lunes, 11 de agosto de 2025

Poemas I. Ángeles Carbajal.

A veces.

A veces nada ocurre y todo pasa,
y la vida es
débil música
mojada por la lluvia
-quizá tan sólo desconsuelo-;
ella misma me tiende
no sé si una mano o una trampa;
un papel en el que escribo
un poema para huir
de las manos oscuras del miedo.





Debajo corre el agua.

Bajo los playeros las mismas rocas,
cubiertas de pétalos y ramas;
desde ellas asciendes y me alcanzas,
oscura hiedra de las tardes perdidas.

Debajo corre el agua.

Seguiré adelante
con el jersey atado a la cintura
como entonces,
saltaré de piedra en piedra
sobre el frío secreto de los musgos.

Tal vez resbale.





Dos lugares en el mundo.

Sobre la mesa varias fotografías de Taliesin West,
casa, taller y escuela hecha de lonas,
madera pintada y piedra sin pulir, y
desde su dilatado espacio horizontal
abierta en logia al sol, a la vegetación,
y a los lagartos del desierto de Arizona.
Nunca estuve allí.

Frente al balcón la gata blanca
vigila el juego de sus crías
entre las paredes resquebrajadas
de la casa de Oliva.
Mi madre me cuenta
que tras una de sus ventanas
Olivita cantaba, escondida del sol,
hasta el día en que un viajero
se la llevó a Madrid,
y de Madrid al cielo.
Nunca estuve allí.





En la historia del fracaso siempre hay una carta que nunca llega.

Todavía recuerdo tu mirada fija
y no 1a entiendo, ni sé qué decir
de aquella primavera
sitiada por los besos.

A ti y a mí nos debe carta un sueño
de orillas rotas y una nube
descubierta en la travesía
infinita del olvido.

Todas las ciudades tienen
semáforos que se abren y se cierran;
son pequeños paréntesis
del rojo al verde (ni rojo de labios,
ni verde de selva),
pequeños paréntesis de espera.
Y esperamos
al borde de la calle, quietos,
como inexistentes, un segundo antes
de retomar el paso con un rencor anclado
en mitad del corazón.

Nos debe carta un sueño, te repito;
tú y yo
no nos debemos nada.





Extraño despertar.

Extraño despertar.
Abro el armario y encuentro
la toalla de aquella lluvia
de verano contigo.
Abro el armario
y encuentro ropa de entonces,
tan tibia al amor de ayer.
Y me parece extraña la vida.
Acaso no perdono
que las cosas permanezcan
cuando tú y yo
nos vamos convirtiendo
en difíciles recuerdos.
Será que no comprendo
por qué debemos irnos
sin árbol verde,
sin pozo blanco...


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