréguet. Al cabo de diez minutos ha manifestado el deseo imperioso de regresar a las  cuadras. (¿Te das cuenta de que hablo como el Abbé Delille?... ¡Oh, la vida provinciana!) Y por diez minutos de vuelo todo un domingo soñoliento. He pasado todo el día comprando cerillas, cigarrillos y sellos. La chica del estanco es monísima. En mi habitación ya tengo más de treinta cajas de cerillas y sellos para cuarenta años. Melancólico balance de ocho días de amor.

Una estanquera es algo maravilloso. El mostrador es hermoso como un trono. Uno se siente alejado y muy pequeño. Uno se oye decir con embriaguez: «Cuarenta céntimos... » Uno mendiga las palabras de amor de donde se puede.
Me pregunto en qué puede pensar una estanquera.
Quizá en nada, pero lo disimula.

Cómo echo de menos a mis amigos. Tengo pocos, pero por ello me importan muchísimo. Si no regreso más que dentro de mucho tiempo con una larga barba blanca ya me habréis olvidado todos. Esto me desalienta porque no sé exactamente hacia dónde marcho. Alicante, Marruecos o Dakar, según la voluntad de los dioses.

Lo que acabo de escribirte me ha deprimido tanto que he corrido a llamarte por teléfono. Naturalmente no estabas. Estabas arreglando algo en algún sitio. ¿Cajones? Siempre igual, cuando te necesito.

Rinette, no sabes cuán hermosa es la aviación. Y aquí no se trata de un juego, es así como a mí me gusta. Tampoco se trata de un deporte como en Le Bourget, sino de algo más, algo inexplicable, una especie de guerra. Es muy bello ver salir el correo, de madrugada, bajo la lluvia. El equipo nocturno, soñoliento, la tormenta señalada sobre España que despertará al piloto, la bruma sobre los Pirineos. Después del despegue, mientras él resuelve sus problemas, nos dispersaremos por la pista. Rinette, deseo demasiado haber marchado ya.

Ya ves. Hubiera querido telefonear. Es verdad que no sé hablar y hubiera repetido «diga... diga... » para fingir serenidad. Es muy triste ser mudo. Me encantaría ser un perfecto gigolo con una hermosa corbata y una buena colección de discos de gramófono. Debía haberlo intentado siendo más joven. Ahora es tarde ya. Y es verdad que lo siento. Ahora que ya me empieza la calvicie no vale la pena empezar. Sueño con nostalgia delante de los escaparates de las camiserías y de las zapaterías. La experiencia me servirá en el caso de que nos reencarnemos. Es un triste consuelo.

Me encantaría ser amado, ser considerado encantador y que admiraran mis uñas. A mis manos llenas de grasa únicamente yo las puedo encontrar bellas.

Estoy seguro de que mi monólogo te fastidia. Me encuentro a la vez triste y feliz y esto no permite expresarse con claridad y lógica. Al encontrarme lejos de todos mis amigos e inmerso en la mayor soledad me hago el efecto de ser una especie de bisabuelo.

Deberías escribirme, ¿sabes?

Hasta otro rato, mi vieja Rinette.

Antoine
13, calle Alsace-Lorraine, Toulouse


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