lunes, 11 de agosto de 2025

Poemas VIII. Ángeles Carbajal.

Razones.

Porque ya no sufro
ni sueño
con ella.
Porque tantas veces nunca,
tantas veces nadie,
tantas veces nada...
(y porque
a mi edad ya no soporto
despertarme en mitad
de una mentira)
empiezo a perderle
el respeto
a la vida.





Tarde de julio.

Tu carta se quedó inacabada
en el último renglón de la melancolía.

Llueve.
La habitación, casi a oscuras,
es una burbuja.
Detrás de los cristales
un cielo impetuoso
golpea lo que debiera deshojar;
verdes ramas
que hubieran debido ser nuestras
y son de la tempestad y de la lejanía.

Crece la humedad entre las piedras
de la casa que guarda a contraluz
otras vidas que fueron
realidad y sueño, prisioneras del tiempo.
Ellas conocieron también
esta verde soledad mojada de frío;
gotas de lluvia verde cayendo solas,
mojándonos de ausencia, mojándonos de sueño.

Mojadas están las cartas que escribió
la melancolía de la vida que huye
cuando tú no estás y la tarde
es tan sólo una tormenta de verano
y de nunca más.





Tú, otra vez.

Que no hayas existido,
que no existas,
que no hayas de existir jamás,
nada importa;
nunca sabré perderte.





Un espacio para ti.

Habrá un día en mi vida
un espacio para ti al que siempre
podrás volver sin que te haga daño;
allí donde yo te haya olvidado
y tú no me recuerdes.

Entretanto, no temas.
Ya sabes que el invierno es solamente
un sortilegio de aire y lluvia
sobre los días
y en esas noches
en las que pasa de largo nuestra soledad.





Vivir.

Vuelve a tu memoria
aquella aldea de humo, su cabello,
y el rumor de la brisa entre las ramas.
Fue un día feliz.
Y recuerdas que ya entonces
supiste que hoy te iba a doler
su eterno esplendor, tu imposible regreso.
Y aprendes que de nada te sirve cuanto sabes.


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